El Senado de EE UU aprueba la mayor reforma financiera desde la Gran Depresión
Sandro Pozzi, Nueva York
La reforma financiera ya es realidad en Estados Unidos. Ahora sólo falta que el presidente Barack Obama le ponga la firma para que las nuevas reglas que gobernarán el sistema financiero entren en vigor. El objetivo de la batería legislativa, que superó la pasada noche el último gran obstáculo en el Senado en una votación en la que se registraron 60 votos a favor y 39 en contra, es corregir las causas que provocaron el caos de 2008 y arrastraron a la economía en la recesión. En palabras de Harry Reid, líder de la mayoría demócrata en el Senado, la legislación recién aprobada servirá para "terminar con el casino en el que se ha convertido Wall Street".
La nueva legislación, conocida como Dodd-Frank Act, impone nuevas restricciones a los grande bancos para limitar sus actividades de riesgo, como en el mercado de los derivados, y eleva al mismo tiempo las condiciones de liquidez, para que las entidades cuenten con el colchó de capital para afrontar futuras crisis a la vez que se intenta poner freno a su tamaño.
La Casa Blanca promete "remodelar" la manera en la que se hace negocio en Wall Street y "redefinir" el papel de los reguladores, depositando más poder de supervisión en la Reserva Federal. Se crea un consejo que velará por la estabilidad del sistema y se establece un mecanismo para desmantelar entidades problemáticas, que acaba con el principio de "demasiado grande para quebrar".
En paralelo, se constituye un organismo en el seno del banco central que velará por la protección de los consumidores frente a abusos en productos financieros como hipotecas y tarjetas de crédito. "No se puede legislar la integridad, pero si se pueden crear los mecanismos para protegernos y que nunca más pasemos por lo que hemos pasado", dijo el senador Christopher Dodd.
El voto se produjo el mismo día en el que el gigante financiero JP Morgan Chase, el gran ganador de la crisis, presentara un beneficio neto en el segundo trimestre de 4.800 millones de dólares (3.720 millones de euros). Es un 76% más que lo que ganó en el mismo periodo de 2009. Pero a pesar de que rebasó las expectativas, sus títulos se dejaron casi un 2% a media sesión.
Los ingresos de la entidad cayeron un 8%, hasta los 25.600 millones de dólares. Lo que no gustó a los inversores es escuchar de boca de Jamie Dimon, su consejero delegado, que los problemas vinculados a la mala calidad del crédito seguirán lastrando los resultados de la compañía. Aún así, las provisiones en la división de consumo bajaron a la mitad.
De hecho, descontando los 1.500 millones que se sacaron de las reservas para futuras pérdidas, el beneficio no fue tan bueno. Y hay otros puntos de cautela, como la caída de un 6% de las ganancias en el negocio de banca de inversión tras un descenso de los ingresos del 13% en esa unidad. "La competencia ha vuelto", dijo Dimon. El banco contrató a 12.684 personas en el último año.
La reforma financiera ya es realidad en Estados Unidos. Ahora sólo falta que el presidente Barack Obama le ponga la firma para que las nuevas reglas que gobernarán el sistema financiero entren en vigor. El objetivo de la batería legislativa, que superó la pasada noche el último gran obstáculo en el Senado en una votación en la que se registraron 60 votos a favor y 39 en contra, es corregir las causas que provocaron el caos de 2008 y arrastraron a la economía en la recesión. En palabras de Harry Reid, líder de la mayoría demócrata en el Senado, la legislación recién aprobada servirá para "terminar con el casino en el que se ha convertido Wall Street".
La nueva legislación, conocida como Dodd-Frank Act, impone nuevas restricciones a los grande bancos para limitar sus actividades de riesgo, como en el mercado de los derivados, y eleva al mismo tiempo las condiciones de liquidez, para que las entidades cuenten con el colchó de capital para afrontar futuras crisis a la vez que se intenta poner freno a su tamaño.
La Casa Blanca promete "remodelar" la manera en la que se hace negocio en Wall Street y "redefinir" el papel de los reguladores, depositando más poder de supervisión en la Reserva Federal. Se crea un consejo que velará por la estabilidad del sistema y se establece un mecanismo para desmantelar entidades problemáticas, que acaba con el principio de "demasiado grande para quebrar".
En paralelo, se constituye un organismo en el seno del banco central que velará por la protección de los consumidores frente a abusos en productos financieros como hipotecas y tarjetas de crédito. "No se puede legislar la integridad, pero si se pueden crear los mecanismos para protegernos y que nunca más pasemos por lo que hemos pasado", dijo el senador Christopher Dodd.
El voto se produjo el mismo día en el que el gigante financiero JP Morgan Chase, el gran ganador de la crisis, presentara un beneficio neto en el segundo trimestre de 4.800 millones de dólares (3.720 millones de euros). Es un 76% más que lo que ganó en el mismo periodo de 2009. Pero a pesar de que rebasó las expectativas, sus títulos se dejaron casi un 2% a media sesión.
Los ingresos de la entidad cayeron un 8%, hasta los 25.600 millones de dólares. Lo que no gustó a los inversores es escuchar de boca de Jamie Dimon, su consejero delegado, que los problemas vinculados a la mala calidad del crédito seguirán lastrando los resultados de la compañía. Aún así, las provisiones en la división de consumo bajaron a la mitad.
De hecho, descontando los 1.500 millones que se sacaron de las reservas para futuras pérdidas, el beneficio no fue tan bueno. Y hay otros puntos de cautela, como la caída de un 6% de las ganancias en el negocio de banca de inversión tras un descenso de los ingresos del 13% en esa unidad. "La competencia ha vuelto", dijo Dimon. El banco contrató a 12.684 personas en el último año.