"¡Basta!", dicen los árabes; ¿hay realmente voluntad de cambio?
El grito se escuchó primero en Lisboa y Madrid: "¡Basta!".
Encontró eco en Sudamérica, al compás de cacerolas. Resonó en las antiguas capitales de la nueva Asia, en un astillero polaco y en la adormecida Africa. Ahora, una generación más tarde, se está escuchando en las plazas del mundo árabe: "¡Kifaya!"
Basta ya.
Desde Marruecos, al oeste, hasta Yemen, al este, el repentino alzamiento de los árabes contra sus gobiernos autocráticos parece una secuela de lo sucedido en el mundo a fines del siglo pasado, en un período que los académicos describen como "la tercera ola democrática".
"Ahora se está produciendo una cuarta ola", comentó sonriente Oraib al-Rantawi, activista político jordano. "Somos afortunados de poder presenciarla".
Esa ola era visible una tarde despejada en la calle Talal, en esta ciudad de colinas y minaretes, durante una marcha de más de 2.000 personas junto a un mar de banderas y carteles de protesta que sumaban sus voces a las de ciudadanos de una docena de países árabes que están exigiendo más libertades y una mayor participación en sus sociedades.
"La gente de la región se levantó y nuestros líderes están dormidos", dijo el coordinador de la protesta Sufian Tal.
En Amán y El Cairo, en Saná y Benghazi la gente reclama cambios. ¿Realmente el mundo árabe está en las puertas de la democracia? ¿Por qué les tomó tanto tiempo? ¿Y cómo se explica que la noción de democracia se haya expandido tan rápidamente en los tiempos recientes?
En el 26to piso de un edificio de oficinas de Wall Street, Arch Puddington y sus compañeros en la fundación Freedom House observan desde hace 40 años los progresos de la democracia y otras libertades en el mundo, y clasifican a las naciones según tres categoría: libres, parcialmente libres y sin libertad.
Las cifras son sorprendentes: En 1972, casi la mitad de los países estaban en la categoría de "sin libertad", pero el año pasado menos de una cuarta parte de las naciones tenían esa categoría.
"Lo que más me sorprende es lo rápido que se expandió esto, luego de siglos en los que no había democracia o estuvo restringida", dijo Puddington.
Los expertos dicen que la primera ola democrática es la de los siglos XVIII y XIX, y la segunda se produjo luego de la Segunda Guerra Mundial.
La tercera comenzó a mediados de la década de 1970, cuando fueron derrocadas las dictaduras de Portugal y España. Las antiguas colonias latinoamericanas de esos dos países siguieron sus ejemplos y acabaron con numerosos gobiernos militares en los 80, en que se popularizaron los cacerolazos para expresar el malestar de la población.
La ola se desplazó hacia el este, a Asia, y llegó a las Filipinas, Corea del Sur y Taiwán. Luego, en 1989, se produjo la caída del Muro de Berlín y el fin del bloque soviético. La marea democrática recaló entonces en el Africa negra, donde hacia 1995 había 18 democracias, comparado con las tres de 1989.
A finales de la dictadura de Francisco Franco en España había unas 40 democracias en el mundo y para el 2005 se contaban 123. Déspotas que parecían eternos --los Duvalier, los Marcos, los Stroessner y los Ceausescus-- pasaron a ser historia en un abrir y cerrar de ojos.
No fueron procesos inmaculados y en muchos sitios persisten los problemas, pero es innegable que la democracia ganó mucho terreno. ¿Cómo se explica eso?
Generalmente se mencionan una serie de factores: fallidas políticas económicas y manejos torpes de militares y caudillos; aumento en la cantidad de gente educada, una clase media cada vez más fuerte, mejores comunicaciones que expanden los horizontes de la gente, una iglesia católica más liberal en Latinoamérica y el apoyo de Estados Unidos y la Unión Europea a movimientos democráticos mediante ayuda y programas de capacitación política.
Puddington añade otro factor: la desaparición de lo que era visto como la alternativa a la democracia, la promesa comunista de desarrollo económico con igualdad social en estados de un solo partido.
"Hacia los años 70, la idea comunista ya no representaba una alternativa económica", expresó.
Cuando se aplacó la tercera ola democrática, las únicas sociedades que no habían sido afectadas eran las de los países árabes, según al-Rantawi, director del Centro Al Quds de Estudios Políticos de Amán.
"Había democracia en todos lados, menos aquí", dijo al-Rantawi.
Nuevamente, se citan varias razones: pobreza y analfabetismo, un período postcolonial, que incluyó guerras con Israel y que fortaleció a milicias locales; el petróleo, que enriqueció a jeques y otras figuras autoritarias; la preferencia de Estados Unidos y otras potencias importadoras de petróleo de autócratas amigos, confiables, que garantizaban estabilidad.
Todo esto cambió con la caída de dos presidentes que parecían inamovibles, los de Túnez y Egipto, y el estallido de protestas similares en la región, alimentadas por la internet y las comunicaciones instantáneas.
Nada garantiza, no obstante, que en el resto de la región se puedan repetir los desenlaces de Egipto y Túnez.
"Nadie puede decir si va a triunfar la democracia", manifestó Vidar Helgesen, director del Instituto Internacional para la Democracia y la Asistencia Electoral, un consorcio de 27 naciones con sede en Suecia que asiste en las transiciones políticas.
"Las protestas masivas pueden derrocar dictadores pero no son garantía de democracia", sostuvo Helgesen. Ello requiere nuevas constituciones, elecciones libres, leyes que garanticen los derechos políticos, libertad de expresión y sistemas judiciales independientes.
Las mayores incertidumbres son las del país árabe más grande, Egipto, con 80 millones de habitantes.
¿Cederán el poder los líderes militares que asumieron el gobierno en forma "interina" tras el derrocamiento de Hosni Mubarak? ¿Surgirán partidos políticos viables en poco tiempo? ¿Asumirán el control del país los islamistas de la Hermandad Musulmana, que están bien organizados?
La perspectiva de una hegemonía de los islamistas es otro de los factores que conspiró contra la democracia en el mundo árabe.
Sin embargo, hay quienes dicen que el Islam no es una amenaza para la democracias y citan como ejemplo a Turquía, gobernada hoy por un partido islamista que no acabó con el estado secular, multipartidario.
"La mayoría de los musulmanes del Medio Oriente consideran que el Islam y la democracia no son incompatibles", expresó Radwan Masmoudi, fundador del Centro de Estudios del Islam y la Democracia, que funciona en Estados Unidos.
El portavoz de los Hermanos Musulmanes Mohammed Saad el-Katatney dice que esa agrupación se propone crear un Partido Libertad y Justicia para participar en las elecciones con el objetivo de obtener una cantidad limitada de bancas en el parlamento.
"Nuestro objetivo es establecer un estado civil, no uno religioso", aseguró. Pero ese estado civil que acate los principios de las leyes musulmanas, o saría, según establece la constitución egipcia.
Tariq Ramadan, nieto del fundador de los Hermanos Musulmanes, dice que hay una "brecha generacional" y que los elementos más jóvenes de esa organización postulan el modelo turco.
Encontró eco en Sudamérica, al compás de cacerolas. Resonó en las antiguas capitales de la nueva Asia, en un astillero polaco y en la adormecida Africa. Ahora, una generación más tarde, se está escuchando en las plazas del mundo árabe: "¡Kifaya!"
Basta ya.
Desde Marruecos, al oeste, hasta Yemen, al este, el repentino alzamiento de los árabes contra sus gobiernos autocráticos parece una secuela de lo sucedido en el mundo a fines del siglo pasado, en un período que los académicos describen como "la tercera ola democrática".
"Ahora se está produciendo una cuarta ola", comentó sonriente Oraib al-Rantawi, activista político jordano. "Somos afortunados de poder presenciarla".
Esa ola era visible una tarde despejada en la calle Talal, en esta ciudad de colinas y minaretes, durante una marcha de más de 2.000 personas junto a un mar de banderas y carteles de protesta que sumaban sus voces a las de ciudadanos de una docena de países árabes que están exigiendo más libertades y una mayor participación en sus sociedades.
"La gente de la región se levantó y nuestros líderes están dormidos", dijo el coordinador de la protesta Sufian Tal.
En Amán y El Cairo, en Saná y Benghazi la gente reclama cambios. ¿Realmente el mundo árabe está en las puertas de la democracia? ¿Por qué les tomó tanto tiempo? ¿Y cómo se explica que la noción de democracia se haya expandido tan rápidamente en los tiempos recientes?
En el 26to piso de un edificio de oficinas de Wall Street, Arch Puddington y sus compañeros en la fundación Freedom House observan desde hace 40 años los progresos de la democracia y otras libertades en el mundo, y clasifican a las naciones según tres categoría: libres, parcialmente libres y sin libertad.
Las cifras son sorprendentes: En 1972, casi la mitad de los países estaban en la categoría de "sin libertad", pero el año pasado menos de una cuarta parte de las naciones tenían esa categoría.
"Lo que más me sorprende es lo rápido que se expandió esto, luego de siglos en los que no había democracia o estuvo restringida", dijo Puddington.
Los expertos dicen que la primera ola democrática es la de los siglos XVIII y XIX, y la segunda se produjo luego de la Segunda Guerra Mundial.
La tercera comenzó a mediados de la década de 1970, cuando fueron derrocadas las dictaduras de Portugal y España. Las antiguas colonias latinoamericanas de esos dos países siguieron sus ejemplos y acabaron con numerosos gobiernos militares en los 80, en que se popularizaron los cacerolazos para expresar el malestar de la población.
La ola se desplazó hacia el este, a Asia, y llegó a las Filipinas, Corea del Sur y Taiwán. Luego, en 1989, se produjo la caída del Muro de Berlín y el fin del bloque soviético. La marea democrática recaló entonces en el Africa negra, donde hacia 1995 había 18 democracias, comparado con las tres de 1989.
A finales de la dictadura de Francisco Franco en España había unas 40 democracias en el mundo y para el 2005 se contaban 123. Déspotas que parecían eternos --los Duvalier, los Marcos, los Stroessner y los Ceausescus-- pasaron a ser historia en un abrir y cerrar de ojos.
No fueron procesos inmaculados y en muchos sitios persisten los problemas, pero es innegable que la democracia ganó mucho terreno. ¿Cómo se explica eso?
Generalmente se mencionan una serie de factores: fallidas políticas económicas y manejos torpes de militares y caudillos; aumento en la cantidad de gente educada, una clase media cada vez más fuerte, mejores comunicaciones que expanden los horizontes de la gente, una iglesia católica más liberal en Latinoamérica y el apoyo de Estados Unidos y la Unión Europea a movimientos democráticos mediante ayuda y programas de capacitación política.
Puddington añade otro factor: la desaparición de lo que era visto como la alternativa a la democracia, la promesa comunista de desarrollo económico con igualdad social en estados de un solo partido.
"Hacia los años 70, la idea comunista ya no representaba una alternativa económica", expresó.
Cuando se aplacó la tercera ola democrática, las únicas sociedades que no habían sido afectadas eran las de los países árabes, según al-Rantawi, director del Centro Al Quds de Estudios Políticos de Amán.
"Había democracia en todos lados, menos aquí", dijo al-Rantawi.
Nuevamente, se citan varias razones: pobreza y analfabetismo, un período postcolonial, que incluyó guerras con Israel y que fortaleció a milicias locales; el petróleo, que enriqueció a jeques y otras figuras autoritarias; la preferencia de Estados Unidos y otras potencias importadoras de petróleo de autócratas amigos, confiables, que garantizaban estabilidad.
Todo esto cambió con la caída de dos presidentes que parecían inamovibles, los de Túnez y Egipto, y el estallido de protestas similares en la región, alimentadas por la internet y las comunicaciones instantáneas.
Nada garantiza, no obstante, que en el resto de la región se puedan repetir los desenlaces de Egipto y Túnez.
"Nadie puede decir si va a triunfar la democracia", manifestó Vidar Helgesen, director del Instituto Internacional para la Democracia y la Asistencia Electoral, un consorcio de 27 naciones con sede en Suecia que asiste en las transiciones políticas.
"Las protestas masivas pueden derrocar dictadores pero no son garantía de democracia", sostuvo Helgesen. Ello requiere nuevas constituciones, elecciones libres, leyes que garanticen los derechos políticos, libertad de expresión y sistemas judiciales independientes.
Las mayores incertidumbres son las del país árabe más grande, Egipto, con 80 millones de habitantes.
¿Cederán el poder los líderes militares que asumieron el gobierno en forma "interina" tras el derrocamiento de Hosni Mubarak? ¿Surgirán partidos políticos viables en poco tiempo? ¿Asumirán el control del país los islamistas de la Hermandad Musulmana, que están bien organizados?
La perspectiva de una hegemonía de los islamistas es otro de los factores que conspiró contra la democracia en el mundo árabe.
Sin embargo, hay quienes dicen que el Islam no es una amenaza para la democracias y citan como ejemplo a Turquía, gobernada hoy por un partido islamista que no acabó con el estado secular, multipartidario.
"La mayoría de los musulmanes del Medio Oriente consideran que el Islam y la democracia no son incompatibles", expresó Radwan Masmoudi, fundador del Centro de Estudios del Islam y la Democracia, que funciona en Estados Unidos.
El portavoz de los Hermanos Musulmanes Mohammed Saad el-Katatney dice que esa agrupación se propone crear un Partido Libertad y Justicia para participar en las elecciones con el objetivo de obtener una cantidad limitada de bancas en el parlamento.
"Nuestro objetivo es establecer un estado civil, no uno religioso", aseguró. Pero ese estado civil que acate los principios de las leyes musulmanas, o saría, según establece la constitución egipcia.
Tariq Ramadan, nieto del fundador de los Hermanos Musulmanes, dice que hay una "brecha generacional" y que los elementos más jóvenes de esa organización postulan el modelo turco.