La rebelión estalla en Trípoli

Las fuerzas de Gadafi disparan fuego real contra miles de manifestantes en la capital - El hijo del tirano admite problemas en el oeste y ofrece negociar con "los terroristas"

Trípoli, El País
Trípoli se unió ayer a la revolución libia que trata de acabar con 41 años de dictadura de Gadafi. A las dos de la tarde, tras el rezo del viernes, miles de personas ocuparon las calles de los barrios de Fashlum, Zauia, Bin al Shur, Al Siahia y Dohmani, y Janzur. La respuesta del régimen fue abrir fuego a discreción. Cinco personas murieron en Janzur, al oeste de la capital, según testigos citados por la agencia Reuters. En los demás barrios, la policía de Gadafi trató de reprimir las protestas con gases lacrimógenos y detenciones. La cadena Al Arabiya informó de otras dos muertes.

Saif el Islam, hijo del dictador, reconoció anoche que el Ejército no logra avanzar en el oeste y adelantó la inminencia de un alto el fuego, previa negociación con "los terroristas", informa Reuters. En un encuentro con los primeros periodistas extranjeros llegados a Trípoli bajo escolta oficial, Saif el Islam dijo: "En Misrata y en Zauiya tenemos problemas. Estamos tratando con terroristas... El Ejército ha decidido no atacar a los terroristas, y dar una oportunidad a la negociación. Esperamos poder hacerlo pacíficamente y conseguirlo mañana [por hoy]", aseguró el hijo de Gadafi.

A primera hora de la tarde, el dictador eligió la plaza Verde, la entrada a la ciudad desde el puerto, para pronunciar ante una multitud su tercer discurso de la semana, el más incendiario hasta ahora: "Vamos a responder a todo extranjero, como hemos hecho antes en el pasado. Esta es la fuerza del pueblo libio. Si quieren pelea, la tendrán". Sus palabras trataban de alentar a sus seguidores, a los que llamó a iniciar una masacre en las calles. Para ello, anunció que abrirá el arsenal de la ciudad y facilitará armas a todos los que quieran luchar junto a él. "Preparaos para defender Libia", "triunfaré sobre los enemigos", "la gente de Libia me ama", "seguid bailando, seguid cantando", fueron algunas de las frases que dijo el dictador, cada vez menos líder de un país que se le ha levantado por los dos costados, este y oeste, y que avanza cada día un poco más hacia su palacio para unirse con la gente de Trípoli y dar la puntilla al régimen.

Los pocos testimonios de la revuelta en las calles de la capital vinieron de la red social Twitter. Muchos teléfonos no funcionaban y solo los mensajes desde algunas cuentas de la red social, como la de Movimiento Juvenil Libio, servían para hacerse una idea de lo que estaba pasando. "Los médicos que tratan de ayudar a los heridos son golpeados por las fuerzas de Gadafi", señalaba uno de esos mensajes. Los que intentaron contar algo a los medios de comunicación fueron reprimidos sin contemplaciones. Una llamada telefónica de la cadena Al Yazira a uno de los manifestantes acabó con un silencio inquietante. La presentadora de la cadena de televisión hablaba con el hombre cuando un agente de Gadafi se dirigió hacia él. "¡Dame tu teléfono, dame tu teléfono! No puedes hablar con Al Yazira", se oyó al otro lado del teléfono. La presentadora preguntó varias veces por el hombre pero nadie respondió.

La situación en el aeropuerto también es caótica. Mientras miles de personas siguen esperando para ser evacuadas, las fuerzas gubernamentales se desplegaban en la carretera y registraban todos los coches.

Nadie sabe con certeza hacia dónde se inclina la balanza en la capital, aunque algunas informaciones aseguraban ayer que la mayoría de los barrios en los que se habían producido disturbios habían sido finalmente controlados por los manifestantes. Si fuera así, el régimen tendría los días, quizás las horas, contados. Lo que ocurra depende de la resistencia de los habitantes de Trípoli, pero, sobre todo, de los movimientos que se están produciendo en el este y oeste de Libia. Los ciudadanos y los militares desertores han tomado las principales ciudades orientales (Bengasi, Tobruk y Misrata) pero aún se hallan lejos de la capital. Lo mismo ocurre en la parte occidental, donde los puntos más importantes (Zuara, Sebrata y Zauiya) también han sido tomados. En esta última ciudad, sin embargo, a unos 50 kilómetros de Trípoli, se vive un combate intermitente que de ser ganado por los rebeldes les llevaría a conquistar la capital del país. "Ya no hay tropas allí", dijo un habitante de Trípoli a Reuters que venía de Zauiya. "Pero la mayoría de los habitantes de la ciudad permanecen en sus casas y en la calle solo están las milicias y los comités revolucionarios".

Lo que sí es indudable es que el régimen personalista que el coronel ha impuesto en el país ha perdido todos los apoyos que le quedaban y su fuerza se circunscribe a su palacio y su guardia, un número indeterminado de mercenarios que siembran el pánico allá donde ponen el pie y algunos ciudadanos que todavía le siguen. Pero ni los soldados ni sus diplomáticos ni las alianzas internacionales que ha tejido con cuidado durante todos estos años con el petróleo se sostienen ya.

En la frontera, el continuo trasiego de refugiados seguía su curso como en los últimos días. Muchos de los que cruzaron ayer eran egipcios. El Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados los llevó a un campamento instalado cerca de allí para llevarlos luego hasta El Cairo.

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