La ONU pide al mundo la generosidad que Pakistán ha dado a los refugiados afganos
Azakhel, Agencias
El Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados, Antonio Guterres, pidió hoy desde zonas afectadas por las inundaciones en Pakistán más "generosidad" para socorrer a un país que, pese a la tragedia, sigue asistiendo a 1,7 millones de refugiados afganos como los del campamento de Azakhel.
Una veintena de líderes tribales afganos recibieron sentados en la entrada de la única mezquita que se mantiene en pie en Azakhel al jefe del ACNUR, a quien expresaron, visiblemente preocupados, su temor a que las autoridades paquistaníes decidan no reconstruir el campamento, pues el enclave -dicen- es susceptible de volver a sufrir inundaciones.
"Pakistán siempre ha tenido una política generosa hacia los refugiados afganos. La protección de los refugiados está claramente indicada en el Corán. Pakistán no obligará a los afganos a regresar a Afganistán. A los que quieran volver les ayudaremos", tranquilizó Guterres a sus interlocutores.
Entre las moscas y los escombros del barrizal en que se ha convertido este emplazamiento, situado a pocos kilómetros de la ciudad noroccidental de Nowshera, cuesta imaginar que semanas atrás hubo vida: sus 24.000 habitantes malviven desperdigados en tiendas de campaña en las cercanías.
De momento, el Gobierno paquistaní ha garantizado la rehabilitación de 15 de las 16 colonias afganas que han resultado afectadas por las peores inundaciones de la historia del país surasiático, pero la de Azakhel suscita dudas.
Desde hace tres décadas, Pakistán alberga a refugiados que huyen del conflicto en el país vecino.
Tras la caída de los talibanes en 2001, 3,5 millones de ellos han regresado a Afganistán, pero otros 1,7 siguen habitando el territorio paquistaní, principalmente en el fronterizo noroeste, dada la etnia pastún de la mayoría.
"Pakistán ha albergado a millones de refugiados afganos, compartiendo sus recursos, asegurándose de que pueden vivir en paz entre su gente. Esta generosidad representa la mayor cooperación de apoyo a los refugiados del mundo", sostuvo Guterres, quien hoy visitó diversos puntos de la provincia de Khyber-Pakhtunkhwa.
Guterres subrayó que el mundo no puede fallar a Pakistán en un momento en el que el país surasiático "está sufriendo tanto", con unos 21 millones de damnificados por las inundaciones, diez de los cuales se han quedado sin hogar.
"Pakistán necesita ayuda, se la merece. Pido a la comunidad internacional que entienda que todo lo que hemos hecho hasta ahora está lejos de la proporción de las necesidades. El dramático impacto de las inundaciones es enorme, no tiene precedentes. La comunidad internacional tiene que hacer más", dijo.
Sus palabras llegan un día antes de que la ONU haga un llamamiento a los donantes para solicitar más fondos para su plan de asistencia a los damnificados, que hasta ahora requería de casi 460 millones de dólares, de los cuales se ha recaudado el 67 por ciento.
En el principal punto de distribución del ACNUR en la localidad de Charsada, también en el noroeste, las largas colas evidencian que la población necesita de todo, desde mosquiteras, ante la amenaza de la malaria, a sacos de dormir, pasando por equipos de cocina, tiendas o cubos para llevar agua.
"Vivo en una escuela con mis seis hijos y mi mujer. Perdí mi hogar y ahora vengo a recoger ayuda. Pero para esto he tenido que esperar muchas semanas", dijo a Efe un ciudadano afectado, Ejaz Alí, que acababa de estampar su dedo manchado de tinta en el registro de entrega de material de las autoridades.
Al igual que Alí, muchos habitantes del distrito de Charsada -un tercio de una población cercana a 1,4 millones- se han quedado a la intemperie, según explicó a Efe su jefe administrativo, Ajmal Khan, quien agregó que también se han echado a perder "muchos cultivos" de caña de azúcar.
Es el caso de la aldea de Ocha Muslimabad, en la que los organismos humanitarios se esfuerzan ahora por levantar viviendas temporales de estructura de madera con un precio estimado de unos 500 dólares para salir al paso, ante la previsión de que la reconstrucción de las zonas catastróficas se prolongue durante años.
El Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados, Antonio Guterres, pidió hoy desde zonas afectadas por las inundaciones en Pakistán más "generosidad" para socorrer a un país que, pese a la tragedia, sigue asistiendo a 1,7 millones de refugiados afganos como los del campamento de Azakhel.
Una veintena de líderes tribales afganos recibieron sentados en la entrada de la única mezquita que se mantiene en pie en Azakhel al jefe del ACNUR, a quien expresaron, visiblemente preocupados, su temor a que las autoridades paquistaníes decidan no reconstruir el campamento, pues el enclave -dicen- es susceptible de volver a sufrir inundaciones.
"Pakistán siempre ha tenido una política generosa hacia los refugiados afganos. La protección de los refugiados está claramente indicada en el Corán. Pakistán no obligará a los afganos a regresar a Afganistán. A los que quieran volver les ayudaremos", tranquilizó Guterres a sus interlocutores.
Entre las moscas y los escombros del barrizal en que se ha convertido este emplazamiento, situado a pocos kilómetros de la ciudad noroccidental de Nowshera, cuesta imaginar que semanas atrás hubo vida: sus 24.000 habitantes malviven desperdigados en tiendas de campaña en las cercanías.
De momento, el Gobierno paquistaní ha garantizado la rehabilitación de 15 de las 16 colonias afganas que han resultado afectadas por las peores inundaciones de la historia del país surasiático, pero la de Azakhel suscita dudas.
Desde hace tres décadas, Pakistán alberga a refugiados que huyen del conflicto en el país vecino.
Tras la caída de los talibanes en 2001, 3,5 millones de ellos han regresado a Afganistán, pero otros 1,7 siguen habitando el territorio paquistaní, principalmente en el fronterizo noroeste, dada la etnia pastún de la mayoría.
"Pakistán ha albergado a millones de refugiados afganos, compartiendo sus recursos, asegurándose de que pueden vivir en paz entre su gente. Esta generosidad representa la mayor cooperación de apoyo a los refugiados del mundo", sostuvo Guterres, quien hoy visitó diversos puntos de la provincia de Khyber-Pakhtunkhwa.
Guterres subrayó que el mundo no puede fallar a Pakistán en un momento en el que el país surasiático "está sufriendo tanto", con unos 21 millones de damnificados por las inundaciones, diez de los cuales se han quedado sin hogar.
"Pakistán necesita ayuda, se la merece. Pido a la comunidad internacional que entienda que todo lo que hemos hecho hasta ahora está lejos de la proporción de las necesidades. El dramático impacto de las inundaciones es enorme, no tiene precedentes. La comunidad internacional tiene que hacer más", dijo.
Sus palabras llegan un día antes de que la ONU haga un llamamiento a los donantes para solicitar más fondos para su plan de asistencia a los damnificados, que hasta ahora requería de casi 460 millones de dólares, de los cuales se ha recaudado el 67 por ciento.
En el principal punto de distribución del ACNUR en la localidad de Charsada, también en el noroeste, las largas colas evidencian que la población necesita de todo, desde mosquiteras, ante la amenaza de la malaria, a sacos de dormir, pasando por equipos de cocina, tiendas o cubos para llevar agua.
"Vivo en una escuela con mis seis hijos y mi mujer. Perdí mi hogar y ahora vengo a recoger ayuda. Pero para esto he tenido que esperar muchas semanas", dijo a Efe un ciudadano afectado, Ejaz Alí, que acababa de estampar su dedo manchado de tinta en el registro de entrega de material de las autoridades.
Al igual que Alí, muchos habitantes del distrito de Charsada -un tercio de una población cercana a 1,4 millones- se han quedado a la intemperie, según explicó a Efe su jefe administrativo, Ajmal Khan, quien agregó que también se han echado a perder "muchos cultivos" de caña de azúcar.
Es el caso de la aldea de Ocha Muslimabad, en la que los organismos humanitarios se esfuerzan ahora por levantar viviendas temporales de estructura de madera con un precio estimado de unos 500 dólares para salir al paso, ante la previsión de que la reconstrucción de las zonas catastróficas se prolongue durante años.