El Ejército tailandés declara "zona de fuego" el centro de Bangkok
José Reinoso
Bangkok se ha convertido en un campo de batalla. El Ejército tailandés ha establecido este sábado una "zona de fuego" en un barrio del centro de la capital y ha vuelto a disparar contra los camisas rojas, que piden la dimisión del Gobierno. Los enfrentamientos, que han llevado el caos al centro de la capital , han dejado en los últimos tres días más de una veintena de muertos, todos civiles, en el país asiático, que vive bajo el fantasma de una guerra civil.
"Los tailandeses siempre han sonreído". La frase del vídeo publicitario proyectado en el avión que se dirige a Bangkok resuena con ironía en la cabina medio vacía. Tailandia, sumida en la inestabilidad por una grave crisis política desde marzo pasado, no sonríe desde hace semanas. Mientras, Estados Unidos ha evacuado a parte de su personal diplomático en Bangkok.
El Ejército ha anunciado que se está reforzando para lanzar una acción contundente con el objetivo de aplastar al frente antigubernamental. "No vamos a dar marcha atrás y permitir que aquellos que transgreden la ley y han creado una milicia armada intimiden al Gobierno", ha dicho el primer ministro, Abhisit Vejjajiva, en sus primeras declaraciones desde el jueves pasado, cuando el Ejército comenzó a aislar el campamento fortificado de los manifestantes, que se extiende a lo largo de varios kilómetros en el barrio más comercial de la ciudad. Desde que comenzaron las protestas, el 12 de marzo, han muerto 51 personas y han resultado heridas cerca de 1.600. Un fotógrafo tailandés ha resultado alcanzado este sábado por un disparo en una pierna. Es el cuarto periodista herido en dos días.
Durante el día se han reproducido las batallas campales en las calles que conducen al campamento. Disparos y explosiones han sonado en diferentes lugares de la ciudad. Los rojos arrojan cócteles molotov y piedras, disparan con tirachinas, atacan con cohetes de fuegos artificiales e incendian neumáticos. Los soldados responden con balas de goma y fuego real.
El Gobierno ha asegurado que soldados y policías fueron atacados con granadas M-79 en numerosas ocasiones a lo largo de la noche del viernes. Sin embargo, algunos testigos han señalado que el combate está siendo muy desigual, ya que los soldados van armados con rifles automáticos. Los militares están autorizados a disparar si los rojos se acercan a menos de 36 metros, según ha dicho un portavoz del Ejército. "La situación es casi de guerra civil. No estoy seguro de cómo acabará todo", ha indicado Jatuporn Prompan, uno de los líderes de los manifestantes.
Para el primer ministro, cuya dimisión piden los camisas rojas porque aseguran que llegó al poder de forma ilegítima, el fin está claro: los manifestantes deben desalojar la zona en la que viven desde hace semanas. Son miles de personas, entre ellas mujeres y niños, gran parte de ellos habitantes pobres de las zonas rurales. El Ejército ha advertido que asaltará el enclave si no es desalojado, pero no ha dado fecha.
En la ciudad hay miedo. Muchos taxistas no quieren llevar a los clientes a los hoteles situados en el distrito financiero de la calle Silom, que bordea la fortaleza roja. Otros lo hacen resignados porque no tienen negocio. Muchos residentes de la zona se han visto obligados a irse de sus viviendas. El Gobierno ha asegurado que restaurará el orden "en los próximos días".
Los analistas dudan que la estrategia del Ejército, que puede acabar en un baño de sangre, vaya a ser muy efectiva. Mientras, la crisis política ha paralizado Bangkok y supone una amenaza para la segunda economía del sureste asiático, que está sufriendo una caída en picado del número de turistas . Las protestas también están espantando a muchos inversores, que llegaron con la promesa de ganar dinero en una atractiva economía emergente.
Bangkok se ha convertido en un campo de batalla. El Ejército tailandés ha establecido este sábado una "zona de fuego" en un barrio del centro de la capital y ha vuelto a disparar contra los camisas rojas, que piden la dimisión del Gobierno. Los enfrentamientos, que han llevado el caos al centro de la capital , han dejado en los últimos tres días más de una veintena de muertos, todos civiles, en el país asiático, que vive bajo el fantasma de una guerra civil.
"Los tailandeses siempre han sonreído". La frase del vídeo publicitario proyectado en el avión que se dirige a Bangkok resuena con ironía en la cabina medio vacía. Tailandia, sumida en la inestabilidad por una grave crisis política desde marzo pasado, no sonríe desde hace semanas. Mientras, Estados Unidos ha evacuado a parte de su personal diplomático en Bangkok.
El Ejército ha anunciado que se está reforzando para lanzar una acción contundente con el objetivo de aplastar al frente antigubernamental. "No vamos a dar marcha atrás y permitir que aquellos que transgreden la ley y han creado una milicia armada intimiden al Gobierno", ha dicho el primer ministro, Abhisit Vejjajiva, en sus primeras declaraciones desde el jueves pasado, cuando el Ejército comenzó a aislar el campamento fortificado de los manifestantes, que se extiende a lo largo de varios kilómetros en el barrio más comercial de la ciudad. Desde que comenzaron las protestas, el 12 de marzo, han muerto 51 personas y han resultado heridas cerca de 1.600. Un fotógrafo tailandés ha resultado alcanzado este sábado por un disparo en una pierna. Es el cuarto periodista herido en dos días.
Durante el día se han reproducido las batallas campales en las calles que conducen al campamento. Disparos y explosiones han sonado en diferentes lugares de la ciudad. Los rojos arrojan cócteles molotov y piedras, disparan con tirachinas, atacan con cohetes de fuegos artificiales e incendian neumáticos. Los soldados responden con balas de goma y fuego real.
El Gobierno ha asegurado que soldados y policías fueron atacados con granadas M-79 en numerosas ocasiones a lo largo de la noche del viernes. Sin embargo, algunos testigos han señalado que el combate está siendo muy desigual, ya que los soldados van armados con rifles automáticos. Los militares están autorizados a disparar si los rojos se acercan a menos de 36 metros, según ha dicho un portavoz del Ejército. "La situación es casi de guerra civil. No estoy seguro de cómo acabará todo", ha indicado Jatuporn Prompan, uno de los líderes de los manifestantes.
Para el primer ministro, cuya dimisión piden los camisas rojas porque aseguran que llegó al poder de forma ilegítima, el fin está claro: los manifestantes deben desalojar la zona en la que viven desde hace semanas. Son miles de personas, entre ellas mujeres y niños, gran parte de ellos habitantes pobres de las zonas rurales. El Ejército ha advertido que asaltará el enclave si no es desalojado, pero no ha dado fecha.
En la ciudad hay miedo. Muchos taxistas no quieren llevar a los clientes a los hoteles situados en el distrito financiero de la calle Silom, que bordea la fortaleza roja. Otros lo hacen resignados porque no tienen negocio. Muchos residentes de la zona se han visto obligados a irse de sus viviendas. El Gobierno ha asegurado que restaurará el orden "en los próximos días".
Los analistas dudan que la estrategia del Ejército, que puede acabar en un baño de sangre, vaya a ser muy efectiva. Mientras, la crisis política ha paralizado Bangkok y supone una amenaza para la segunda economía del sureste asiático, que está sufriendo una caída en picado del número de turistas . Las protestas también están espantando a muchos inversores, que llegaron con la promesa de ganar dinero en una atractiva economía emergente.