Bengasi aguarda intervención internacional entre temor y muerte

Bengasi, Agencias
Los trabajadores de un hospital en esta ciudad en manos de rebeldes, ubicada en la costa libia, mostraron el sábado cadáveres en la morgue de la institución en tres grupos: soldados que trataban de tomar la ciudad para Moamar Gadafi, rebeldes que intentaban impedirlo, y civiles que murieron en el fuego cruzado.

Los tres grupos son parte de la batallas de esta urbe _la segunda más grande de Libia_ cuyo destino podría determinar si la intervención de occidente consigue impedir que Gadafi aplaste a la insurrección que busca acabar su régimen de 42 años.

"Esta ciudad es símbolo de la revolución", dijo Essam Gheriani, un vocero de la oposición. "Es donde inició y donde terminará si cae esta ciudad".

Bengasi fue construida en el sitio de un antiguo puerto griego, le caracterizan sus palmeras y tiene 680.000 habitantes. Su día comenzó con aviones de combate y terminó con la esperanza de más de ellos.

Temprano por la mañana, un jet se incendió sobre la ciudad y se estrelló en las afueras de la misma, ocasionando disparos de celebración y exclamaciones de "¡Dios es grande!" por parte de los rebeldes que han convertido a urbe en su capital de facto desde que la tomaron hace cinco semanas. Por la noche el gobierno francés dijo que sus aviones de combate estaban patrullando el espacio aéreo libio, fueron las primeras señales de una fuerza militar internacional que busca detener a las tropas de Gadafi.

Para los residentes, el resto del día estuvo lleno de temor, combates y la preocupación de que las fuerzas internacionales habrían actuado demasiado tarde para impedir que Gadafi recupere la ciudad.

La mañana del sábado, tanques y artillería del gobierno atacaron el extremo sur de Bengasi, y posteriormente tropas paramilitares y combatientes leales a Gadafi trataron de avanzar hasta el centro de la ciudad. Los rebeldes los combatieron para impedirlo utilizando ataques de guerrilla urbana con fusiles de asalto AK-47 y bombas incendiarias, dijeron residentes.

"No puede pelear con nosotros en las calles", dijo Salah, de 42 años, que hasta antes del conflicto trabajaba como agente de viajes. "Si es necesario protegeremos a nuestras familias, a nuestros niños, a nuestras mujeres".

A media tarde, el bombardeo y el combate en los suburbios del sur de la ciudad comenzaron a llenar el depósito de cadáveres del hospital Jalaa. Los cuerpos sin vida de ocho soldados rebeldes fueron colocados sobre un piso ensangrentado, en bolsas verde olivo para cadáveres. A algunos les faltaban extremidades, otros habían sido ametrallados.

Un doctor con uniforme militar abrió una caja de municiones para mostrar los restos de dos combatientes rebeldes.

"El trabajo de Gadafi, el trabajo de Gadafi", gritaban hombres en la morgue de azulejos blancos.

En una habitación cercana estaban los cadáveres de ocho soldados del gobierno; dos no tenían piernas. cerca de ellos se encontraban los cadáveres de dos civiles cubiertos con sábanas.

En el piso superior, un niño de cinco años con heridas de bala en el pecho yacía inconsciente entre dos rebeldes heridos.

El doctor Ahmed Radwan dijo que el niño viajaba en auto con sus padres cuando recibieron disparos. Su padre murió inmediatamente y su madre estaba en la sala de operaciones del hospital para retirarles balas.

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