Los manifestantes no desesperan a pesar de la resistecia de Mubarak

El Cairo, El País
Los disparos de esta madrugada en la plaza de la Liberación han despertado a los grupos de manifestantes que dormitaban después de un día de protestas. Continúan creyendo en la victoria, pero el de Hosni Mubarak está siendo un largo adiós. Su era ha terminado y la gran mayoría de la sociedad egipcia se sitúa ya mentalmente en el día después; y a pesar de ello, el presidente permanece en su puesto. La llamada Jornada de Despedida convocada por la oposición movilizó ayer de nuevo a centenares de miles de personas en el centro de El Cairo y Alejandría sin que la crisis se desbloqueara. Y se registraron nuevos actos de violencia por parte de los inmovilistas, que prefirieron bautizar el día como Jornada de la Lealtad. Es imposible aventurar los próximos acontecimientos, pero no cabe esperar en Egipto una revolución de terciopelo sino una temporada áspera y tumultuosa.

No queda nada claro que el régimen se esté tambaleando: por debajo del presidente Hosni Mubarak está el Ejército, el zócalo duro del Estado. A la vista de la soltura con que los militares dominan la situación en las calles, modulando a voluntad el nivel de las protestas reformistas y la violencia inmovilista, podría sospecharse que incluso el aparente descontrol y las batallas campales (mucho más limitadas ayer) están siendocontrolados por la institución más poderosa y respetada del país.

Mientras, la última cifra facilitada por el Ministerio de Sanidad señala que son11 los fallecidos desde el miércoles y más de 5.000 los heridos. La ONU hizo ayer alusión a "informes no confirmados que sugieren que más de 300 personas han sido asesinadas" desde el inicio de las protestas.

Deserciones en el bando de Mubarak

El Ejército tiene las manos libres. El ministro de Defensa y viceprimer ministro, Mohamed Tantawi, se permitió acudir ayer por la mañana a la plaza de la Liberación, en donde permanecían miles de manifestantes tras una nueva noche de enfrentamientos y a donde empezaban a afluir miles de personas para gritar, una vez más, adiós a Mubarak. Tantawi dijo que solo quería pasar revista a las tropas desplegadas en torno a la plaza de forma más densa y efectiva que en anteriores jornadas. El significado real de su gesto era difícil de interpretar; demostraba, en cualquier caso, que las máximas autoridades militares podían permitirse pasear por entre los manifestantes y departir con ellos.

Otro gesto significativo fue la aparición en la plaza de Amr Musa, exministro de Asuntos Exteriores con Mubarak y actual secretario general de la Liga Árabe. Musa comentó que sopesaba la opción de presentarse como candidato a las elecciones presidenciales, previstas para septiembre. El hecho de que un hombre incrustado en la élite política egipcia y árabe se pasara al bando de la protesta indicó, al margen de un mayor o menor oportunismo, hacia dónde sopla el viento de la historia. Con todos los corredores tomando posición de salida a nadie le ha pasado desapercibido el movimiento de Youssef Boutros Gali, hijo del exsecretario general de Naciones Unidas Boutros Boutros Gali, pero, sobre todo, ministro de Economía con Mubarak desde 2004. El vástago de la saga deja con efecto "inmediato" la presidencia del comité financiero del Fondo Monetario Internacional que ocupaba desde octubre de 2008.

Manifestación sin éxito

Las manifestaciones del Día de la Despedida fueron multitudinarias, tanto en El Cairo, donde sumaron varios centenares de miles de personas, como en Alejandría. No fueron, sin embargo, manifestaciones asombrosas. Podían compararse con las del pasado martes. Si se esperaba un movimiento de masas gigantesco, decisivo, capaz de quebrar la resistencia de Mubarak, el intento no alcanzó el éxito. Se quedó a un paso del mismo. El empuje de la revuelta seguía realmente a un paso del triunfo, situado en la caída de Mubarak. Nadie sabía cuánto puede costar dar ese paso. Unos días, unas semanas, tal vez más.

Por lo pronto, el primer ministro, Ahmed Shafiq, reiteró el compromiso del Gobierno a no usar la fuerza para expulsar a los manifestantes de la plaza de la Liberación. "Son libres de quedarse, y ninguna persona será arrestada por participar en las protestas mientras no haya cometido actos de violencia o vandalismo", aseguró.

Los esfuerzos estadounidenses por patrocinar una "transición pilotada" de acuerdo con el Ejército que apartara, de alguna forma, el bloqueo personificado por Mubarak, no obtuvieron resultados por el momento. Además de la resistencia personal de Mubarak (un hombre con una fortuna estimada en 1.700 millones de dólares) y su círculo más próximo, la cúpula militar, perfectamente confundible con la cúpula gubernamental, insiste en la necesidad de mantener la legalidad y el respeto a la Constitución. Eso implica numerosas dificultades. Por ejemplo, la de iniciar un proceso de transición con un Parlamento recién constituido tras unas elecciones amañadas y boicoteadas por la oposición moderada y los candidatos independientes de los Hermanos Musulmanes, con el resultado de un 90% de los escaños para el Partido Nacional Democrático de Mubarak.

Otra dificultad radica en cómo, en caso de dimisión de Mubarak, podría apañárselas para ocupar la presidencia el vicepresidente Omar Suleimán, considerado el "hombre fuerte" de la situación y el depositario de la confianza de estadounidenses e israelíes: la Constitución dice que si Mubarak se fuera, debería sucederle el anodino presidente del Parlamento.

A esos comicios no se presentará, aunque se lo permitan, el líder opositor Mohamed el Baradei, según ha asegurado éste al diario austriaco Der Standard. En esas declaraciones, El Baradei ha añadido que, de momento, se conforma con ser "un agente para el cambio".

Acoso a periodistas y extranjeros


Tras dos días de violencia por parte de los fieles a Mubarak, claramente coordinada desde el poder, por más que el Gobierno lo negara, la situación general se ha hecho más tranquila. Con todo, los extranjeros, especialmente los periodistas, dependen de la suerte cada vez que tienen que pasar por uno de los numerosos controles militares. La gran mayoría de los soldados se muestran amables. No todos, sin embargo. Reporteros del diario británico The Guardian fueron, por ejemplo, detenidos y obligados a permanecer de rodillas durante más de una hora.

Más peligroso es topar con los grupos de inmovilistas armados con porras y cuchillos, que ya no pululan por toda la ciudad sino que se concentran al norte de la plaza de la Liberación en busca de pelea y de extranjeros. El Ejército les mantuvo a distancia de los manifestantes de la plaza, usando al menos en una ocasión disparos de ametralladora al aire. A pesar de ello hubo algunos enfrentamientos callejeros, de escala muy inferior a los registrados el jueves.

El Gobierno sigue alimentando la patraña de que la masiva revuelta está inspirada y dirigida desde el exterior por enemigos de Egipto, difundiendo rumores y protestando contra las "injerencias" del secretario general de la ONU, de Estados Unidos y, en general, de cualquier institución foránea que reclamara diálogo, reformas y el fin de la represión. Grupos de matones asaltaron sedes de la televisión Al Yazira y de los Hermanos Musulmanes. Varios periodistas de Al Yazira decidieron abandonar temporalmente Egipto por razones de seguridad y los equipos de la estadounidense CNN optaron por refugiarse en un "paradero desconocido".

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