El Gobierno alemán y la oposición se enzarzan por el tren de la basura radiactiva
Berlín, Agencias
Los enfrentamientos por el convoy de basura radiactiva que está cruzando Alemania saltaron hoy de las vías al ámbito político, donde Gobierno y oposición se enzarzaron en una fuerte disputa por la política energética y el dispositivo policial.
Los once contenedores "Castor" con 123 toneladas de residuos altamente radiactivos se encuentran desde esta mañana en Dannenberg, la última estación del recorrido, donde pasan del tren en el que atravesaron Alemania a los camiones en los que van a recorrer los veinte kilómetros restantes hasta Gorleben.
Este trasvase es una operación delicada que precisa de hasta quince horas, por lo que la caravana de camiones no podrá partir hasta la madrugada del martes, según los expertos.
Este último tramo será el más penoso para los contenedores ya que varios miles de activistas, cientos de tractores y varios rebaños de ovejas han bloqueando la calzada por la que deben cruzar los camiones rumbo a Gorleben.
La oposición responsabilizó hoy al Ejecutivo de la canciller Angela Merkel de la violencia que se vivió ayer en las proximidades del depósito nuclear de Gorleben (norte de Alemania) y que acabó con varios policías y activistas heridos.
El Partido Socialdemócrata Alemán (SPD), Los Verdes y La Izquierda coincidieron en destacar que la reciente decisión del Gobierno de prolongar la vida media de las centrales nucleares del país ha sido el detonante de las protestas, las más violentas en quince años.
"Las mayores manifestaciones de todos los tiempos evidencian que se ha acabado la calma sobre la política atómica. La ampliación del período de funcionamiento (de las centrales nucleares) ha destrozado el consenso", aseguró Volker Beck, secretario ejecutivo del grupo parlamentario de Los Verdes.
En septiembre, el Gobierno de centro-derecha aprobó la prórroga de la vida de las 17 centrales nucleares del país una media de doce años, ocho años para las más antiguas y 14 años para las más modernas.
Esta decisión, sustentada en motivos económicos y energéticos, revocaba el acuerdo alcanzado en 2000 por el entonces gobierno socialdemócrata-verde de Gerhard Schröder, según el cual la última central en Alemania debía cerrarse el año 2021.
Sigmar Gabriel, presidente del SPD, incidió también en este asunto y ligó el retraso del apagón nuclear con el polémico mantenimiento de la actividad en Gorleben, que oficialmente es un almacén temporal pese a llevar dos décadas en funcionamiento.
En declaraciones a la cadena de televisión NDR, Gabriel acusó al Gobierno de querer emplear Gorleben, de facto, como un emplazamiento de basura nuclear de largo plazo ya que "las centrales atómicas tienen que funcionar más" tiempo.
Por su parte, el Gobierno se enrocó en su responsabilidad y en la "necesidad sin alternativas" de transportar y almacenar los residuos radiactivos procedentes de la energía nuclear nacional.
"Hemos utilizado esa electricidad (procedente de la energía nuclear). Eso produce basura de la que tenemos que ocuparnos. No podemos ignorar esto", aseguró el ministro de Medio Ambiente, Norbert Röttgen, de la Unión Cristianodemócrata (CDU).
El Gobierno defendió además la profesionalidad del dispositivo policial que asegura el convoy de residuos radiactivos, destacando la organización y previsión con que han trabajado los cerca de 20.000 agentes movilizados al efecto, el mayor despliegue en una década.
En este sentido, el portavoz del Ejecutivo, Steffen Seibert, respaldó el trabajo policial, que calificó de "muy duro, física y psicológicamente".
Sus declaraciones respondían a las afirmaciones de varios portavoces de los sindicatos policiales, que criticaron las condiciones de trabajo de los agentes que escoltan el transporte y las "erróneas decisiones políticas" que las propiciaban.
El viaje del convoy de basura radiactiva hasta el depósito nuclear, que comenzó el viernes en la planta de reprocesamiento de La Hague (Francia), se ha visto interrumpido en numerosas ocasiones por las acciones de miles de antinucleares y acumula el mayor retraso de su historia.
En las proximidades de Dannenberg se organizó este fin de semana la concentración antinuclear pacífica más concurrida en tres décadas, en la que participaron unos 50.000 manifestantes.
Los enfrentamientos por el convoy de basura radiactiva que está cruzando Alemania saltaron hoy de las vías al ámbito político, donde Gobierno y oposición se enzarzaron en una fuerte disputa por la política energética y el dispositivo policial.
Los once contenedores "Castor" con 123 toneladas de residuos altamente radiactivos se encuentran desde esta mañana en Dannenberg, la última estación del recorrido, donde pasan del tren en el que atravesaron Alemania a los camiones en los que van a recorrer los veinte kilómetros restantes hasta Gorleben.
Este trasvase es una operación delicada que precisa de hasta quince horas, por lo que la caravana de camiones no podrá partir hasta la madrugada del martes, según los expertos.
Este último tramo será el más penoso para los contenedores ya que varios miles de activistas, cientos de tractores y varios rebaños de ovejas han bloqueando la calzada por la que deben cruzar los camiones rumbo a Gorleben.
La oposición responsabilizó hoy al Ejecutivo de la canciller Angela Merkel de la violencia que se vivió ayer en las proximidades del depósito nuclear de Gorleben (norte de Alemania) y que acabó con varios policías y activistas heridos.
El Partido Socialdemócrata Alemán (SPD), Los Verdes y La Izquierda coincidieron en destacar que la reciente decisión del Gobierno de prolongar la vida media de las centrales nucleares del país ha sido el detonante de las protestas, las más violentas en quince años.
"Las mayores manifestaciones de todos los tiempos evidencian que se ha acabado la calma sobre la política atómica. La ampliación del período de funcionamiento (de las centrales nucleares) ha destrozado el consenso", aseguró Volker Beck, secretario ejecutivo del grupo parlamentario de Los Verdes.
En septiembre, el Gobierno de centro-derecha aprobó la prórroga de la vida de las 17 centrales nucleares del país una media de doce años, ocho años para las más antiguas y 14 años para las más modernas.
Esta decisión, sustentada en motivos económicos y energéticos, revocaba el acuerdo alcanzado en 2000 por el entonces gobierno socialdemócrata-verde de Gerhard Schröder, según el cual la última central en Alemania debía cerrarse el año 2021.
Sigmar Gabriel, presidente del SPD, incidió también en este asunto y ligó el retraso del apagón nuclear con el polémico mantenimiento de la actividad en Gorleben, que oficialmente es un almacén temporal pese a llevar dos décadas en funcionamiento.
En declaraciones a la cadena de televisión NDR, Gabriel acusó al Gobierno de querer emplear Gorleben, de facto, como un emplazamiento de basura nuclear de largo plazo ya que "las centrales atómicas tienen que funcionar más" tiempo.
Por su parte, el Gobierno se enrocó en su responsabilidad y en la "necesidad sin alternativas" de transportar y almacenar los residuos radiactivos procedentes de la energía nuclear nacional.
"Hemos utilizado esa electricidad (procedente de la energía nuclear). Eso produce basura de la que tenemos que ocuparnos. No podemos ignorar esto", aseguró el ministro de Medio Ambiente, Norbert Röttgen, de la Unión Cristianodemócrata (CDU).
El Gobierno defendió además la profesionalidad del dispositivo policial que asegura el convoy de residuos radiactivos, destacando la organización y previsión con que han trabajado los cerca de 20.000 agentes movilizados al efecto, el mayor despliegue en una década.
En este sentido, el portavoz del Ejecutivo, Steffen Seibert, respaldó el trabajo policial, que calificó de "muy duro, física y psicológicamente".
Sus declaraciones respondían a las afirmaciones de varios portavoces de los sindicatos policiales, que criticaron las condiciones de trabajo de los agentes que escoltan el transporte y las "erróneas decisiones políticas" que las propiciaban.
El viaje del convoy de basura radiactiva hasta el depósito nuclear, que comenzó el viernes en la planta de reprocesamiento de La Hague (Francia), se ha visto interrumpido en numerosas ocasiones por las acciones de miles de antinucleares y acumula el mayor retraso de su historia.
En las proximidades de Dannenberg se organizó este fin de semana la concentración antinuclear pacífica más concurrida en tres décadas, en la que participaron unos 50.000 manifestantes.