La herida abierta del 11-S en Nueva York
Sandro Pozzi, Nueva York, El País
Las emociones siguen a flor de piel nueve años después del doble ataque terrorista contra las Torres Gemelas de Nueva York, el fatídico 11 de septiembre de 2001. Y el proyecto de construcción de un centro cultural islámico a dos manzanas de la zona cero ha reabierto las heridas. Ayer, en las proximidades del vacío que dejó el atentado que se cobró casi 3.000 vidas, se celebraron dos manifestaciones: una a favor del proyecto y otra en contra.
Separados por unas decenas de metros y un nutrido cordón policial, los participantes expresaron con respeto sus opiniones. Y algunos con pasión, a pesar de los aguaceros. "No recompensemos a los terroristas", se leía en el cartel que portaba una opositora al proyecto, mientras el bombero retirado Jim Riches decía que si la megamezquita ve al final la luz, para él será "muy doloroso" ir al lugar donde perdió a su hijo, también bombero. "Creo en la libertad religiosa", insistía, "y en el derecho de los dueños del proyecto a construir el centro". Pero introdujo un matiz, que está en el corazón del debate: "Debe ubicarse mucho más lejos". Andy Sullivan, uno de los organizadores de la protesta, pide comprensión. Recuerda que la zona cero "es el cementerio de los que perdimos. Es impactante lo cerca que va a estar".
Los vecinos de la ciudad de los rascacielos, conocidos por ser de los más progresistas entre los estadounidenses, se oponen mayoritariamente al proyecto Córdoba House. No es una cuestión religiosa o política, sino de sensibilidad.
Una reciente encuesta del Siena College Research Institute revela que el 56% de los residentes en la metrópoli se oponen a la idea de que se construya una gran mezquita tan próxima a un lugar que muchos consideran sagrado. Esa proporción se eleva al 61% si tiene en cuenta a todo el Estado de Nueva York. A escala nacional, son el 68%. Es decir, solo un 33% de los neoyorquinos se muestra favorable a la propuesta.
El Córdoba House será un centro muy parecido al que tiene la comunidad judía en la zona alta de Manhattan. Se va a edificar sobre un antiguo lugar de culto musulmán que ya funcionaba antes de los atentados, y que estaba en mal estado. Pero el nuevo proyecto, valorado en 100 millones de dólares (78 millones de euros), será un edificio de 13 plantas y, además de la controvertida mezquita, contará con un auditorio, piscina y salas de reuniones. Su encargado, Sharif El Gamal, no acepta la propuesta del gobernador demócrata, David Paterson, para acomodarlo en otro lugar "menos emotivo".
El Gamal cree que este es un momento decisivo para los musulmanes que viven en Estados Unidos, no solo para los neoyorquinos. Paterson confía en que pueda haber un encuentro en "un futuro cercano" para encontrar una solución. Incluso se habla de ofrecerles fondos públicos si aceptan otra localización. Pero el intercambio de declaraciones se limita a lo que dicen a los medios.
Como indica Don Levy, el director de la encuesta elaborada por Siena, da igual el partido, la región o la edad, "la mayoría de los neoyorquinos desaprueba que la mezquita sea construida en las proximidades de la zona cero". Pero también señala que antes de que la polémica entrara en el debate nacional, "solo algo más de la mitad siguió con detalle el proceso".
El debate cobró dimensión nacional a raíz de un controvertido discurso de Barack Obama, cuya defensa de la legalidad y de la libertad religiosa fue interpretada como un respaldo a la construcción del proyecto en las proximidades de la zona cero. El presidente matizó después sus palabras, pero esta misma semana, una encuesta realizada por el Pew Research Center revelaba que el 18% de los estadounidenses cree que Barack Obama es musulmán, como su padre. Y solo el 34% piensa que es cristiano, algo que la Casa Blanca se ha encargado de recordar en un comunicado, en el que asegura, además, que Obama reza todos los días.
Buceando en la encuesta de Siena, publicada antes de la intervención de Obama, se constata que tan solo dos de cada 10 neoyorquinos coinciden con la idea expresada por los defensores del proyecto, que definen el Córdoba House como un "monumento a la tolerancia". Son más los que creen que es una ofensa a la memoria del 11-S.
La misma división se observa entre los familiares de las víctimas, que ya tuvieron un intenso debate sobre lo que era apropiado construir en la zona cero, donde ahora emerge la estructura de la Torre de la Libertad, el edificio principal del nuevo World Trade Center. Tras escuchar a Obama, la mayoría opina que la libertad religiosa es un principio que debe defenderse. Pero también piden sensibilidad.
Esa posición es compartida por cuatro de cada 10 neoyorquinos encuestados. Y luego está el 38% que considera que las dos partes tienen razón. El problema, como señala Levy, es que cuando se trata de decir sí o no al proyecto, más de la mitad de los habitantes de Nueva York se decanta por el rechazo.
Como señala Michael McMahon, representante demócrata por el condado neoyorquino de Staten Island, el debate de las últimas semanas en torno al proyecto muestra "con claridad la fractura" que sufre tanto la ciudad como el país cuando se trata de cuestiones religiosas. Y por eso cree, en este contexto, que la Córdoba House no tenderá puentes. "Insto a todas las partes a que trabajen con los líderes de la comunidad local para encontrar un lugar apropiado", ha dicho McMahon. Varias voces en las filas demócratas, empezando por la del propio líder en el Senado, Harry Reid, abogan por que la mezquita se erija en otro lugar.
El congresista neoyorquino Peter King, del ala republicana, insiste en que "todos deben dar un paso atrás" y afrontar el debate teniendo en cuenta qué es lo que va "en el interés común". Y eso incluye, dice, a la comunidad musulmana. Una idea que comparte la primera miss estadounidense musulmana, Rima Fakih, que cree que en este debate debe primar más "la tragedia que la religión". El proyecto, sostiene King, es como "echar sal" a esa herida que aún supura.
Las emociones siguen a flor de piel nueve años después del doble ataque terrorista contra las Torres Gemelas de Nueva York, el fatídico 11 de septiembre de 2001. Y el proyecto de construcción de un centro cultural islámico a dos manzanas de la zona cero ha reabierto las heridas. Ayer, en las proximidades del vacío que dejó el atentado que se cobró casi 3.000 vidas, se celebraron dos manifestaciones: una a favor del proyecto y otra en contra.
Separados por unas decenas de metros y un nutrido cordón policial, los participantes expresaron con respeto sus opiniones. Y algunos con pasión, a pesar de los aguaceros. "No recompensemos a los terroristas", se leía en el cartel que portaba una opositora al proyecto, mientras el bombero retirado Jim Riches decía que si la megamezquita ve al final la luz, para él será "muy doloroso" ir al lugar donde perdió a su hijo, también bombero. "Creo en la libertad religiosa", insistía, "y en el derecho de los dueños del proyecto a construir el centro". Pero introdujo un matiz, que está en el corazón del debate: "Debe ubicarse mucho más lejos". Andy Sullivan, uno de los organizadores de la protesta, pide comprensión. Recuerda que la zona cero "es el cementerio de los que perdimos. Es impactante lo cerca que va a estar".
Los vecinos de la ciudad de los rascacielos, conocidos por ser de los más progresistas entre los estadounidenses, se oponen mayoritariamente al proyecto Córdoba House. No es una cuestión religiosa o política, sino de sensibilidad.
Una reciente encuesta del Siena College Research Institute revela que el 56% de los residentes en la metrópoli se oponen a la idea de que se construya una gran mezquita tan próxima a un lugar que muchos consideran sagrado. Esa proporción se eleva al 61% si tiene en cuenta a todo el Estado de Nueva York. A escala nacional, son el 68%. Es decir, solo un 33% de los neoyorquinos se muestra favorable a la propuesta.
El Córdoba House será un centro muy parecido al que tiene la comunidad judía en la zona alta de Manhattan. Se va a edificar sobre un antiguo lugar de culto musulmán que ya funcionaba antes de los atentados, y que estaba en mal estado. Pero el nuevo proyecto, valorado en 100 millones de dólares (78 millones de euros), será un edificio de 13 plantas y, además de la controvertida mezquita, contará con un auditorio, piscina y salas de reuniones. Su encargado, Sharif El Gamal, no acepta la propuesta del gobernador demócrata, David Paterson, para acomodarlo en otro lugar "menos emotivo".
El Gamal cree que este es un momento decisivo para los musulmanes que viven en Estados Unidos, no solo para los neoyorquinos. Paterson confía en que pueda haber un encuentro en "un futuro cercano" para encontrar una solución. Incluso se habla de ofrecerles fondos públicos si aceptan otra localización. Pero el intercambio de declaraciones se limita a lo que dicen a los medios.
Como indica Don Levy, el director de la encuesta elaborada por Siena, da igual el partido, la región o la edad, "la mayoría de los neoyorquinos desaprueba que la mezquita sea construida en las proximidades de la zona cero". Pero también señala que antes de que la polémica entrara en el debate nacional, "solo algo más de la mitad siguió con detalle el proceso".
El debate cobró dimensión nacional a raíz de un controvertido discurso de Barack Obama, cuya defensa de la legalidad y de la libertad religiosa fue interpretada como un respaldo a la construcción del proyecto en las proximidades de la zona cero. El presidente matizó después sus palabras, pero esta misma semana, una encuesta realizada por el Pew Research Center revelaba que el 18% de los estadounidenses cree que Barack Obama es musulmán, como su padre. Y solo el 34% piensa que es cristiano, algo que la Casa Blanca se ha encargado de recordar en un comunicado, en el que asegura, además, que Obama reza todos los días.
Buceando en la encuesta de Siena, publicada antes de la intervención de Obama, se constata que tan solo dos de cada 10 neoyorquinos coinciden con la idea expresada por los defensores del proyecto, que definen el Córdoba House como un "monumento a la tolerancia". Son más los que creen que es una ofensa a la memoria del 11-S.
La misma división se observa entre los familiares de las víctimas, que ya tuvieron un intenso debate sobre lo que era apropiado construir en la zona cero, donde ahora emerge la estructura de la Torre de la Libertad, el edificio principal del nuevo World Trade Center. Tras escuchar a Obama, la mayoría opina que la libertad religiosa es un principio que debe defenderse. Pero también piden sensibilidad.
Esa posición es compartida por cuatro de cada 10 neoyorquinos encuestados. Y luego está el 38% que considera que las dos partes tienen razón. El problema, como señala Levy, es que cuando se trata de decir sí o no al proyecto, más de la mitad de los habitantes de Nueva York se decanta por el rechazo.
Como señala Michael McMahon, representante demócrata por el condado neoyorquino de Staten Island, el debate de las últimas semanas en torno al proyecto muestra "con claridad la fractura" que sufre tanto la ciudad como el país cuando se trata de cuestiones religiosas. Y por eso cree, en este contexto, que la Córdoba House no tenderá puentes. "Insto a todas las partes a que trabajen con los líderes de la comunidad local para encontrar un lugar apropiado", ha dicho McMahon. Varias voces en las filas demócratas, empezando por la del propio líder en el Senado, Harry Reid, abogan por que la mezquita se erija en otro lugar.
El congresista neoyorquino Peter King, del ala republicana, insiste en que "todos deben dar un paso atrás" y afrontar el debate teniendo en cuenta qué es lo que va "en el interés común". Y eso incluye, dice, a la comunidad musulmana. Una idea que comparte la primera miss estadounidense musulmana, Rima Fakih, que cree que en este debate debe primar más "la tragedia que la religión". El proyecto, sostiene King, es como "echar sal" a esa herida que aún supura.