El misterioso atentado de Hamadán
Georgina Higueras, Madrid, El País
Una explosión al paso de la comitiva del presidente de Irán, Mahmud Ahmadineyad, en la ciudad de Hamadán, al oeste del país, desató ayer todo tipo de informaciones y desmentidos oficiales sobre un supuesto intento de atentado contra el mandatario, cuya política ultraconservadora le ha granjeado multitud de enemigos tanto dentro como fuera del país. La agencia Reuters, que tenía un fotógrafo en la zona, sostuvo todo el día que se trató de "un ataque con un explosivo casero". Por el contrario, la agencia oficial iraní Irna atribuyó la explosión a "petardos que suelen hacer estallar los jóvenes en señal de alegría".
La cadena de televisión Al Arabiya, con sede en Dubai, señaló que un "hombre había sido detenido" después de lanzar un artefacto contra la caravana en la que se trasladaba Ahmadineyad desde el aeropuerto de Hamadán hasta el estadio de la ciudad, donde tenía previsto dar un mitin. El presidente "resultó ileso", dijeron los portavoces oficiales citados en un primer momento por distintos medios. Horas después, sin embargo, dijeron que se trataba de una explosión accidental de "fuegos artificiales".
En cualquier caso, el cortejo de Ahmadineyad no se detuvo y el mandatario, como estaba previsto, pronunció su discurso en el estadio, que fue retransmitido en directo por la televisión oficial y en el que no hubo ninguna mención al incidente. Es evidente, sin embargo, que quien prendió la mecha sobre el eventual atentado fue el mismo Ahmadineyad, quien el lunes pasado, durante una reunión con expatriados iraníes en Teherán, denunció que existía un complot en contra de su vida orquestado por el Gobierno de Israel. "Los estúpidos sionistas contrataron mercenarios para asesinarme", dijo en uno de sus típicos discursos populistas en los que arremete contra Israel y el Gran Satán estadounidense.
Ayer mismo, el presidente iraní calificó de "enemigos" a los países que aprobaron la última resolución del Consejo de Seguridad de la ONU contra el régimen de los ayatolás por su empeño en enriquecer uriano. "Cualquier país europeo que intente imponer un embargo a Irán o rechazar nuestras exportaciones no tendrá lugar en el mercado económico iraní", subrayó el mandatario.
Nada más conocerse el incidente, un portavoz del principal grupo de oposición en el exilio, el Consejo Nacional de la Resistencia de Irán (NCRI, en sus siglas en ingles), en el que se ha integrado la Organización de los Muyahidines del Pueblo (MKO), declaró que el NCRI "no tenía nada que ver" en el ataque. Esta rotunda negativa es fundamental para el MKO, que en la actualidad trata de que el Departamento de Estado de EE UU le borre de la lista de organizaciones terroristas internacionales.
La página web iraní Khabaronline y varios canales árabes también atribuyeron la explosión a un atentado fallido, obra de un hombre que fue detenido tras lanzar una granada de mano contra el vehículo en el que viajaba Ahmadineyad, aunque explotó a una distancia de entre 100 y cinco metros, según los distintos medios.
El régimen, siempre proclive a buscar enemigos exteriores y a manipular la información, no tardó en hallar culpables de la confusión creada tras el incidente. "Algunos medios de comunicación extranjeros han tratado de obtener ventajas de lo ocurrido en línea con los objetivos que persiguen", señaló Irna. En parecidos términos, la agencia semioficial Fars publicó unas declaraciones del subjefe de la policía iraní, Ahmadreza Radan, en las que afirmaba que eran falsas las informaciones sobre el ataque: "Es una gran mentira que algunos medios extranjeros han querido propagar y han publicado".
En el mercado del petróleo, en el que Irán siente cada día con más fuerza las sanciones impuestas en junio pasado por la ONU e incrementadas posteriormente por EE UU y todos sus aliados occidentales, apenas hubo reacción. El experto del Banco de Irlanda Paul Harris, citado por Reuters, restó importancia al incidente al señalar que habría tenido mayores consecuencias si hubiese estado ligado a la tensión existente contra Occidente por las sanciones.
Una explosión al paso de la comitiva del presidente de Irán, Mahmud Ahmadineyad, en la ciudad de Hamadán, al oeste del país, desató ayer todo tipo de informaciones y desmentidos oficiales sobre un supuesto intento de atentado contra el mandatario, cuya política ultraconservadora le ha granjeado multitud de enemigos tanto dentro como fuera del país. La agencia Reuters, que tenía un fotógrafo en la zona, sostuvo todo el día que se trató de "un ataque con un explosivo casero". Por el contrario, la agencia oficial iraní Irna atribuyó la explosión a "petardos que suelen hacer estallar los jóvenes en señal de alegría".
La cadena de televisión Al Arabiya, con sede en Dubai, señaló que un "hombre había sido detenido" después de lanzar un artefacto contra la caravana en la que se trasladaba Ahmadineyad desde el aeropuerto de Hamadán hasta el estadio de la ciudad, donde tenía previsto dar un mitin. El presidente "resultó ileso", dijeron los portavoces oficiales citados en un primer momento por distintos medios. Horas después, sin embargo, dijeron que se trataba de una explosión accidental de "fuegos artificiales".
En cualquier caso, el cortejo de Ahmadineyad no se detuvo y el mandatario, como estaba previsto, pronunció su discurso en el estadio, que fue retransmitido en directo por la televisión oficial y en el que no hubo ninguna mención al incidente. Es evidente, sin embargo, que quien prendió la mecha sobre el eventual atentado fue el mismo Ahmadineyad, quien el lunes pasado, durante una reunión con expatriados iraníes en Teherán, denunció que existía un complot en contra de su vida orquestado por el Gobierno de Israel. "Los estúpidos sionistas contrataron mercenarios para asesinarme", dijo en uno de sus típicos discursos populistas en los que arremete contra Israel y el Gran Satán estadounidense.
Ayer mismo, el presidente iraní calificó de "enemigos" a los países que aprobaron la última resolución del Consejo de Seguridad de la ONU contra el régimen de los ayatolás por su empeño en enriquecer uriano. "Cualquier país europeo que intente imponer un embargo a Irán o rechazar nuestras exportaciones no tendrá lugar en el mercado económico iraní", subrayó el mandatario.
Nada más conocerse el incidente, un portavoz del principal grupo de oposición en el exilio, el Consejo Nacional de la Resistencia de Irán (NCRI, en sus siglas en ingles), en el que se ha integrado la Organización de los Muyahidines del Pueblo (MKO), declaró que el NCRI "no tenía nada que ver" en el ataque. Esta rotunda negativa es fundamental para el MKO, que en la actualidad trata de que el Departamento de Estado de EE UU le borre de la lista de organizaciones terroristas internacionales.
La página web iraní Khabaronline y varios canales árabes también atribuyeron la explosión a un atentado fallido, obra de un hombre que fue detenido tras lanzar una granada de mano contra el vehículo en el que viajaba Ahmadineyad, aunque explotó a una distancia de entre 100 y cinco metros, según los distintos medios.
El régimen, siempre proclive a buscar enemigos exteriores y a manipular la información, no tardó en hallar culpables de la confusión creada tras el incidente. "Algunos medios de comunicación extranjeros han tratado de obtener ventajas de lo ocurrido en línea con los objetivos que persiguen", señaló Irna. En parecidos términos, la agencia semioficial Fars publicó unas declaraciones del subjefe de la policía iraní, Ahmadreza Radan, en las que afirmaba que eran falsas las informaciones sobre el ataque: "Es una gran mentira que algunos medios extranjeros han querido propagar y han publicado".
En el mercado del petróleo, en el que Irán siente cada día con más fuerza las sanciones impuestas en junio pasado por la ONU e incrementadas posteriormente por EE UU y todos sus aliados occidentales, apenas hubo reacción. El experto del Banco de Irlanda Paul Harris, citado por Reuters, restó importancia al incidente al señalar que habría tenido mayores consecuencias si hubiese estado ligado a la tensión existente contra Occidente por las sanciones.