La "guerra de divisas" se extiende a la mesa de negociación del G20
Seúl, Agencias
Los mandatarios del G20 han comenzado a llegar a Seúl para la cumbre del jueves y viernes, pero las posturas de los países sobre la política cambiaria están tan distanciadas, que de momento las negociaciones sólo han generado tensiones y gritos acalorados.
Los negociadores de las naciones del G20 ("sherpas") trabajan a estas horas contrarreloj para consensuar el comunicado final que suscribirán los jefes de Estado y de Gobierno el próximo viernes, y que teóricamente debe permitir que los países cambien sus políticas para reducir las brecha que separa a los ricos de los emergentes.
Pero las posiciones están tan enrocadas que la "guerra de las divisas" está provocando una campaña campal también en la mesa de negociación.
"El debate es tan acalorado -dijo hoy a la prensa uno de los portavoces de la cumbre, Kim Yoon-Kyung-, que cuando entré ayer en la habitación donde estaban reunidos tuve que dejar la puerta abierta para que se enfriara el ambiente".
"Era una sala pequeña y había como 50 o 60 personas, pero todos estaban acalorados, y alguno incluso alzaba la voz", precisó el portavoz, quien explicó que la reunión de los negociadores se inició ayer a las 10.00 horas y no acabó hasta la medianoche.
Lo mismo ocurrió con la negociación que abrieron los viceministros de economía, y que tampoco sirvió para llegar a un acercamiento.
"Cada país tiene su posición y de momento no quieren ceder", indicó Kim.
Los "sherpas" y los viceministros han retomado hoy las conversaciones, pero de momento la falta de acuerdo sobre temas como la devaluación de las divisas, la expansión monetaria de EEUU o la brecha que existe entre los superávit de los emergentes y los déficit de los avanzados ha obligado a dejar "espacios en blanco" en el borrador del comunicado final de la cumbre.
Esta situación es nueva para el G20, un grupo que se vio catapultado a la fama en 2008 gracias a su capacidad de sumar las voluntades para frenar la crisis con el lanzamiento de planes de estímulo.
Esta iniciativa funcionó, pero sobre todo para los países emergentes, lo que ha creado una situación de desigualdad que amenaza con acabar con la corta vida del G20.
EEUU se queja de que sus empresas no pueden aumentar sus exportaciones, y por tanto contratar más trabajadores, debido a la competencia de China, que mantiene artificialmente baja la cotización de su moneda para ser más competitiva y mejorar sus exportaciones
China acusa a EEUU de ser poco coherente al anunciar que va a inundar la economía con 600.000 millones de dólares, lo que provoca en realidad una devaluación del "billete verde".
Las críticas hacia Estados Unidos son generalizadas, una situación paradójica para una potencia acostumbrada a adoptar el papel de "sheriff" económico mundial.
Aun así, EEUU insiste en que China debe aumentar su demanda interna y, por tanto, las importaciones. Antes de llegar a Seúl, el presidente estadounidense, Barack Obama, dijo que "hay países que registran grandes superávit y que intervienen de manera significativa en los mercados de divisas para mantener su ventaja" competitiva.
Justo hoy, China dio a conocer los últimos datos de su superávit comercial que, lejos de reducirse, aumentó en octubre hasta los 27.150 millones de dólares.
Ante la incapacidad de llegar a un acuerdo sobre esta materia, el presidente chino, Hu Jintao, indicó que el G20 debería dar a los mercados un mensaje positivo de "unidad" ante los retos que afronta el mundo.
Los negociadores podrían introducir en el comunicado una afirmación de esta índole, poco ambiciosa pero al menos satisfactoria para todas las partes.
Con independencia del complicado asunto cambiario, los negociaciones sí han logrado consenso en otros asuntos, como dar pleno apoyo al libre comercio mundial y oponerse al proteccionismo.
Así, el comunicado final de Seúl pedirá el avance en la Ronda de Doha, y la adopción de medidas para luchar contra la corrupción y la pobreza, que han retrasado el crecimiento económico en muchos países del mundo.
Los mandatarios del G20 han comenzado a llegar a Seúl para la cumbre del jueves y viernes, pero las posturas de los países sobre la política cambiaria están tan distanciadas, que de momento las negociaciones sólo han generado tensiones y gritos acalorados.
Los negociadores de las naciones del G20 ("sherpas") trabajan a estas horas contrarreloj para consensuar el comunicado final que suscribirán los jefes de Estado y de Gobierno el próximo viernes, y que teóricamente debe permitir que los países cambien sus políticas para reducir las brecha que separa a los ricos de los emergentes.
Pero las posiciones están tan enrocadas que la "guerra de las divisas" está provocando una campaña campal también en la mesa de negociación.
"El debate es tan acalorado -dijo hoy a la prensa uno de los portavoces de la cumbre, Kim Yoon-Kyung-, que cuando entré ayer en la habitación donde estaban reunidos tuve que dejar la puerta abierta para que se enfriara el ambiente".
"Era una sala pequeña y había como 50 o 60 personas, pero todos estaban acalorados, y alguno incluso alzaba la voz", precisó el portavoz, quien explicó que la reunión de los negociadores se inició ayer a las 10.00 horas y no acabó hasta la medianoche.
Lo mismo ocurrió con la negociación que abrieron los viceministros de economía, y que tampoco sirvió para llegar a un acercamiento.
"Cada país tiene su posición y de momento no quieren ceder", indicó Kim.
Los "sherpas" y los viceministros han retomado hoy las conversaciones, pero de momento la falta de acuerdo sobre temas como la devaluación de las divisas, la expansión monetaria de EEUU o la brecha que existe entre los superávit de los emergentes y los déficit de los avanzados ha obligado a dejar "espacios en blanco" en el borrador del comunicado final de la cumbre.
Esta situación es nueva para el G20, un grupo que se vio catapultado a la fama en 2008 gracias a su capacidad de sumar las voluntades para frenar la crisis con el lanzamiento de planes de estímulo.
Esta iniciativa funcionó, pero sobre todo para los países emergentes, lo que ha creado una situación de desigualdad que amenaza con acabar con la corta vida del G20.
EEUU se queja de que sus empresas no pueden aumentar sus exportaciones, y por tanto contratar más trabajadores, debido a la competencia de China, que mantiene artificialmente baja la cotización de su moneda para ser más competitiva y mejorar sus exportaciones
China acusa a EEUU de ser poco coherente al anunciar que va a inundar la economía con 600.000 millones de dólares, lo que provoca en realidad una devaluación del "billete verde".
Las críticas hacia Estados Unidos son generalizadas, una situación paradójica para una potencia acostumbrada a adoptar el papel de "sheriff" económico mundial.
Aun así, EEUU insiste en que China debe aumentar su demanda interna y, por tanto, las importaciones. Antes de llegar a Seúl, el presidente estadounidense, Barack Obama, dijo que "hay países que registran grandes superávit y que intervienen de manera significativa en los mercados de divisas para mantener su ventaja" competitiva.
Justo hoy, China dio a conocer los últimos datos de su superávit comercial que, lejos de reducirse, aumentó en octubre hasta los 27.150 millones de dólares.
Ante la incapacidad de llegar a un acuerdo sobre esta materia, el presidente chino, Hu Jintao, indicó que el G20 debería dar a los mercados un mensaje positivo de "unidad" ante los retos que afronta el mundo.
Los negociadores podrían introducir en el comunicado una afirmación de esta índole, poco ambiciosa pero al menos satisfactoria para todas las partes.
Con independencia del complicado asunto cambiario, los negociaciones sí han logrado consenso en otros asuntos, como dar pleno apoyo al libre comercio mundial y oponerse al proteccionismo.
Así, el comunicado final de Seúl pedirá el avance en la Ronda de Doha, y la adopción de medidas para luchar contra la corrupción y la pobreza, que han retrasado el crecimiento económico en muchos países del mundo.