Huracanes, amenaza devastado Haití
Puerto Príncipe, Agencias
Meteorólogos del mundo acaban de mandar un mensaje aterrador para Haití: la próxima temporada ciclónica será más intensa que la anterior y es muy posible que alguno de los huracanes toque tierras del devastado país.
Hasta ahora, se pronostican unas 15 tormentas tropicales, de las cuales ocho pueden alcanzar la categoría de huracanes, la mitad de ellas de gran intensidad, con vientos superiores a los 170 kilómetros por hora, solo para Centroamérica, el Mar Caribe y el Golfo de México.
La cifra supera por mucho las 11 que habitualmente se forman en áreas del Océano Atlántico, bastante tranquilo el año anterior, como consecuencia de la actividad del fenómeno El Niño en el Pacífico, que inhibe la proliferación de esas tormentas en la otra masa de agua.
En épocas normales, solo dos huracanes intensos llegan a las cercanías de Haití, pero la temperatura del Atlántico advierte que habrá más actividad de lo normal en las cercanías del Caribe.
Haití no necesita de uno de esos poderosos organismos ciclónicos para acentuar su catastrófica situación, porque la infraestructura del país está tan afectada, que cualquier tormenta puede dejar al desamparo a cientos de miles de personas.
La nación más pobre del hemisferio fue presa de los huracanes cada temporada, los cuales dejaron centenares de muertos y miles de damnificados, pero en 2010 todo puede ser mucho peor.
Solo en esta capital y las ciudades vecinas de Leoganne y Jacmel viven casi un millón de personas en tiendas de campaña de lona o nylon, insuficientes para soportar la fuerza de los vientos o las intensas lluvias.
Todos ellos perdieron sus techos el 12 de enero pasado, cuando un sismo de 7.1 grados devastó la zona y dejó más de 220 mil muertos, 300 mil heridos y casi un millón y medio de desplazados.
Algunos buscaron refugio en otros departamentos del país, pero quienes permanecen en los campamentos pueden ser presas fáciles de los vientos, las lluvias, las inundaciones y los aludes de lodo o rocas.
Buena parte de la capital haitiana se encuentra sobre montañas y aquellos que viven en las laderas, quedan a expensas de los elementos, tanto como los del llano.
A estas alturas del año, a menos de una semana del inicio de la temporada ciclónica, muchos de los afectados por el sismo deberían tener un techo confortable, según adelantaron el gobierno del país y las organizaciones internacionales.
Pero solo unos pocos miles lograron un techo de zinc y una casa de madera, donde protegerse. El resto se cruza de brazos y espera que los meteoros tomen otro rumbo, preferiblemente lejos de Haití.
Meteorólogos del mundo acaban de mandar un mensaje aterrador para Haití: la próxima temporada ciclónica será más intensa que la anterior y es muy posible que alguno de los huracanes toque tierras del devastado país.
Hasta ahora, se pronostican unas 15 tormentas tropicales, de las cuales ocho pueden alcanzar la categoría de huracanes, la mitad de ellas de gran intensidad, con vientos superiores a los 170 kilómetros por hora, solo para Centroamérica, el Mar Caribe y el Golfo de México.
La cifra supera por mucho las 11 que habitualmente se forman en áreas del Océano Atlántico, bastante tranquilo el año anterior, como consecuencia de la actividad del fenómeno El Niño en el Pacífico, que inhibe la proliferación de esas tormentas en la otra masa de agua.
En épocas normales, solo dos huracanes intensos llegan a las cercanías de Haití, pero la temperatura del Atlántico advierte que habrá más actividad de lo normal en las cercanías del Caribe.
Haití no necesita de uno de esos poderosos organismos ciclónicos para acentuar su catastrófica situación, porque la infraestructura del país está tan afectada, que cualquier tormenta puede dejar al desamparo a cientos de miles de personas.
La nación más pobre del hemisferio fue presa de los huracanes cada temporada, los cuales dejaron centenares de muertos y miles de damnificados, pero en 2010 todo puede ser mucho peor.
Solo en esta capital y las ciudades vecinas de Leoganne y Jacmel viven casi un millón de personas en tiendas de campaña de lona o nylon, insuficientes para soportar la fuerza de los vientos o las intensas lluvias.
Todos ellos perdieron sus techos el 12 de enero pasado, cuando un sismo de 7.1 grados devastó la zona y dejó más de 220 mil muertos, 300 mil heridos y casi un millón y medio de desplazados.
Algunos buscaron refugio en otros departamentos del país, pero quienes permanecen en los campamentos pueden ser presas fáciles de los vientos, las lluvias, las inundaciones y los aludes de lodo o rocas.
Buena parte de la capital haitiana se encuentra sobre montañas y aquellos que viven en las laderas, quedan a expensas de los elementos, tanto como los del llano.
A estas alturas del año, a menos de una semana del inicio de la temporada ciclónica, muchos de los afectados por el sismo deberían tener un techo confortable, según adelantaron el gobierno del país y las organizaciones internacionales.
Pero solo unos pocos miles lograron un techo de zinc y una casa de madera, donde protegerse. El resto se cruza de brazos y espera que los meteoros tomen otro rumbo, preferiblemente lejos de Haití.