Grazón:"Mi intención es recuperar mi puesto"
GINÉS DONAIRE - Torres – El País
El juez Baltasar Garzón hace un paréntesis en su estancia en la Corte Penal Internacional de La Haya para dirigir un año más los cursos de verano que la Universidad de Jaén hace en su pueblo natal, Torres, un municipio de 1.700 habitantes de la comarca de Sierra Mágina.
Antes de iniciar la jornada accede a hablar con EL PAÍS, con la única condición de no hurgar en su procesamiento por el Supremo. Con la compañía de un café con hielo muy cargado, el magistrado no esquiva finalmente ninguno de los temas.
Pregunta. Hace ya cinco años que dirige estos cursos. ¿Por qué a un juez le interesa debatir sobre temas tan diversos como la violencia de género, el cambio climático, la gestión sanitaria o la reforma del régimen local? ¿Se refugia en ellos para evadirse de sus problemas en la judicatura?
Respuesta. Son los temas que a mí me preocupan y que, de alguna forma, preocupan también a la sociedad. Por ejemplo, a la violencia de género yo le dedico mucho tiempo desde hace bastante, y ya hice un curso en la Complutense hace unos años. Creo que es bueno traer a colación temas sobre los que la sociedad necesita reflexionar y estar al tanto sobre lo que está sucediendo.
P. Acaba de llegar de Argentina, donde ha sido homenajeado por asociaciones de derechos humanos. Allí dijo que su vida cambió cuando entraron en su despacho las madres y abuelas de la Plaza de Mayo. ¿Tanto le marcó este caso?
R. Sí. Yo había tenido contacto con víctimas en la Audiencia Nacional, pero no de forma tan brutal como los crímenes acontecidos durante la dictadura en Argentina. El esfuerzo y coraje de las abuelas y madres de Plaza de Mayo se inició en el mismo momento de 1976 y tras las primeras desapariciones. Cuando yo las vi con pañuelos blancos, y lo único que pedían era que se les escuchara, eso me acercó a una realidad tan terrible que muchas veces resulta indiferente cómo son los crímenes contra la Humanidad.
P. ¿Puede un país desterrar la memoria histórica y el olvido?
R. Es difícil y, además, es una equivocación. El olvido, como el perdón o la memoria, corresponde al patrimonio de cada uno. Pero los olvidos oficiales son malos consejeros y a lo largo de la historia se ha comprobado. Las heridas, para que sanen, y antes de ser suturadas, tienen que ser limpiadas. Y no lo digo ahora en relación con los acontecimientos que pueden estar pasando en mi vida.
P. Usted ha sido procesado por investigar los crímenes del franquismo. ¿Se arrepiente de algo?
R. En la vida siempre hay algo de lo que arrepentirse, pero hay que sacar enseñanzas positivas y continuar adelante. Pero si la pregunta se refiere a mis investigaciones sobre los crímenes del franquismo, en general no puedo decir que me arrepienta porque las decisiones son tomadas consciente y reflexivamente. Es la interpretación de las normas jurídicas nacionales e internacionales las que te llevan a tomar esa decisión; puede haber opiniones discrepantes, pero no es cuestión de arrepentimiento, sino de aplicar las normas que corresponden.
P. Se ha quejado de las restricciones puestas en España a la jurisdicción penal universal.
R. Sí, es cierto. Es una reflexión sobre el retroceso que se está produciendo en muchos países, y entre ellos España, en torno a los casos de justicia penal universal. No tenemos nadie la varita mágica de cómo mejorar o adelantar los cauces de la justicia universal. Podemos analizar lo que ya hemos hecho, por ejemplo en Chile y Argentina, o ahora Guatemala, Ruanda, El Sáhara, Tíbet. Creo que es necesario continuar esa investigación porque no hay una respuesta de esos países ante crímenes contra la Humanidad, y no tenemos el derecho a no hacerlo porque es una obligación y, desde luego, los casos que ya están iniciados no pueden volverse atrás. Si así se entiende, yo lo respetaré, pero eso no quiere decir que la ley que ha salido nueva en España sobre la justicia universal me agrade. Tendremos que hacer como ha hecho el Defensor del Pueblo, interpretar que es una acción proactiva en los casos de justicia universal y, por tanto, interpretar esa norma lo más beneficiosa posible para las víctimas.
P. ¿Qué supuso para la justicia universal la detención de Pinochet en 1998?
R. Fue un impulso fundamental para los casos de justicia universal y, sobre todo, fue un mensaje contundente contra la impunidad, que es una herencia negativa de la sociedad y va de la mano siempre de la corrupción.
P. Usted trabaja ahora como asesor especial de la Fiscalía en la Corte Penal Internacional de La Haya. Alguien lo ha comparado en estos cursos como un exilio forzoso. ¿Cómo se siente allí?
R. Yo he aprendido en mi vida a hacer lo que corresponde al cargo que ocupas, y hacerlo como si fuese lo único que te queda por hacer en la vida. Siempre he tenido una profesión al trabajo muy clara, enseñada desde la infancia por mis padres, y es lo que estoy haciendo en La Haya. Es algo diferente, no es el día a día de las investigaciones de la Audiencia Nacional, sino que se trata de unir varios criterios diferentes de analistas, de investigadores, en lugares muy recónditos y complicados del planeta donde el Estado de derecho prácticamente es inexistente, y armar los casos para que después la Corte Penal Internacional pueda aceptar las peticiones que la Fiscalía hace.
P. ¿Cree que volverá a la Audiencia Nacional?
R. Estoy suspendido de funciones y una vez que se produzca la finalización del proceso podremos hablar. Obviamente, mi intención, si la causa concluye favorable a mí, es recuperar el puesto de la Audiencia Nacional sin perjuicio de la decisión que uno tome en su vida posteriormente. Pero estoy tranquilo y seguro de que al final se impondrá lo que corresponda en justicia.
P. ¿Se ha sentido víctima de una campaña de acoso mediática?
R. Que ha habido una campaña de determinados medios dirigida contra mí es evidente. Incluso en mi pueblo, que sí estuvo a la altura de la ética colectiva al margen de ideologías, se ha acosado a gentes tratando de sacar donde no había e inventar historias.
P. ¿Y los políticos?
R. Ha habido algunos que no han estado a la altura, no en mi caso sino con carácter general. Es verdad que alguna vez algún político ha dicho alguna barbaridad, sobre la lucha contra el terrorismo de ETA, que achaco más al desconocimiento (lo cual es grave) que a mala intención.
P. ¿Se siente hoy más optimista sobre el final de ETA? ¿Cree que se están dando pasos en la dirección adecuada?
R. Sí, sin lugar a dudas. Creo que la política que se está haciendo es la correcta, hay una coherencia en la acción política frente al terrorismo de todas las fuerzas democráticas y así debería de ser en otros ámbitos de la política. En el policial y judicial hemos estado haciendo lo que se debía, la acción de jueces y fiscales está siendo contundente y creo que vamos en el buen camino. Ahora bien, nunca se puede decir 'hemos terminado' o 'con esto estamos ganando la partida', porque basta que haya un atentado para que todo ese discurso se venga abajo.
P. Uno de los últimos respaldos ha sido el de la Fundación Saramago, que ha pedido para usted el Premio Nobel de la Paz.
R. Bueno, a mí lo que me apena es la pérdida de Saramago como amigo y como escritor. En sus últimos días y escritos tuvo una atención muy especial para mí y para mi situación y eso me aproximó mucho a él y se lo agradecí.
El juez Baltasar Garzón hace un paréntesis en su estancia en la Corte Penal Internacional de La Haya para dirigir un año más los cursos de verano que la Universidad de Jaén hace en su pueblo natal, Torres, un municipio de 1.700 habitantes de la comarca de Sierra Mágina.
Antes de iniciar la jornada accede a hablar con EL PAÍS, con la única condición de no hurgar en su procesamiento por el Supremo. Con la compañía de un café con hielo muy cargado, el magistrado no esquiva finalmente ninguno de los temas.
Pregunta. Hace ya cinco años que dirige estos cursos. ¿Por qué a un juez le interesa debatir sobre temas tan diversos como la violencia de género, el cambio climático, la gestión sanitaria o la reforma del régimen local? ¿Se refugia en ellos para evadirse de sus problemas en la judicatura?
Respuesta. Son los temas que a mí me preocupan y que, de alguna forma, preocupan también a la sociedad. Por ejemplo, a la violencia de género yo le dedico mucho tiempo desde hace bastante, y ya hice un curso en la Complutense hace unos años. Creo que es bueno traer a colación temas sobre los que la sociedad necesita reflexionar y estar al tanto sobre lo que está sucediendo.
P. Acaba de llegar de Argentina, donde ha sido homenajeado por asociaciones de derechos humanos. Allí dijo que su vida cambió cuando entraron en su despacho las madres y abuelas de la Plaza de Mayo. ¿Tanto le marcó este caso?
R. Sí. Yo había tenido contacto con víctimas en la Audiencia Nacional, pero no de forma tan brutal como los crímenes acontecidos durante la dictadura en Argentina. El esfuerzo y coraje de las abuelas y madres de Plaza de Mayo se inició en el mismo momento de 1976 y tras las primeras desapariciones. Cuando yo las vi con pañuelos blancos, y lo único que pedían era que se les escuchara, eso me acercó a una realidad tan terrible que muchas veces resulta indiferente cómo son los crímenes contra la Humanidad.
P. ¿Puede un país desterrar la memoria histórica y el olvido?
R. Es difícil y, además, es una equivocación. El olvido, como el perdón o la memoria, corresponde al patrimonio de cada uno. Pero los olvidos oficiales son malos consejeros y a lo largo de la historia se ha comprobado. Las heridas, para que sanen, y antes de ser suturadas, tienen que ser limpiadas. Y no lo digo ahora en relación con los acontecimientos que pueden estar pasando en mi vida.
P. Usted ha sido procesado por investigar los crímenes del franquismo. ¿Se arrepiente de algo?
R. En la vida siempre hay algo de lo que arrepentirse, pero hay que sacar enseñanzas positivas y continuar adelante. Pero si la pregunta se refiere a mis investigaciones sobre los crímenes del franquismo, en general no puedo decir que me arrepienta porque las decisiones son tomadas consciente y reflexivamente. Es la interpretación de las normas jurídicas nacionales e internacionales las que te llevan a tomar esa decisión; puede haber opiniones discrepantes, pero no es cuestión de arrepentimiento, sino de aplicar las normas que corresponden.
P. Se ha quejado de las restricciones puestas en España a la jurisdicción penal universal.
R. Sí, es cierto. Es una reflexión sobre el retroceso que se está produciendo en muchos países, y entre ellos España, en torno a los casos de justicia penal universal. No tenemos nadie la varita mágica de cómo mejorar o adelantar los cauces de la justicia universal. Podemos analizar lo que ya hemos hecho, por ejemplo en Chile y Argentina, o ahora Guatemala, Ruanda, El Sáhara, Tíbet. Creo que es necesario continuar esa investigación porque no hay una respuesta de esos países ante crímenes contra la Humanidad, y no tenemos el derecho a no hacerlo porque es una obligación y, desde luego, los casos que ya están iniciados no pueden volverse atrás. Si así se entiende, yo lo respetaré, pero eso no quiere decir que la ley que ha salido nueva en España sobre la justicia universal me agrade. Tendremos que hacer como ha hecho el Defensor del Pueblo, interpretar que es una acción proactiva en los casos de justicia universal y, por tanto, interpretar esa norma lo más beneficiosa posible para las víctimas.
P. ¿Qué supuso para la justicia universal la detención de Pinochet en 1998?
R. Fue un impulso fundamental para los casos de justicia universal y, sobre todo, fue un mensaje contundente contra la impunidad, que es una herencia negativa de la sociedad y va de la mano siempre de la corrupción.
P. Usted trabaja ahora como asesor especial de la Fiscalía en la Corte Penal Internacional de La Haya. Alguien lo ha comparado en estos cursos como un exilio forzoso. ¿Cómo se siente allí?
R. Yo he aprendido en mi vida a hacer lo que corresponde al cargo que ocupas, y hacerlo como si fuese lo único que te queda por hacer en la vida. Siempre he tenido una profesión al trabajo muy clara, enseñada desde la infancia por mis padres, y es lo que estoy haciendo en La Haya. Es algo diferente, no es el día a día de las investigaciones de la Audiencia Nacional, sino que se trata de unir varios criterios diferentes de analistas, de investigadores, en lugares muy recónditos y complicados del planeta donde el Estado de derecho prácticamente es inexistente, y armar los casos para que después la Corte Penal Internacional pueda aceptar las peticiones que la Fiscalía hace.
P. ¿Cree que volverá a la Audiencia Nacional?
R. Estoy suspendido de funciones y una vez que se produzca la finalización del proceso podremos hablar. Obviamente, mi intención, si la causa concluye favorable a mí, es recuperar el puesto de la Audiencia Nacional sin perjuicio de la decisión que uno tome en su vida posteriormente. Pero estoy tranquilo y seguro de que al final se impondrá lo que corresponda en justicia.
P. ¿Se ha sentido víctima de una campaña de acoso mediática?
R. Que ha habido una campaña de determinados medios dirigida contra mí es evidente. Incluso en mi pueblo, que sí estuvo a la altura de la ética colectiva al margen de ideologías, se ha acosado a gentes tratando de sacar donde no había e inventar historias.
P. ¿Y los políticos?
R. Ha habido algunos que no han estado a la altura, no en mi caso sino con carácter general. Es verdad que alguna vez algún político ha dicho alguna barbaridad, sobre la lucha contra el terrorismo de ETA, que achaco más al desconocimiento (lo cual es grave) que a mala intención.
P. ¿Se siente hoy más optimista sobre el final de ETA? ¿Cree que se están dando pasos en la dirección adecuada?
R. Sí, sin lugar a dudas. Creo que la política que se está haciendo es la correcta, hay una coherencia en la acción política frente al terrorismo de todas las fuerzas democráticas y así debería de ser en otros ámbitos de la política. En el policial y judicial hemos estado haciendo lo que se debía, la acción de jueces y fiscales está siendo contundente y creo que vamos en el buen camino. Ahora bien, nunca se puede decir 'hemos terminado' o 'con esto estamos ganando la partida', porque basta que haya un atentado para que todo ese discurso se venga abajo.
P. Uno de los últimos respaldos ha sido el de la Fundación Saramago, que ha pedido para usted el Premio Nobel de la Paz.
R. Bueno, a mí lo que me apena es la pérdida de Saramago como amigo y como escritor. En sus últimos días y escritos tuvo una atención muy especial para mí y para mi situación y eso me aproximó mucho a él y se lo agradecí.