Obama pide a Mubarak que "escuche la voz de su pueblo"
Washington, El País
Barack Obama pidió este viernes al presidente egipcio, Hosni Mubarak, que "escuche la voz de su pueblo" en relación con su voluntad de permanecer en la presidencia hasta las elecciones del próximo mes de septiembre. Es lo más cerca que ha estado hasta ahora el presidente norteamericano de pedir en público lo que, probablemente, ya le ha pedido en privado, que abandone lo antes posible el poder.
Al ser preguntado si, en alguna de las dos conversaciones telefónicas que ha mantenido con Mubarak, le ha pedido la dimisión, Obama contestó que el presidente egipcio "debe consultar con sus colaboradores y escuchar a su pueblo" y que, después de haber aceptado no volver a presentarse, "después de ese paso psicológico, ahora Mubarak, que desea lo mejor para su país, que es orgulloso pero también es patriota, debe pensar en su legado, y mi esperanza es que sabrá tomar la decisión correcta".
Es una invitación clara a Mubarak a que se vaya ahora, con ciertas posibilidades de dar paso a una transición ordenada y mantener la cabeza alta, o condenarse y condenar a su nación a una crisis larga y de perspectivas siniestras. Hasta aquí ha llegado por ahora Estados Unidos. Si Mubarak insiste en prolongar su mandato, probablemente la Casa Blanca buscará otras medidas. Pero, por el momento, pretende que el protagonismo de esta situación radique en El Cairo, no en Washington.
Obama aseguró que el destino de Egipto será decidido por los propios egipcios, no por Estados Unidos, y que los detalles de la transición que el Gobierno norteamericano solicita deben ser acordados por el pueblo egipcio en conversaciones en las que participe una amplia representación de la sociedad.
Con esa declaración, el presidente estadounidense intentó disipar las sospechas de que su Administración está jugando bajo la mesa un papel mayor del que reconoce en público y que está actuando, en realidad, como un mediador entre la oposición, el presidente Hosni Mubarak y lo que queda de su régimen.
"El futuro de Egipto será decidido por su pueblo. No nos corresponde a nosotros decidirlo. Washington sostiene que la transición debe empezar ahora y debe conducir a unas elecciones libres y justas. Pero los detalles de esa transición serán decididos por su pueblo", aseguró Obama en una breve conferencia de prensa -dos preguntas en total- junto al primer ministro de Canadá, Steven Harper.
En su primera comparecencia ante los periodistas desde el estallido de las protestas en Egipto, el presidente norteamericano no avanzó mucho en la escalada de presión que Washington viene ejerciendo sobre Mubarak a lo largo de toda la semana. Insistió en que "la violencia o la represión no van a resolver los problemas" que ese país tiene por delante y llamó al Gobierno egipcio a "asumir la responsabilidad de que se respetan los derechos de los manifestantes".
Obama sonó esta vez más esperanzado que preocupado por la situación en Egipto. "Creo que Egipto tiene una buena oportunidad de moldear un brillante futuro", manifestó. La extrema brevedad de la conferencia de prensa se explica por el temor del presidente norteamericano a una mínima indiscreción que eche por la borda lo que hasta ahora ha sido un excelente manejo de una crisis muy difícil. Una semana después de saltar por los aires la estabilidad que ha sostenido durante tres décadas al principal aliado norteamericano en el mundo árabe, Estados Unidos conserva aún espacio político y capacidad de influencia como para pilotar el futuro del país, casi en cualquier coyuntura. Eso es, sin duda, un éxito que Obama intenta preservar.
La actividad mediadora de la Administración norteamericana es intensa e inocultable. Desde el presidente hacia abajo, cada uno de los altos responsables del Gobierno habla a diario con sus equivalentes en El Cairo en lo que Obama describió ayer como "un intenso seguimiento de la situación". Ese seguimiento incluye, por supuesto, a Mohamed el Baradei y otros miembros de la oposición, con los que existen continuos contactos.
Pero Estados Unidos intenta mantener esta actividad sin pasar la línea en que podría convertirse en un intervencionismo que deslegitimase esa transición a los ojos del pueblo egipcio y de otros países árabes. Ese es otro frente al que Washington presta atención. La Administración norteamericana busca un mayor compromiso del mundo árabe en el apoyo a una salida democrática en Egipto.
Barack Obama pidió este viernes al presidente egipcio, Hosni Mubarak, que "escuche la voz de su pueblo" en relación con su voluntad de permanecer en la presidencia hasta las elecciones del próximo mes de septiembre. Es lo más cerca que ha estado hasta ahora el presidente norteamericano de pedir en público lo que, probablemente, ya le ha pedido en privado, que abandone lo antes posible el poder.
Al ser preguntado si, en alguna de las dos conversaciones telefónicas que ha mantenido con Mubarak, le ha pedido la dimisión, Obama contestó que el presidente egipcio "debe consultar con sus colaboradores y escuchar a su pueblo" y que, después de haber aceptado no volver a presentarse, "después de ese paso psicológico, ahora Mubarak, que desea lo mejor para su país, que es orgulloso pero también es patriota, debe pensar en su legado, y mi esperanza es que sabrá tomar la decisión correcta".
Es una invitación clara a Mubarak a que se vaya ahora, con ciertas posibilidades de dar paso a una transición ordenada y mantener la cabeza alta, o condenarse y condenar a su nación a una crisis larga y de perspectivas siniestras. Hasta aquí ha llegado por ahora Estados Unidos. Si Mubarak insiste en prolongar su mandato, probablemente la Casa Blanca buscará otras medidas. Pero, por el momento, pretende que el protagonismo de esta situación radique en El Cairo, no en Washington.
Obama aseguró que el destino de Egipto será decidido por los propios egipcios, no por Estados Unidos, y que los detalles de la transición que el Gobierno norteamericano solicita deben ser acordados por el pueblo egipcio en conversaciones en las que participe una amplia representación de la sociedad.
Con esa declaración, el presidente estadounidense intentó disipar las sospechas de que su Administración está jugando bajo la mesa un papel mayor del que reconoce en público y que está actuando, en realidad, como un mediador entre la oposición, el presidente Hosni Mubarak y lo que queda de su régimen.
"El futuro de Egipto será decidido por su pueblo. No nos corresponde a nosotros decidirlo. Washington sostiene que la transición debe empezar ahora y debe conducir a unas elecciones libres y justas. Pero los detalles de esa transición serán decididos por su pueblo", aseguró Obama en una breve conferencia de prensa -dos preguntas en total- junto al primer ministro de Canadá, Steven Harper.
En su primera comparecencia ante los periodistas desde el estallido de las protestas en Egipto, el presidente norteamericano no avanzó mucho en la escalada de presión que Washington viene ejerciendo sobre Mubarak a lo largo de toda la semana. Insistió en que "la violencia o la represión no van a resolver los problemas" que ese país tiene por delante y llamó al Gobierno egipcio a "asumir la responsabilidad de que se respetan los derechos de los manifestantes".
Obama sonó esta vez más esperanzado que preocupado por la situación en Egipto. "Creo que Egipto tiene una buena oportunidad de moldear un brillante futuro", manifestó. La extrema brevedad de la conferencia de prensa se explica por el temor del presidente norteamericano a una mínima indiscreción que eche por la borda lo que hasta ahora ha sido un excelente manejo de una crisis muy difícil. Una semana después de saltar por los aires la estabilidad que ha sostenido durante tres décadas al principal aliado norteamericano en el mundo árabe, Estados Unidos conserva aún espacio político y capacidad de influencia como para pilotar el futuro del país, casi en cualquier coyuntura. Eso es, sin duda, un éxito que Obama intenta preservar.
La actividad mediadora de la Administración norteamericana es intensa e inocultable. Desde el presidente hacia abajo, cada uno de los altos responsables del Gobierno habla a diario con sus equivalentes en El Cairo en lo que Obama describió ayer como "un intenso seguimiento de la situación". Ese seguimiento incluye, por supuesto, a Mohamed el Baradei y otros miembros de la oposición, con los que existen continuos contactos.
Pero Estados Unidos intenta mantener esta actividad sin pasar la línea en que podría convertirse en un intervencionismo que deslegitimase esa transición a los ojos del pueblo egipcio y de otros países árabes. Ese es otro frente al que Washington presta atención. La Administración norteamericana busca un mayor compromiso del mundo árabe en el apoyo a una salida democrática en Egipto.