La biodiversidad divide al mundo
Redacción, BBC Mundo
¿Si una empresa farmacéutica crea un medicamento a partir de un árbol de la Amazonia, debe compensar a la comunidad que descubrió las propiedades de la planta? ¿Quién debe afrontar el costo de preservar los ecosistemas?
Éstas son algunas de las preguntas que deberán responder representantes de más de 190 países reunidos a partir de este lunes en Nagoya, Japón, en la Cumbre de Biodiversidad.
El objetivo del encuentro es combatir el alarmante ritmo de destrucción de la naturaleza y buscar formas innovadoras de financiar su preservación.
Además de fijar nuevas metas para la protección de especies y ecosistemas, la cumbre discutirá un protocolo tan vital como polémico, que busca regular el acceso a los recursos genéticos de las plantas y cómo se reparten los beneficios derivados de ellas.
Los países signatarios de la Convención de Biodiversidad llegan a Nagoya en momentos en que el ritmo de pérdida de especies es 1.000 veces superior al considerado natural, según los expertos.
"Estamos próximos a un punto sin retorno, en el que la pérdida de la biodiversidad será irreversible y podemos llegar a ese punto en diez años si no actuamos", advirtió el primer ministro de Japón, Ryo Matsumoto, al inaugurar el encuentro.
Lo que está en juego no es sólo la desaparición de plantas o animales. Por primera vez este año varios informes dejaron en claro que si no se detiene el actual ritmo de destrucción de la biodiversidad, ello tendrá consecuencias catastróficas para la economía mundial.
Fracaso colectivo
La Convención fue acordada en la primer Cumbre de la Tierra en Río de Janeiro en 1992. Y fue una década después, en Johanesburgo, que los países miembros de la Convención fijaron metas para "reducir significativamente la pérdida de especies" para 2010, declarado año de la biodiversidad.
Hay consenso en el nivel mundial de que el proceso falló rotundamente. "La comunidad internacional ha fracasado individual y colectivamente en implementar las metas de biodiversidad", le dijo a BBC Mundo Ahmed Djoghlaf, secretario ejecutivo de la Convención.
"Tengamos el coraje de mirar a nuestros hijos a los ojos y admitir el fracaso... admitir que continuamos perdiendo biodiversidad a un ritmo sin precedentes, hipotecando su futuro", advirtió Djoghlaf este lunes al inaugurar la cumbre.
El informe global sobre biodiversidad publicado en mayo, "Global Biodiversity Outlook", alerta que la población de especies de vertebrados silvestres cayó mas de un tercio entre 1970 y 2006, y que el 40% de las especies de anfibios y de aves están decayendo.
Otros estudios hablan de tendencias similares. El 20% de los corales han sido destruidos en décadas recientes y una de cada cinco plantas está amenazada de extinción, según un reporte publicado en setiembre por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (IUCN, por sus siglas en inglés).
El cactus de la discordia
Uno de los temas más controvertidos en Nagoya es el llamado protocolo ABS (siglas en inglés de Access and Benefit Sharing), con el que se busca regular el acceso a los recursos genéticos de las plantas y el reparto de los beneficios que se logren a partir de ellas.
"Hasta hoy el acceso no ha sido regulado, en muchos casos ha sido abierto y eso ha generado una enorme desigualdad en el reparto de beneficios", le dijo a BBC Mundo Gonzalo Oviedo, asesor en políticas sociales de la IUCN.
La importancia de lo que está en juego queda en claro con el ejemplo del cactus conocido como "hoodia", usado durante siglos por las poblaciones San del desierto de Kalahari, en África, para aliviar el hambre.
La industria farmacéutica descubrió que las propiedades del cactus se podían utilizar para combatir la obesidad y comenzó a comercializar productos derivados de la planta, tanto sintéticos como naturales.
"Cuando se inició este proceso nadie reconocía que el descubrimiento de las propiedades de la planta fue hecho por las poblaciones San del Kalahari, que no recibieron compensación".
"Fue sólo a lo largo de los años que se lograron acuerdos entre el gobierno de Sudáfrica, las comunidades y las empresas farmacéuticas para establecer un régimen de beneficios y determinar que la propiedad intelectual del descubrimiento de las propiedades les pertenece a las comunidades. Eso es lo que se busca con el protocolo", afirma Oviedo.
Algunos en la industria farmacéutica expresan preocupación.
"Ya gastamos enormes cantidades de dinero en investigación para desarrollar medicamentos. Costos adicionales por pago de regalías cambiarían completamente el panorama. Y podrían hacer que la búsqueda de nuevos productos pierda impulso", dice Yuji Watanabe, director de propiedad intelectual de Astellas Pharma, la segunda empresa farmacéutica de Japón.
Quién paga por los servicios
El costo de dañar al planeta salta a la vista en la provincia china de Sichuan, donde puede verse cada abril a miles de trabajadores colocando polen a mano, flor por flor, en las plantaciones de perales. La labor manual es necesaria desde que el uso intensivo de pesticidas devastó a los polinizadores naturales, las abejas.
El perjuicio causado por la actividad humana al medio ambiente en 2008 fue de entre US$2 billones y US$4,5 billones, según un reciente estudio del Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente, titulado "La Economía de los Ecosistemas y la Biodiversidad" (TEEB, por sus siglas en inglés).
La menor de las dos cifras es equivalente a toda la producción anual del Reino Unido o Italia.
Un segundo estudio, también realizado para la ONU, estima un costo aún mayor. La consultora Trucost, con sede en Londres, calcula que el monto asciende a US$6,6 billones, o sea, cerca de un 11% del producto bruto mundial.
Consecuencias
Cada vez resulta más claro que los ecosistemas proveen servicios vitales para los seres humanos, desde cultivos y madera hasta los menos obvios como la protección de las costas que ofrecen los corales ante huracanes.
Pero proteger la biodiversidad tiene un costo, y las naciones en desarrollo aseguran que no podrán cumplir con nuevas metas sin el aporte de más fondos internacionales.
En lo que muchos parecen estar de acuerdo es en que las metas sólo servirán de algo si son suficientemente específicas, con mecanismos claros para que los gobiernos rindan cuentas.
La cumbre de Nagoya dura dos semanas, pero lo que suceda o no suceda en ella tendrá consecuencias durante décadas.