El Ejército desaloja a los últimos de la plaza de la Liberación

Policías militares han conminado a los que aún seguían acampados en la plaza de El Cairo a recoger sus cosas y marcharse a casa bajo amenaza de arresto

ENRIC GONZÁLEZ / NURIA TESÓN, El Cairo
La plaza de la Liberación de El Cairo, corazón de la revuelta que el viernes acabó con los 30 años de régimen de Hosni Mubarak, ha quedado hoy despejada de manifestantes. El Ejército, ahora poder supremo en el país tras la renuncia de Mubarak y la toma del poder por el mariscal Tantaui como líder del Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas, ha ordenado esta mañana a las escasas docenas de egipcios que aún seguían en la plaza que recogiesen sus cosas y desalojasen, bajo la amenaza de ser arrestados.

Un grupo de soldados ha rodeado a los que aún seguían en la plaza Tahrir y les han conminado a primera hora de la mañana a recoger sus bártulos y despejar el lugar en una hora. "Tenemos una hora, estamos rodeados de policía militar. No sabemos qué hacer. Estamos discutiendo qué hacer", declaraba uno de los últimos de la plaza a la agencia Reuters. Ha añadido que uno de los agentes les ha asegurado que, si no se marchaban, serían arrestados. Policías militares con boinas rojas conminaban a los rezagados a apurar sus últimos momentos en una plaza en la que se han llegado a juntar cientos de miles de voces y que tras dos semanas largas de gritos y protestas pacíficas -solo el viernes 1 de febrero fue escenario de violencia, por la irrupción de cientos de partidarios de Mubarak con la intención de reventar la protesta- consiguió el pasado viernes forzar la salida de un presidente que había ejercido el poder durante tres décadas.

El Ejército es ahora quien tiene el poder supremo. Tras la salida de Mubarak el viernes, fue el Ejército, institución respetada por los egipcios y que ha intentado jugar a la equidistancia durante la revuelta, asumió todo el poder. El mariscal Mohamed Tantaui, hasta el momento ministro de Defensa de Mubarak, asumió todo el poder: Ayer emitió un comunicado en el que el Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas gobernaría por decreto, se suspendía la Constitución y se disolvían las dos Cámaras del Parlamento y se anunciaban elecciones para dentro de seis meses. De momento, el estado de excepción, inherente al régimen de Mubarak, no ha sido levantado. Los militares prometen hacerlo en cuanto "la situación de seguridad" lo haga posible.

Mientras, las nuevas autoridades militares intentan que el país vuelva a la normalidad y que no vayan más allá los daños económicos que ha sufrido el país tras más de dos semanas de parálisis. Antes de su marcha, Mubarak, en un intento de mantener el poder, subió el sueldo a los funcionarios y a los pensionistas.

Poco antes de que la plaza de la Liberación quedase libre de manifestantes anti-Mubarak, varios cientos de policías, vestidos de uniforme y de civil, han marchado en la plaza para expresar su solidaridad con los opositores al dictador que han conseguido su salida tras 18 días de protestas. Ondeando banderas de Egipto, los policías han coreado eslóganes como "Nosotros y el pueblo somos uno" y han rendido homenaje a los "mártires de la revolución".

Al inicio de la revuelta, la policía, controlada por el régimen, fue la encargada de reprimir a los manifestantes, ahondando aun más el odio que los egipcios sentían hacia ella, a la que consideraban el brazo armado de la tiranía. A los tres días de iniciada la revuelta, los policías desaparecieron de las calles tras haber usado todos sus medios infructuosamente para contener la ola de protesta. Algunos cargos medios y bajos de la policía sostienen que han sido injustamente acusados de traición y de enemigos de la revuelta.

"Estamos con el pueblo. Pedimos a la gente de Egipto que no nos hagan el vacío, no somos el enemigo", declaraba a Reuters el teniente Mohammed Mestekawy. "Estamos juntos en esto y hemos sido maltratados por el mismo sistema. Muchos policías han muerto en la revuelta con los otros [manifestantes]", decía. "Los altos cargos son corruptos, pero nosotros compartimos los mismos problemas que el resto de los egipcios, bajos salarios, falta de libertad, humillaciones", ha declarado Salah Mohamed, agente durante 15 años.

No todos les creían. Ha habido alguna escaramuza entre los policías y algunos civiles que los acusaban de querer subirse a un carro que no es suyo y apropiarse de su revolución. "No les creo. ¿Dónde estaban cuando los matones [del régimen] mataron a mi hermano?, gritaba Samah Hassan, un transeúnte que se ha enzarzado con un agente. "Van por libre, quieren reclamar para ellos la revolución", decía.

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