El desastre pone a prueba el tesón y paciencia de los japoneses

Tagajo, Agencias
Cerca del epicentro del devastador terremoto en Japón y la consiguiente ola gigantesca, los trabajadores de un depósito recogieron esta semana latas de café y gaseosas para ofrecerlas gratuitamente a los peatones.

"¡Tomen lo que necesiten!", ofrecían mientras apilaban una caja sobre otra en la acera. El supervisor Kazuyoshi Chiba dijo que las líneas telefónicas no funcionaban, de modo que no podían comunicarse con la compañía matriz.

Pero "creo que esto es lo correcto", expresó.

Con la misma mezcla de tesón y resignación que ha permitido a Japón recobrarse de desastres en el pasado, muchos sobrevivientes de la calamidad del viernes están tratando con la mayor calma posible de ayudarse y ayudar a otros. Después de cuatro días, apenas se ven las manifestaciones de indignación o frustración pública que suelen producirse en otros países.

La única excepción podría ser la atribulada planta nuclear de Fukushima, donde la posibilidad de escapes de radiación alarma a los residentes y causa algunas reacciones de enojo. Por lo demás, los sobrevivientes buscan a sus seres queridos desaparecidos, limpian las calles y aguardan pacientemente el despacho de gasolina, con pesar, sin duda, pero casi ni una sola queja.

Osamu Hayasaka era uno de los que recibían tragos gratis en Tagajo.

"Hay muchos ancianos cerca de donde vivo, y les daré una parte", dijo el hombre de 61 años, amarrando dos cajas en su bicicleta.

Su familia de seis miembros está sin electricidad, con agua intermitente y poca comida. Pero dijo que no está enojado con el gobierno, pues comprende que las autoridades tienen otras prioridades.

Japón es una nación de 127 millones de habitantes con numerosos antecedentes de desastres, desde un terremoto en 1923 que mató a 142.800 personas en la región de Tokio, hasta la entrada de la nación en la Segunda Guerra Mundial, que concluyó con las bombas atómicas arrojadas sobre Hiroshima y Nagasaki.

Durante esos y otros traumas más recientes, incluso un terremoto en 1995 que dejó 6.400 muertos en Kobe, los japoneses han reconstruido su país con calma y tesón. Ahora, el espíritu nacional vuelve a ser puesto a prueba por lo que el primer ministro calificó como la crisis más grave desde finales de la guerra.

El terremoto de magnitud 9.0 y la consiguiente ola gigantesca mató a incontables miles de personas en las costas nororientales de Japón y dejó a muchos más sin techo ni electricidad y en búsqueda desesperada de agua, combustible y alimentos. Incluso mientras los rescatistas tratan de auxiliarlos, las autoridades se esfuerzan por prevenir filtraciones de radiación de los reactores nucleares de Fukushima, donde el desastre afectó los sistemas de enfriamiento.

En medio del caos, los periodistas extranjeros han atestiguado la conducta cortés, la falta de indignación, la ausencia de saqueos que parecen caracterizar los desastres en otros sitios.

Dos frases arrojan alguna luz sobre la psique japonesa. Una es "Shikata ga nai", que aproximadamente significa "es inevitable", y es una reacción común a situaciones fuera del control de uno. La otra es "gaman", considerada una virtud: significa ser paciente y perseverante ante la adversidad.

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