Gadafi contraataca ante la ausencia de bombardeos aliados
Trípoli, El País
Los poquísimos libios que permanecen en Bin Yauad, Es Sider, Ras Lanuf, Al Ugaila y Brega deben de estar sorprendidos, si no hastiados, por lo movedizo del frente bélico. En Ajdabiya, puerta de Cirenaica, cientos de familias volvían a escapar ayer, otra vez, temerosas de que los soldados o mercenarios de Muamar el Gadafi regresen a las estribaciones de la ciudad, liberada el sábado pasado. Estas poblaciones al borde del Mediterráneo han pasado del dominio de las tropas del dictador a manos rebeldes, y viceversa, dos veces en pocas semanas. El martes, los sublevados comenzaron a huir. Ayer imprimieron gran velocidad a su fuga hacia el oriente.
Tres días sin bombardeos aliados en el este libio han desplazado los combates con inusitada rapidez, mientras la coalición internacional titubea ante la estrategia a seguir para que el tirano abandone el país. Parecen apostar a que las sanciones económicas y sus llamamientos para que los fieles a Gadafi le traicionen surtan efecto antes que abastecer de armas a los insurgentes o lanzar ataques que puedan provocar cientos de bajas entre los uniformados leales al déspota.
Emisarios de París y Londres han visitado Bengasi para entrevistarse con el Consejo Nacional, el Gobierno de facto de los insurrectos, coincidiendo con la expulsión de diplomáticos libios de la capital británica. Han sido congelados los fondos soberanos del país magrebí, se ha decretado un embargo de armas, y se ha prohibido viajar al extranjero a 40 miembros de la cúpula dirigente. Aunque no a todos, como si se deseara crear fisuras en el Ejecutivo libio. El ministro de Exteriores, Musa Kusa, anunció anoche su deserción nada más aterrizar en Londres procedente de Túnez, extremo confirmado por un portavoz del Gobierno británico. Y la algarabía atronó en Bengasi. Occidente prefiere incitar el colapso del régimen desde sus entrañas.
Sirte, el gran objetivo de los insurgentes hace solo dos días por ser la ciudad natal del excéntrico que ha regido Libia durante 41 años y principal feudo del régimen, junto a Trípoli, queda ya demasiado lejos para los opositores. Estos han ido perdiendo gran parte del territorio ganado en las últimas jornadas y su objetivo en estos momentos es defender Ajdabiya, a solo 160 kilómetros de Bengasi. Ahora, la línea del frente se sitúa en Brega, según el portavoz de los rebeldes, el coronel Ahmad Omar Bany. Brega es la población anterior a Ajdabiya en el camino hacia Bengasi. Las últimas pérdidas de los opositores, tras fracasar su ofensiva sobre Sirte, han sido Bin Yauad y Ras Lanuf, un importante punto petrolero.
Según el coronel Bany, las tropas de Gadafi están apoyadas por entre 3.200 y 3.600 soldados de la Guardia Republicana chadiana, bajo el mando del vicedirector de la Seguridad Nacional de Chad, Isa Bahar, primo del presidente Idris Deby. "Es una fuerza muy preparada con armamento pesado y altamente mecanizada", ha señalado el portavoz, quien ha explicado que los milicianos rebeldes solo disponen de armas ligeras, por lo que se ha optado por una retirada "táctica" hasta trazar una mejor estrategia para hacerles frente.
"Para hacer frente a esta fuerza, necesitamos de armas con las que se puedan destruir tanques y artillería de 155 mm", que es lo que están empleando los gadafistas, ha precisado Bany, además de entrenamiento en el uso de armas pesadas.
Una apresurada retirada
Anteayer, pasadas las diez de la mañana, seis kilómetros al oeste de Bin Yauad, a medio camino entre Trípoli y Bengasi, se oían cercanas fuertes explosiones. Las tropas de Gadafi avanzaban firmes y la desbandada de los sublevados fue masiva. Habían recorrido cientos de kilómetros desde el sábado en dirección a Sirte. No muy lejos de esta localidad terminó la embestida insurrecta, hasta ayer los aviones franceses y británicos se abstuvieron de bombardear a las fuerzas del autócrata. Inexpertos -la mayoría se estrena en el manejo de armas-, los alzados son un compendio de temeridad e indisciplina. Los hay que se acercan al campo de batalla como si la guerra fuera un pasatiempo; algunos no demuestran entusiasmo por combatir, y no falta algún imbécil que se dedica a hacer trompos con su coche. Solo pueden mirar al cielo, rogando que aparezcan los cazas franceses.
No extraña que los civiles dejen sus ciudades como un paraje lunar. Los testimonios de secuestros o de violaciones de chicas en presencia de sus parientes se escuchan en Brega y Ajdabiya. Las potencias occidentales han causado grandes destrozos en las bases libias y a su fuerza aérea, pero muy escasas bajas. Sin un escarmiento contra las fuerzas terrestres, Gadafi podría resistir. París, Londres y Washington son conscientes de que varios dirigentes árabes observan con recelo la intervención, y tampoco quieren embarrarse en una tercera aventura en un Estado musulmán. Las misiones en Irak y Afganistán son ya suficiente carga.
Los poquísimos libios que permanecen en Bin Yauad, Es Sider, Ras Lanuf, Al Ugaila y Brega deben de estar sorprendidos, si no hastiados, por lo movedizo del frente bélico. En Ajdabiya, puerta de Cirenaica, cientos de familias volvían a escapar ayer, otra vez, temerosas de que los soldados o mercenarios de Muamar el Gadafi regresen a las estribaciones de la ciudad, liberada el sábado pasado. Estas poblaciones al borde del Mediterráneo han pasado del dominio de las tropas del dictador a manos rebeldes, y viceversa, dos veces en pocas semanas. El martes, los sublevados comenzaron a huir. Ayer imprimieron gran velocidad a su fuga hacia el oriente.
Tres días sin bombardeos aliados en el este libio han desplazado los combates con inusitada rapidez, mientras la coalición internacional titubea ante la estrategia a seguir para que el tirano abandone el país. Parecen apostar a que las sanciones económicas y sus llamamientos para que los fieles a Gadafi le traicionen surtan efecto antes que abastecer de armas a los insurgentes o lanzar ataques que puedan provocar cientos de bajas entre los uniformados leales al déspota.
Emisarios de París y Londres han visitado Bengasi para entrevistarse con el Consejo Nacional, el Gobierno de facto de los insurrectos, coincidiendo con la expulsión de diplomáticos libios de la capital británica. Han sido congelados los fondos soberanos del país magrebí, se ha decretado un embargo de armas, y se ha prohibido viajar al extranjero a 40 miembros de la cúpula dirigente. Aunque no a todos, como si se deseara crear fisuras en el Ejecutivo libio. El ministro de Exteriores, Musa Kusa, anunció anoche su deserción nada más aterrizar en Londres procedente de Túnez, extremo confirmado por un portavoz del Gobierno británico. Y la algarabía atronó en Bengasi. Occidente prefiere incitar el colapso del régimen desde sus entrañas.
Sirte, el gran objetivo de los insurgentes hace solo dos días por ser la ciudad natal del excéntrico que ha regido Libia durante 41 años y principal feudo del régimen, junto a Trípoli, queda ya demasiado lejos para los opositores. Estos han ido perdiendo gran parte del territorio ganado en las últimas jornadas y su objetivo en estos momentos es defender Ajdabiya, a solo 160 kilómetros de Bengasi. Ahora, la línea del frente se sitúa en Brega, según el portavoz de los rebeldes, el coronel Ahmad Omar Bany. Brega es la población anterior a Ajdabiya en el camino hacia Bengasi. Las últimas pérdidas de los opositores, tras fracasar su ofensiva sobre Sirte, han sido Bin Yauad y Ras Lanuf, un importante punto petrolero.
Según el coronel Bany, las tropas de Gadafi están apoyadas por entre 3.200 y 3.600 soldados de la Guardia Republicana chadiana, bajo el mando del vicedirector de la Seguridad Nacional de Chad, Isa Bahar, primo del presidente Idris Deby. "Es una fuerza muy preparada con armamento pesado y altamente mecanizada", ha señalado el portavoz, quien ha explicado que los milicianos rebeldes solo disponen de armas ligeras, por lo que se ha optado por una retirada "táctica" hasta trazar una mejor estrategia para hacerles frente.
"Para hacer frente a esta fuerza, necesitamos de armas con las que se puedan destruir tanques y artillería de 155 mm", que es lo que están empleando los gadafistas, ha precisado Bany, además de entrenamiento en el uso de armas pesadas.
Una apresurada retirada
Anteayer, pasadas las diez de la mañana, seis kilómetros al oeste de Bin Yauad, a medio camino entre Trípoli y Bengasi, se oían cercanas fuertes explosiones. Las tropas de Gadafi avanzaban firmes y la desbandada de los sublevados fue masiva. Habían recorrido cientos de kilómetros desde el sábado en dirección a Sirte. No muy lejos de esta localidad terminó la embestida insurrecta, hasta ayer los aviones franceses y británicos se abstuvieron de bombardear a las fuerzas del autócrata. Inexpertos -la mayoría se estrena en el manejo de armas-, los alzados son un compendio de temeridad e indisciplina. Los hay que se acercan al campo de batalla como si la guerra fuera un pasatiempo; algunos no demuestran entusiasmo por combatir, y no falta algún imbécil que se dedica a hacer trompos con su coche. Solo pueden mirar al cielo, rogando que aparezcan los cazas franceses.
No extraña que los civiles dejen sus ciudades como un paraje lunar. Los testimonios de secuestros o de violaciones de chicas en presencia de sus parientes se escuchan en Brega y Ajdabiya. Las potencias occidentales han causado grandes destrozos en las bases libias y a su fuerza aérea, pero muy escasas bajas. Sin un escarmiento contra las fuerzas terrestres, Gadafi podría resistir. París, Londres y Washington son conscientes de que varios dirigentes árabes observan con recelo la intervención, y tampoco quieren embarrarse en una tercera aventura en un Estado musulmán. Las misiones en Irak y Afganistán son ya suficiente carga.