Los nigerianos prometen ser locales
Johannesburgo, Agencias
En el barrio de Hillbrow, a pocas cuadras del estadio Ellis Park, donde Argentina se medirá a Nigeria el próximo sábado en su debut mundialista, viven más de 50.000 nigerianos que se preparan para ejercer máxima presión sobre el equipo de Diego Maradona.
"Este es nuestro hogar", asegura Jonnie, de 27 años, parado en una de las equinas señaladas como punto de encuentro de los nigerianos que habitan este barrio degradado, que solía ser uno de los más progresistas y cosmopolitas de Johannesburgo antes del fin del apartheid.
No se muestra preocupado por Messi, el mejor jugador del mundo. "Sabemos como frenarlo, no tenemos miedo de Argentina", dice, mientras va convocando a otros amigos, también simpatizantes de las Águilas.
Hace 9 años que Jonnie vive en Sudáfrica y dice que en Hillbrow se siente como en casa. "Aquí somos muchos los inmigrantes de Nigeria, y el sábado vamos a llenar el estadio. Ejerceremos mucha presión y Argentina no podrá con la fuerza de nuestra gente", advierte.
Según explica, no habrá problemas con las entradas, porque no eran tan caras y, además, llegar al Ellis Park es para ellos muy sencillo. "Estamos aquí mismo, iremos todos caminando, como una marea humana".
No obstante, Jonnie afirma que no se producirán incidentes como los ocurridos la semana pasada en el partido amistoso entre Nigeria y Corea del Norte. "Lo que pasó allí fue que se habían vendido más entradas de la capacidad que tenía el estadio Makhulong -12.000 localidades-, por eso quedaron muchos hinchas afuera que querían entrar para ver a sus ídolos", señala.
Los inmigrantes nigerianos de Hillbrow tienen muy mala fama. El barrio es conocido como uno de los más peligrosos de Johannesburgo, por su elevado índice de criminalidad.
A plena luz del día, las calles muestran una cara poco amable. En las esquinas abundan prostitutas -las mafias nigerias que trafican con mujeres a las que someten a prácticas de vudú son conocidas en todo el mundo-, indigentes, vendedores de artículos robados y drogas.
Pero también es el lugar donde encuentran refugio miles de familias nigerianas que escaparon de la pobreza de su país en busca de un futuro mejor en la economía más poderosa del África subsahariana. Ellos cargan con la estigmatización a la que fue sometida toda la comunidad en Sudáfrica, país en el que los nigerianos son temidos y considerados peligrosos.
Entre tanta marginalidad, Alie, Keito y otros amigos hacen rodar la pelota y sueñan con el partido del sábado, cuando podrán ver a sus héroes de Nigeria junto los máximos ídolos del fútbol mundial Leo Messi y Diego Maradona. El fútbol es la medicina para el dolor de muchos de estos chicos que pasan el día entero en las calles sin ningún tipo de contención social.
Con ellos jugando al fútbol el ambiente se relaja y, Prince e Ike, otros dos hinchas nigerianos, se suman a la conversación. "Confío en nuestro equipo, creo que podemos ganar 2-0", lanza Ike, mientras Prince reconoce que Argentina tiene más experiencia y grandes jugadores, aunque él cree que "Nigeria puede dar una sorpresa". ¿Cómo ganarán?, preguntamos. A pesar de la baja de la estrella de la selección John Obi Mikel, el joven nigeriano no duda: "con nuestras armas, tenemos poderío físico y mucha velocidad".
La clave, no obstante, será el papel que jugará la hinchada. "Animaremos con toda nuestra alma", aseguran. Para tener una idea de lo que se está gestando, Prince reúne a otros amigos para mostrar a esta cronista el grito de guerra de los nigerianos. "Es el momento, hagámoslo", cantan en lengua Igbo, una de las tantas que se hablan en Nigeria.
Mientras se mueven al ritmo de una danza tradicional, avisan que se preparan para una "gran batalla". "Será un partido muy duro, pero jugaremos limpio, nada de hechicería", promete Jonnie, ante los rumores de que se estaba haciendo vudú sobre los jugadores argentinos.
En otra esquina, muy cerca, más de 15 policías, que no sabemos cuándo aparecieron, observan los movimientos de los muchachos nigerianos. Preguntan qué hace un par de blancos en uno de los barrios más peligrosos de Johannesburgo. "Somos argentinos, estamos averiguando cómo se preparan los nigerianos para el partido del sábado frente a Argentina", responde esta cronista.
Ante la cara de sorpresa del oficial, nos despedirnos de la efusiva y amigable hinchada de nigerianos y nos dirigimos hacia el auto de un amigo local que habíamos estacionado a unos 50 metros. Desde allí, partimos satisfechos hacia nuestra isla en el centro de Pretoria, cerca de la selección argentina.
En el barrio de Hillbrow, a pocas cuadras del estadio Ellis Park, donde Argentina se medirá a Nigeria el próximo sábado en su debut mundialista, viven más de 50.000 nigerianos que se preparan para ejercer máxima presión sobre el equipo de Diego Maradona.
"Este es nuestro hogar", asegura Jonnie, de 27 años, parado en una de las equinas señaladas como punto de encuentro de los nigerianos que habitan este barrio degradado, que solía ser uno de los más progresistas y cosmopolitas de Johannesburgo antes del fin del apartheid.
No se muestra preocupado por Messi, el mejor jugador del mundo. "Sabemos como frenarlo, no tenemos miedo de Argentina", dice, mientras va convocando a otros amigos, también simpatizantes de las Águilas.
Hace 9 años que Jonnie vive en Sudáfrica y dice que en Hillbrow se siente como en casa. "Aquí somos muchos los inmigrantes de Nigeria, y el sábado vamos a llenar el estadio. Ejerceremos mucha presión y Argentina no podrá con la fuerza de nuestra gente", advierte.
Según explica, no habrá problemas con las entradas, porque no eran tan caras y, además, llegar al Ellis Park es para ellos muy sencillo. "Estamos aquí mismo, iremos todos caminando, como una marea humana".
No obstante, Jonnie afirma que no se producirán incidentes como los ocurridos la semana pasada en el partido amistoso entre Nigeria y Corea del Norte. "Lo que pasó allí fue que se habían vendido más entradas de la capacidad que tenía el estadio Makhulong -12.000 localidades-, por eso quedaron muchos hinchas afuera que querían entrar para ver a sus ídolos", señala.
Los inmigrantes nigerianos de Hillbrow tienen muy mala fama. El barrio es conocido como uno de los más peligrosos de Johannesburgo, por su elevado índice de criminalidad.
A plena luz del día, las calles muestran una cara poco amable. En las esquinas abundan prostitutas -las mafias nigerias que trafican con mujeres a las que someten a prácticas de vudú son conocidas en todo el mundo-, indigentes, vendedores de artículos robados y drogas.
Pero también es el lugar donde encuentran refugio miles de familias nigerianas que escaparon de la pobreza de su país en busca de un futuro mejor en la economía más poderosa del África subsahariana. Ellos cargan con la estigmatización a la que fue sometida toda la comunidad en Sudáfrica, país en el que los nigerianos son temidos y considerados peligrosos.
Entre tanta marginalidad, Alie, Keito y otros amigos hacen rodar la pelota y sueñan con el partido del sábado, cuando podrán ver a sus héroes de Nigeria junto los máximos ídolos del fútbol mundial Leo Messi y Diego Maradona. El fútbol es la medicina para el dolor de muchos de estos chicos que pasan el día entero en las calles sin ningún tipo de contención social.
Con ellos jugando al fútbol el ambiente se relaja y, Prince e Ike, otros dos hinchas nigerianos, se suman a la conversación. "Confío en nuestro equipo, creo que podemos ganar 2-0", lanza Ike, mientras Prince reconoce que Argentina tiene más experiencia y grandes jugadores, aunque él cree que "Nigeria puede dar una sorpresa". ¿Cómo ganarán?, preguntamos. A pesar de la baja de la estrella de la selección John Obi Mikel, el joven nigeriano no duda: "con nuestras armas, tenemos poderío físico y mucha velocidad".
La clave, no obstante, será el papel que jugará la hinchada. "Animaremos con toda nuestra alma", aseguran. Para tener una idea de lo que se está gestando, Prince reúne a otros amigos para mostrar a esta cronista el grito de guerra de los nigerianos. "Es el momento, hagámoslo", cantan en lengua Igbo, una de las tantas que se hablan en Nigeria.
Mientras se mueven al ritmo de una danza tradicional, avisan que se preparan para una "gran batalla". "Será un partido muy duro, pero jugaremos limpio, nada de hechicería", promete Jonnie, ante los rumores de que se estaba haciendo vudú sobre los jugadores argentinos.
En otra esquina, muy cerca, más de 15 policías, que no sabemos cuándo aparecieron, observan los movimientos de los muchachos nigerianos. Preguntan qué hace un par de blancos en uno de los barrios más peligrosos de Johannesburgo. "Somos argentinos, estamos averiguando cómo se preparan los nigerianos para el partido del sábado frente a Argentina", responde esta cronista.
Ante la cara de sorpresa del oficial, nos despedirnos de la efusiva y amigable hinchada de nigerianos y nos dirigimos hacia el auto de un amigo local que habíamos estacionado a unos 50 metros. Desde allí, partimos satisfechos hacia nuestra isla en el centro de Pretoria, cerca de la selección argentina.