EE.UU. y China: socios y rivales
Carlos Chirinos, BBC Mundo, Washington
Pocas veces en la historia, países tan estrechamente vinculados se han quejado tanto el uno del otro. EE.UU. quiere que China revalúe su moneda para reducir sus "excesivas" ventajas competitivas. Y China quiere que EE.UU. garantice el pago de los bonos del Tesoro estadounidense, del cual es el principal acreedor.
Esas tensas expectativas quizá no serán el tema central del encuentro de este jueves en Washington entre el presidente Barack Obama y su par chino, Hu Jintao, pero son el constante ruido de fondo en el que se mueve la relación entre ambos gigantes.
En Obama y Jintao muchos ven a los líderes de dos naciones destinadas a ser rivales de una futura nueva Guerra Fría, porque como sucedía con la desaparecida Unión Soviética, la China comunista es el adversario ideológico de EE.UU. y eventualmente puede convertirse en un contendiente militar.
Pero a diferencia del enfrentamiento con los soviéticos en la última mitad del siglo XX, el vínculo sino-estadounidense está caracterizado por una mutua dependencia que modera la fuerza de los choques y la manera de resolverlos.
De mutua necesidad
La rivalidad entre China y EE.UU. se expresa sólo en lo político, porque en lo económico los chinos han abrazado agresivamente desde hace más de tres décadas una filosofía de libre mercado que les ha permitido mantener elevados niveles de crecimiento.
En esas tres décadas, los chinos han acogido capitales, empresas y métodos industriales occidentales para crear una enorme maquinaria de producción destinada fundamentalmente a la exportación y, en menor medida, a satisfacer la demanda de la cada vez más consumista sociedad china.
La prosperidad económica china, a la par que aumentó su poder y prestigio internacional, intensificó la interdependencia bilateral.
Hoy China es el segundo proveedor comercial de EE.UU. y el mayor acreedor de la deuda pública de ese país, por lo que tanto su capacidad de exportación, como su salud financiera están atadas a la recuperación de la todavía primera economía mundial.
Pulso de declaraciones
En los días previos a la visita de Hu Jintao, una serie de declaraciones de funcionarios de ambos gobiernos contribuyeron a dar la sensación de que el encuentro con Obama podría tratarse de un choque de titanes.
El miércoles pasado el Secretario del Tesoro, Timothy F. Geithner, dijo en un evento en Washington que mantener subvaluado al renminbi o yuan, la moneda china, "no es una política sostenible para China ni para el mundo económico".
Muchos culpan a esa "subvaluación" de contribuir con el gigantesco déficit comercial de EE.UU. en su intercambio con China que, aunque se redujo ligeramente a causa de la crisis económica en 2009, alcanzó los US$ 230.000 millones, de acuerdo con la Comisión Internacional de Comercio de EE.UU.
Los chinos afirman que reevaluar su moneda no solucionará el problema y afirman que son las limitaciones estadounidenses al comercio, como los controles en la venta de tecnología, lo que hace la diferencia entre lo que exportan y lo que importan de EE.UU.
Para ilustrar el argumento, Pekín destaca cómo de 2005 a 2008, el yuan se apreció un 20% frente al dólar y, sin embargo, el déficit comercial creció en 50% en ese período.
Lejos de la Guerra Fría
También el miércoles pasado, en Pekín, el vicecanciller chino, Cui Tiankai, dijo que su país quiere que "Washington le asegure la salud de sus activos financieros", bonos y otros papeles que para 2010 alcanzaban los US$ 907.000 millones, de acuerdo con el Departamento del Tesoro.
Sin embargo, al final de sus intervenciones tanto Tiankai como Geithner redujeron el tono de sus críticas y dejaron claro que sus gobiernos están dispuestos a negociar y coordinarse para superar los desequilibrios numéricos que tiene la relación bilateral.
"La competencia con China tiene poco en común con la de la Guerra Fría", considera Dan Blumenthal, director de estudios asiáticos del Instituto Estadounidense de Empresa, un centro que estudia políticas públicas para promocionar la libre empresa.
"Esta competencia se desarrolla bajo condiciones de profunda interdependencia económica" afirma Blumenthal, aunque reconoce que en lo militar la evaluación del balance de poder entre ambos "no es menos importante que lo era durante la competencia con la Unión Soviética".
En el Congreso estadounidense muchos denuncian la supuesta escalada militar china, con sus nuevos desarrollos balísticos y el avión "indetectable" que presentó la semana pasada, como evidencia de la amenaza militar en la que se estaría convirtiendo.
"Malas interpretaciones"
Desde 1980, el superávit comercial acumulado de China con EE.UU. alcanza los US$2.100 billones, una buena parte de los US$2.400 billones que tiene en reservas.
La Casa Blanca sigue una muy criticada política de endeudamiento para estimular la recuperación económica, que a los chinos parece venirles como anillo al dedo para darle salida a ese gigantesco excedente financiero.
Por eso muchos afirman que China se ha convertido así en el "banquero" que financia el déficit fiscal estadounidense y por tanto estarían en una relación de relativo poder frente a Washington que les permitiría obviar críticas a su política monetaria, o en el terreno de los derechos humanos y la apertura política.
Sin embargo, esa visión "malinterpreta" el papel de prestamista de los chinos, según Dereck Scissors, analista de la Fundación Heritage, un centro de estudios de tendencia conservadora de Washington.
"No hay suficiente oro, hierro o incluso petróleo para comprar. Así que algún dinero debe regresar a los mercados de bonos y acciones estadounidense, los únicos en el mundo suficientemente grandes para absorber las ganancias comerciales de China", afirma Scissors.
Lo cierto es que Washington y Pekín pueden no considerarse socios plenos, o al menos no socios plenamente confiados el uno del otro, pero por esa interdependencia su rivalidad parece estar destinada más a la coordinación y la cooperación que a la confrontación.
Pocas veces en la historia, países tan estrechamente vinculados se han quejado tanto el uno del otro. EE.UU. quiere que China revalúe su moneda para reducir sus "excesivas" ventajas competitivas. Y China quiere que EE.UU. garantice el pago de los bonos del Tesoro estadounidense, del cual es el principal acreedor.
Esas tensas expectativas quizá no serán el tema central del encuentro de este jueves en Washington entre el presidente Barack Obama y su par chino, Hu Jintao, pero son el constante ruido de fondo en el que se mueve la relación entre ambos gigantes.
En Obama y Jintao muchos ven a los líderes de dos naciones destinadas a ser rivales de una futura nueva Guerra Fría, porque como sucedía con la desaparecida Unión Soviética, la China comunista es el adversario ideológico de EE.UU. y eventualmente puede convertirse en un contendiente militar.
Pero a diferencia del enfrentamiento con los soviéticos en la última mitad del siglo XX, el vínculo sino-estadounidense está caracterizado por una mutua dependencia que modera la fuerza de los choques y la manera de resolverlos.
De mutua necesidad
La rivalidad entre China y EE.UU. se expresa sólo en lo político, porque en lo económico los chinos han abrazado agresivamente desde hace más de tres décadas una filosofía de libre mercado que les ha permitido mantener elevados niveles de crecimiento.
En esas tres décadas, los chinos han acogido capitales, empresas y métodos industriales occidentales para crear una enorme maquinaria de producción destinada fundamentalmente a la exportación y, en menor medida, a satisfacer la demanda de la cada vez más consumista sociedad china.
La prosperidad económica china, a la par que aumentó su poder y prestigio internacional, intensificó la interdependencia bilateral.
Hoy China es el segundo proveedor comercial de EE.UU. y el mayor acreedor de la deuda pública de ese país, por lo que tanto su capacidad de exportación, como su salud financiera están atadas a la recuperación de la todavía primera economía mundial.
Pulso de declaraciones
En los días previos a la visita de Hu Jintao, una serie de declaraciones de funcionarios de ambos gobiernos contribuyeron a dar la sensación de que el encuentro con Obama podría tratarse de un choque de titanes.
El miércoles pasado el Secretario del Tesoro, Timothy F. Geithner, dijo en un evento en Washington que mantener subvaluado al renminbi o yuan, la moneda china, "no es una política sostenible para China ni para el mundo económico".
Muchos culpan a esa "subvaluación" de contribuir con el gigantesco déficit comercial de EE.UU. en su intercambio con China que, aunque se redujo ligeramente a causa de la crisis económica en 2009, alcanzó los US$ 230.000 millones, de acuerdo con la Comisión Internacional de Comercio de EE.UU.
Los chinos afirman que reevaluar su moneda no solucionará el problema y afirman que son las limitaciones estadounidenses al comercio, como los controles en la venta de tecnología, lo que hace la diferencia entre lo que exportan y lo que importan de EE.UU.
Para ilustrar el argumento, Pekín destaca cómo de 2005 a 2008, el yuan se apreció un 20% frente al dólar y, sin embargo, el déficit comercial creció en 50% en ese período.
Lejos de la Guerra Fría
También el miércoles pasado, en Pekín, el vicecanciller chino, Cui Tiankai, dijo que su país quiere que "Washington le asegure la salud de sus activos financieros", bonos y otros papeles que para 2010 alcanzaban los US$ 907.000 millones, de acuerdo con el Departamento del Tesoro.
Sin embargo, al final de sus intervenciones tanto Tiankai como Geithner redujeron el tono de sus críticas y dejaron claro que sus gobiernos están dispuestos a negociar y coordinarse para superar los desequilibrios numéricos que tiene la relación bilateral.
"La competencia con China tiene poco en común con la de la Guerra Fría", considera Dan Blumenthal, director de estudios asiáticos del Instituto Estadounidense de Empresa, un centro que estudia políticas públicas para promocionar la libre empresa.
"Esta competencia se desarrolla bajo condiciones de profunda interdependencia económica" afirma Blumenthal, aunque reconoce que en lo militar la evaluación del balance de poder entre ambos "no es menos importante que lo era durante la competencia con la Unión Soviética".
En el Congreso estadounidense muchos denuncian la supuesta escalada militar china, con sus nuevos desarrollos balísticos y el avión "indetectable" que presentó la semana pasada, como evidencia de la amenaza militar en la que se estaría convirtiendo.
"Malas interpretaciones"
Desde 1980, el superávit comercial acumulado de China con EE.UU. alcanza los US$2.100 billones, una buena parte de los US$2.400 billones que tiene en reservas.
La Casa Blanca sigue una muy criticada política de endeudamiento para estimular la recuperación económica, que a los chinos parece venirles como anillo al dedo para darle salida a ese gigantesco excedente financiero.
Por eso muchos afirman que China se ha convertido así en el "banquero" que financia el déficit fiscal estadounidense y por tanto estarían en una relación de relativo poder frente a Washington que les permitiría obviar críticas a su política monetaria, o en el terreno de los derechos humanos y la apertura política.
Sin embargo, esa visión "malinterpreta" el papel de prestamista de los chinos, según Dereck Scissors, analista de la Fundación Heritage, un centro de estudios de tendencia conservadora de Washington.
"No hay suficiente oro, hierro o incluso petróleo para comprar. Así que algún dinero debe regresar a los mercados de bonos y acciones estadounidense, los únicos en el mundo suficientemente grandes para absorber las ganancias comerciales de China", afirma Scissors.
Lo cierto es que Washington y Pekín pueden no considerarse socios plenos, o al menos no socios plenamente confiados el uno del otro, pero por esa interdependencia su rivalidad parece estar destinada más a la coordinación y la cooperación que a la confrontación.