Clima frío y público cálido para un Mundial distinto
Julián Díez, Madrid
El primer Mundial de fútbol en África, el primer Mundial en invierno desde hace 32 años, el primer Mundial en que la mitad de la población no tiene poder adquisitivo para comprar las entradas?Muchos experimentos afronta la FIFA en la cita que dará comienzo el próximo viernes en Johannesburgo con un choque entre los anfitriones y México. Los condicionantes de Sudáfrica como país organizador se suman a la crisis económica para poner en duda que este Mundial sea una fiesta tan internacional como los precedentes, aunque en cambio hacen augurar un excelente espectáculo deportivo.
Por ejemplo, la cuestión de la temperatura, con termómetros bajo cero incluso durante el amanecer, parece un condicionante favorable para la competición. Según el seleccionador estadounidense Bill Bradley, "el clima fresco va a contribuir a la calidad de los partidos y a un mayor ritmo que en los torneos que se han vivido con un intenso calor". A cambio, los equipos médicos de las 32 selecciones tienen en cuenta el riesgo de resfriados.
También son excelentes las instalaciones, con estadios en su mayor parte totalmente nuevos y con un césped importado de Inglaterra por el mismo experto que cuida las praderas de Wimbledon. Los cinco nuevos estadios y la renovación de los otros cinco para la ocasión han costado 1.000 millones de euros.
Pero lo cierto es que no está nada claro que esta inversión resulte rentable. No sería la primera vez: puede recordarse, por ejemplo, que de los diez estadios que albergaron partidos del Mundial de 2002 en Japón, sólo dos continúan activos como campos de fútbol. Y eso que el poder adquisitivo japonés y la afición por el fútbol es algo mayor que en Sudáfrica, un país donde la competición doméstica es apenas profesional y el 50% de la población no gana 100 euros al mes según el obispo Paul Verryn, destacado activista en pro de la igualdad.
La competencia del rugby
En Sudáfrica, el fútbol -o "diski" según la denominación local- es el deporte callejero de la población negra. El 10% de la minoría blanca es más aficionada al rugby y al cricket, que copan las retransmisiones televisivas.
La experiencia de la Copa Confederaciones celebrada el año pasado obligó a bajar los precios -10 dólares la entrada más barata- ante las numerosas gradas vacías, y a descartar la estrategia de la FIFA de los dos últimos Mundiales de primar la venta por internet. Con ello se espera atraer a espectadores locales de menores ingresos y paliar los flojos datos de visitantes extranjeros que se van adivinando: sólo unos 300.000, la mitad que en el Mundial de Corea y Japón de hace ocho años pese a la menor distancia, y de ellos apenas 40.000 procedentes de otros países africanos.
Además de la crisis y el alto coste de los vuelos, en particular los interiores africanos, otros factores se han venido a sumar para enfriar el ánimo de los aficionados. Organismos como el Instituto de Vigilancia Sanitaria francés han recordado a sus ciudadanos interesados en desplazarse que la tasa de seropositivos en Sudáfrica está en el 20% entre la población entre los 15 y los 49 años, y que es necesario tomar todo tipo de medidas ante la difusión de otras enfermedades tropicales. Por ejemplo, la selección española de fútbol desplaza agua mineral desde España no sólo para el consumo, sino incluso para lavarse los dientes.
Otro factor evidente es el de la seguridad. Sudáfrica exhibe las mejoras estadísticas de los últimos años, pero su tasa de homicidios es de 50 al día, equivalente a la de Estados Unidos, país con siete veces más población. En los últimos años, en Sudáfrica se han vivido incidentes tan singulares como guerras de las mafias del taxi, o significativos asesinatos políticos como el del supremacista Eugene Terreblanche. Sin olvidar la imagen que dio al mundo el ametrallamiento de la selección de Togo hace seis meses, antes de la Copa de África, aunque la región angoleña en que se produjeron los hechos se encuentre a más de 2.000 kilómetros de la frontera sudafricana.
14.000 millones en infraestructuras
El gobierno sudafricano ha trabajado de forma especial en poner coto a otro de los problemas del país, señalado repetidamente por la FIFA en sus informes previos: las dificultades de transporte. Las mejoras de los aeropuertos, la ampliación de la red de autopistas y la instalación de algunos tramos de alta velocidad ferroviaria han costado 14.000 millones de euros. Todo ello resulta muy importante en un país cuyo tamaño que quizá no es bien percibido por el visitante extranjero: entre Polokwane y Ciudad del Cabo, las dos sedes más alejadas, hay 1.700 kilómetros -la distancia entre Madrid y Amsterdam, por ejemplo-.
España se ha visto relativamente beneficiada en este aspecto, ya que dos de sus sedes, Johannesburgo y Pretoria, se encuentran muy próximas. Su campo base estará en una ciudad universitaria no lejos de ambas, Potchefstroom, y sólo tendrá un desplazamiento largo a priori en el primer partido, cuando juegue ante Suiza en Durban, a 700 kilómetros.
Si la afición sudafricana finalmente llena los estadios, lo que los visitantes sí podrán encontrarse es un ambiente futbolístico muy especial, verdaderamente extraordinario. El continuo sonido de las trompetas, las "vuvuzelas", da una atmósfera singular a los estadios sudafricanos, así como la vestimenta de los asistentes, que para la ocasión lucirán cascos de minero -macarapas- adornados y capas simulando pieles de animales. Lo que no se tolerará, en cambio, es la presencia de vendedores ambulantes en la proximidad de los estadios, algo habitual en los partidos domésticos y que se verá sustituido por la presencia de los sponsors oficiales.
El deporte como galvanizador
El otro factor importante para la organización sudafricana, que dirige un veterano de la lucha contra el apartheid como Danny Jordaan, es el de convertir la cita en un nuevo jalón de la normalización del país, con el referente del histórico mundial de rugby de 1995 en mente. Entonces, el equipo sudafricano íntegramente compuesto por blancos tuvo el apoyo del presidente Nelson Mandela para alzarse con el triunfo, en una historia retratada por John Carlin en su libro El factor humano y luego por Clint Eastwood en la película Invictus. Sin embargo, Sudáfrica ya organizó -y ganó- la Copa de África de fútbol en 1996, sin conseguir un impacto similar.
Otro factor es la proyección exterior y el prestigio para un país que aún no tiene una gran presencia internacional tras los años del apartheid. La actriz Charlize Theron, la película candidata este año al Oscar Distrito 9 y los premios Nobel de literatura J.M. Coetzee y Nadine Gordimer son, con Mandela retirado, casi sus únicas imágenes internacionales.
El primer Mundial de fútbol en África, el primer Mundial en invierno desde hace 32 años, el primer Mundial en que la mitad de la población no tiene poder adquisitivo para comprar las entradas?Muchos experimentos afronta la FIFA en la cita que dará comienzo el próximo viernes en Johannesburgo con un choque entre los anfitriones y México. Los condicionantes de Sudáfrica como país organizador se suman a la crisis económica para poner en duda que este Mundial sea una fiesta tan internacional como los precedentes, aunque en cambio hacen augurar un excelente espectáculo deportivo.
Por ejemplo, la cuestión de la temperatura, con termómetros bajo cero incluso durante el amanecer, parece un condicionante favorable para la competición. Según el seleccionador estadounidense Bill Bradley, "el clima fresco va a contribuir a la calidad de los partidos y a un mayor ritmo que en los torneos que se han vivido con un intenso calor". A cambio, los equipos médicos de las 32 selecciones tienen en cuenta el riesgo de resfriados.
También son excelentes las instalaciones, con estadios en su mayor parte totalmente nuevos y con un césped importado de Inglaterra por el mismo experto que cuida las praderas de Wimbledon. Los cinco nuevos estadios y la renovación de los otros cinco para la ocasión han costado 1.000 millones de euros.
Pero lo cierto es que no está nada claro que esta inversión resulte rentable. No sería la primera vez: puede recordarse, por ejemplo, que de los diez estadios que albergaron partidos del Mundial de 2002 en Japón, sólo dos continúan activos como campos de fútbol. Y eso que el poder adquisitivo japonés y la afición por el fútbol es algo mayor que en Sudáfrica, un país donde la competición doméstica es apenas profesional y el 50% de la población no gana 100 euros al mes según el obispo Paul Verryn, destacado activista en pro de la igualdad.
La competencia del rugby
En Sudáfrica, el fútbol -o "diski" según la denominación local- es el deporte callejero de la población negra. El 10% de la minoría blanca es más aficionada al rugby y al cricket, que copan las retransmisiones televisivas.
La experiencia de la Copa Confederaciones celebrada el año pasado obligó a bajar los precios -10 dólares la entrada más barata- ante las numerosas gradas vacías, y a descartar la estrategia de la FIFA de los dos últimos Mundiales de primar la venta por internet. Con ello se espera atraer a espectadores locales de menores ingresos y paliar los flojos datos de visitantes extranjeros que se van adivinando: sólo unos 300.000, la mitad que en el Mundial de Corea y Japón de hace ocho años pese a la menor distancia, y de ellos apenas 40.000 procedentes de otros países africanos.
Además de la crisis y el alto coste de los vuelos, en particular los interiores africanos, otros factores se han venido a sumar para enfriar el ánimo de los aficionados. Organismos como el Instituto de Vigilancia Sanitaria francés han recordado a sus ciudadanos interesados en desplazarse que la tasa de seropositivos en Sudáfrica está en el 20% entre la población entre los 15 y los 49 años, y que es necesario tomar todo tipo de medidas ante la difusión de otras enfermedades tropicales. Por ejemplo, la selección española de fútbol desplaza agua mineral desde España no sólo para el consumo, sino incluso para lavarse los dientes.
Otro factor evidente es el de la seguridad. Sudáfrica exhibe las mejoras estadísticas de los últimos años, pero su tasa de homicidios es de 50 al día, equivalente a la de Estados Unidos, país con siete veces más población. En los últimos años, en Sudáfrica se han vivido incidentes tan singulares como guerras de las mafias del taxi, o significativos asesinatos políticos como el del supremacista Eugene Terreblanche. Sin olvidar la imagen que dio al mundo el ametrallamiento de la selección de Togo hace seis meses, antes de la Copa de África, aunque la región angoleña en que se produjeron los hechos se encuentre a más de 2.000 kilómetros de la frontera sudafricana.
14.000 millones en infraestructuras
El gobierno sudafricano ha trabajado de forma especial en poner coto a otro de los problemas del país, señalado repetidamente por la FIFA en sus informes previos: las dificultades de transporte. Las mejoras de los aeropuertos, la ampliación de la red de autopistas y la instalación de algunos tramos de alta velocidad ferroviaria han costado 14.000 millones de euros. Todo ello resulta muy importante en un país cuyo tamaño que quizá no es bien percibido por el visitante extranjero: entre Polokwane y Ciudad del Cabo, las dos sedes más alejadas, hay 1.700 kilómetros -la distancia entre Madrid y Amsterdam, por ejemplo-.
España se ha visto relativamente beneficiada en este aspecto, ya que dos de sus sedes, Johannesburgo y Pretoria, se encuentran muy próximas. Su campo base estará en una ciudad universitaria no lejos de ambas, Potchefstroom, y sólo tendrá un desplazamiento largo a priori en el primer partido, cuando juegue ante Suiza en Durban, a 700 kilómetros.
Si la afición sudafricana finalmente llena los estadios, lo que los visitantes sí podrán encontrarse es un ambiente futbolístico muy especial, verdaderamente extraordinario. El continuo sonido de las trompetas, las "vuvuzelas", da una atmósfera singular a los estadios sudafricanos, así como la vestimenta de los asistentes, que para la ocasión lucirán cascos de minero -macarapas- adornados y capas simulando pieles de animales. Lo que no se tolerará, en cambio, es la presencia de vendedores ambulantes en la proximidad de los estadios, algo habitual en los partidos domésticos y que se verá sustituido por la presencia de los sponsors oficiales.
El deporte como galvanizador
El otro factor importante para la organización sudafricana, que dirige un veterano de la lucha contra el apartheid como Danny Jordaan, es el de convertir la cita en un nuevo jalón de la normalización del país, con el referente del histórico mundial de rugby de 1995 en mente. Entonces, el equipo sudafricano íntegramente compuesto por blancos tuvo el apoyo del presidente Nelson Mandela para alzarse con el triunfo, en una historia retratada por John Carlin en su libro El factor humano y luego por Clint Eastwood en la película Invictus. Sin embargo, Sudáfrica ya organizó -y ganó- la Copa de África de fútbol en 1996, sin conseguir un impacto similar.
Otro factor es la proyección exterior y el prestigio para un país que aún no tiene una gran presencia internacional tras los años del apartheid. La actriz Charlize Theron, la película candidata este año al Oscar Distrito 9 y los premios Nobel de literatura J.M. Coetzee y Nadine Gordimer son, con Mandela retirado, casi sus únicas imágenes internacionales.