En la medina de Trípoli reina el miedo
Trípoli, Agencias
Las persianas metálicas de las tiendas del zoco de la medina de Trípoli están echadas y en los escasos comercios abiertos las vitrinas y estanterías están vacías. Lejos de las miradas indiscretas de los esbirros del régimen de Muamar Gadafi, los comerciantes reconocen que "todo el mundo tiene miedo".
"No sabemos lo que va a pasar. Este régimen es capaz de todo y está dispuesto a todo. Mañana, quizá vengan a romper y saquear nuestras tiendas para después, traer a la prensa y decir que los rebeldes son unos ladrones", dice Usama, detrás del mostrador de su joyería.
Por eso, la gente se prepara para lo peor y cambian los dinares libios por dólares: "Todo el mundo trata de protegerse, por ejemplo, preparándose para huir, pero para irse se necesita dinero".
Uno de los cambiadores clandestinos admite que los negocios van viento en popa desde el inicio de la insurrección contra el dirigente libio hace más de tres semanas.
Aquí, en el zoco, el dólar se ha disparado. Antes de la crisis, un billete verde valía 1,26 dinares, ahora se pagan 2,25 dinares, asegura este hombre que se niega incluso a dar a conocer su nombre.
En otra avenida del zoco, especializada en tejidos tradicionales, uno de cada tres comercios está abierto, y como en el caso de los joyeros, reina la calma ya que prácticamente nadie viene a preguntar ni por el precio.
"He abierto porque (los milicianos progubernamentales) me lo han ordenado. Hace tres días me dijeron: "o abres o te confiscamos la tienda y la mercancía", cuenta Bachir, el propietario.
"Quieren que el zoco vuelva a tener actividad para poder decir y hacer creer que todo va bien. Pero nadie en Libia sabe la verdad, nadie después de 42 años" con la llegada de Gadafi al poder, prosigue este hombre de una cincuentena de años, impecablemente vestido.
"Todo en Libia está patas arriba, todo el mundo tiene miedo, yo tengo miedo", insiste y "yo solo tengo la esperanza de la gente asustada: la esperanza de que a mí y a mis hijos no nos ocurra nada", murmura a modo de conclusión.
Pero todos los comerciantes no son tan abiertos, sobre todo porque los periodistas están acompañados por "guías" proporcionados por el régimen y que se dejan difícilmente despistar.
Mahmud, un joven joyero sentado delante de su tienda vacía, asegura que todo va bien: "el negocio está bien, ¡hay muchos clientes! No hay ningún problema gracias a Alá y a nuestro guía Muamar Gadafi", proclama.
Adopta rápidamente el discurso de las autoridades, asegurando que el oeste del país está bajo control, que el Estado rebelde volverá pronto bajo la égida de Trípoli una vez que los instigadores de la revuelta, los islamistas de Al Qaeda, sean eliminados y el intervencionismo occidental haya sido vencido.
Este argumento y las señas de fidelidad al poder dominan de hecho ampliamente en la capital libia.
En todos los sitios, los vehículos exhiben retratos de un Gadafi sonriente, las banderas verdes -color del Islam y del régimen- ondean de las ventanas y la radio difunde una canción con el estribillo del régimen: "Alá, Muamar, Libia, punto final".
En la plaza central de Trípoli, la plaza Verde, se ha desplegado una gran pancarta para los visitantes: "No seguiremos el escenario de Afganistán y de Irak, eso no se repetirá" en Libia.
Las persianas metálicas de las tiendas del zoco de la medina de Trípoli están echadas y en los escasos comercios abiertos las vitrinas y estanterías están vacías. Lejos de las miradas indiscretas de los esbirros del régimen de Muamar Gadafi, los comerciantes reconocen que "todo el mundo tiene miedo".
"No sabemos lo que va a pasar. Este régimen es capaz de todo y está dispuesto a todo. Mañana, quizá vengan a romper y saquear nuestras tiendas para después, traer a la prensa y decir que los rebeldes son unos ladrones", dice Usama, detrás del mostrador de su joyería.
Por eso, la gente se prepara para lo peor y cambian los dinares libios por dólares: "Todo el mundo trata de protegerse, por ejemplo, preparándose para huir, pero para irse se necesita dinero".
Uno de los cambiadores clandestinos admite que los negocios van viento en popa desde el inicio de la insurrección contra el dirigente libio hace más de tres semanas.
Aquí, en el zoco, el dólar se ha disparado. Antes de la crisis, un billete verde valía 1,26 dinares, ahora se pagan 2,25 dinares, asegura este hombre que se niega incluso a dar a conocer su nombre.
En otra avenida del zoco, especializada en tejidos tradicionales, uno de cada tres comercios está abierto, y como en el caso de los joyeros, reina la calma ya que prácticamente nadie viene a preguntar ni por el precio.
"He abierto porque (los milicianos progubernamentales) me lo han ordenado. Hace tres días me dijeron: "o abres o te confiscamos la tienda y la mercancía", cuenta Bachir, el propietario.
"Quieren que el zoco vuelva a tener actividad para poder decir y hacer creer que todo va bien. Pero nadie en Libia sabe la verdad, nadie después de 42 años" con la llegada de Gadafi al poder, prosigue este hombre de una cincuentena de años, impecablemente vestido.
"Todo en Libia está patas arriba, todo el mundo tiene miedo, yo tengo miedo", insiste y "yo solo tengo la esperanza de la gente asustada: la esperanza de que a mí y a mis hijos no nos ocurra nada", murmura a modo de conclusión.
Pero todos los comerciantes no son tan abiertos, sobre todo porque los periodistas están acompañados por "guías" proporcionados por el régimen y que se dejan difícilmente despistar.
Mahmud, un joven joyero sentado delante de su tienda vacía, asegura que todo va bien: "el negocio está bien, ¡hay muchos clientes! No hay ningún problema gracias a Alá y a nuestro guía Muamar Gadafi", proclama.
Adopta rápidamente el discurso de las autoridades, asegurando que el oeste del país está bajo control, que el Estado rebelde volverá pronto bajo la égida de Trípoli una vez que los instigadores de la revuelta, los islamistas de Al Qaeda, sean eliminados y el intervencionismo occidental haya sido vencido.
Este argumento y las señas de fidelidad al poder dominan de hecho ampliamente en la capital libia.
En todos los sitios, los vehículos exhiben retratos de un Gadafi sonriente, las banderas verdes -color del Islam y del régimen- ondean de las ventanas y la radio difunde una canción con el estribillo del régimen: "Alá, Muamar, Libia, punto final".
En la plaza central de Trípoli, la plaza Verde, se ha desplegado una gran pancarta para los visitantes: "No seguiremos el escenario de Afganistán y de Irak, eso no se repetirá" en Libia.