Netanyahu suaviza el bloqueo de Gaza ante las presiones internacionales
E. GONZÁLEZ. Jerusalén
El Gobierno israelí pareció ceder el jueves a las presiones internacionales y anunció que suavizará el bloqueo de Gaza. Pero no dijo cuándo ni cuáles serán los cambios sobre el actual sistema. A juzgar por lo acordado días atrás entre el primer ministro Benjamin Netanyahu y el representante internacional Tony Blair, no cabe esperar modificaciones sustanciales. La organización islamista armada Hamás, que gobierna Gaza, ha rechazado de antemano cualquier cambio y exige el levantamiento completo del bloqueo.
El anuncio quedó en simple anuncio, porque el Gobierno no tomó decisiones concretas. Emitió dos comunicados, uno en inglés, enviado a diplomáticos y corresponsales, y otro en hebreo. En el comunicado para el exterior se afirmaba que la decisión de suavizar el bloqueo ya había sido adoptada; en el hebreo, que sería adoptada en los próximos días. Sobre las condiciones de la suavización, nada. Los portavoces gubernamentales tampoco pudieron aportar información adicional.
El acuerdo al que llegaron Netanyahu y Blair implicaba la sustitución de la lista de "productos permitidos" por otra de "productos prohibidos", lo que, en principio, debería suponer que entraran en la franja prácticamente todo tipo de alimentos y una mayor variedad de medicamentos. En cuanto a los materiales de construcción, hasta ahora muy restringidos por el temor israelí a que fueran utilizados para construir búnkeres y plataformas de lanzamiento de misiles, Netanyahu indicó a Blair que se ampliaría el suministro pero solo para obras civiles (como escuelas y hospitales) que fueran supervisadas por Naciones Unidas.
El bloqueo naval iba a mantenerse sin cambios, aunque Netanyahu dijo estar dispuesto a aceptar envíos de ayuda internacional en el puerto israelí de Ashdod y trasladarlos, después de revisarlos, hasta Gaza.
La presión internacional, intensa desde que el pasado 31 de mayo murieron nueve activistas en el asalto israelí a una flotilla civil que intentaba romper el bloqueo, se ha convertido en un problema para Netanyahu y su coalición conservadora y nacionalista. El gesto anunciado ayer se dirige claramente a aliviar esa presión, pero cabe dudar de los resultados. La Unión Europea, Turquía (país de origen de los activistas muertos en el Mavi Marmara) y Jordania coincidieron en señalar que el anuncio puede ser positivo, pero solo si los cambios conducen a una mejora real de la situación en Gaza y no se limitan a cuestiones puramente formales.
Si las fronteras continúan cerradas y el bloqueo naval se mantiene, aun con una ampliación en el número y la variedad de los suministros, la vida en Gaza no cambiará de forma apreciable. Hasta ahora, los productos que no eran enviados por Israel venían entrando por la red clandestina de túneles que comunica la franja con Egipto.
Los problemas fundamentales del bloqueo, impuesto en 2006 y endurecido en 2007, cuando Hamás asumió todo el poder en Gaza, son el encierro físico con todas sus consecuencias; la falta de mantenimiento del material hospitalario; el colapso económico y la pobreza, que han empezado a generar casos de malnutrición; y la degradación de recursos como el agua.
El Gobierno israelí pareció ceder el jueves a las presiones internacionales y anunció que suavizará el bloqueo de Gaza. Pero no dijo cuándo ni cuáles serán los cambios sobre el actual sistema. A juzgar por lo acordado días atrás entre el primer ministro Benjamin Netanyahu y el representante internacional Tony Blair, no cabe esperar modificaciones sustanciales. La organización islamista armada Hamás, que gobierna Gaza, ha rechazado de antemano cualquier cambio y exige el levantamiento completo del bloqueo.
El anuncio quedó en simple anuncio, porque el Gobierno no tomó decisiones concretas. Emitió dos comunicados, uno en inglés, enviado a diplomáticos y corresponsales, y otro en hebreo. En el comunicado para el exterior se afirmaba que la decisión de suavizar el bloqueo ya había sido adoptada; en el hebreo, que sería adoptada en los próximos días. Sobre las condiciones de la suavización, nada. Los portavoces gubernamentales tampoco pudieron aportar información adicional.
El acuerdo al que llegaron Netanyahu y Blair implicaba la sustitución de la lista de "productos permitidos" por otra de "productos prohibidos", lo que, en principio, debería suponer que entraran en la franja prácticamente todo tipo de alimentos y una mayor variedad de medicamentos. En cuanto a los materiales de construcción, hasta ahora muy restringidos por el temor israelí a que fueran utilizados para construir búnkeres y plataformas de lanzamiento de misiles, Netanyahu indicó a Blair que se ampliaría el suministro pero solo para obras civiles (como escuelas y hospitales) que fueran supervisadas por Naciones Unidas.
El bloqueo naval iba a mantenerse sin cambios, aunque Netanyahu dijo estar dispuesto a aceptar envíos de ayuda internacional en el puerto israelí de Ashdod y trasladarlos, después de revisarlos, hasta Gaza.
La presión internacional, intensa desde que el pasado 31 de mayo murieron nueve activistas en el asalto israelí a una flotilla civil que intentaba romper el bloqueo, se ha convertido en un problema para Netanyahu y su coalición conservadora y nacionalista. El gesto anunciado ayer se dirige claramente a aliviar esa presión, pero cabe dudar de los resultados. La Unión Europea, Turquía (país de origen de los activistas muertos en el Mavi Marmara) y Jordania coincidieron en señalar que el anuncio puede ser positivo, pero solo si los cambios conducen a una mejora real de la situación en Gaza y no se limitan a cuestiones puramente formales.
Si las fronteras continúan cerradas y el bloqueo naval se mantiene, aun con una ampliación en el número y la variedad de los suministros, la vida en Gaza no cambiará de forma apreciable. Hasta ahora, los productos que no eran enviados por Israel venían entrando por la red clandestina de túneles que comunica la franja con Egipto.
Los problemas fundamentales del bloqueo, impuesto en 2006 y endurecido en 2007, cuando Hamás asumió todo el poder en Gaza, son el encierro físico con todas sus consecuencias; la falta de mantenimiento del material hospitalario; el colapso económico y la pobreza, que han empezado a generar casos de malnutrición; y la degradación de recursos como el agua.