EE UU sigue la pista islamista en el atentado de Nueva York
Nueva York, El País
La detención del sospechoso del atentado frustrado en Times Square, un paquistaní de 30 años recientemente nacionalizado norteamericano, pone a Estados Unidos ante dos graves realidades: la persistencia del complot terrorista para atacar destructivamente este país y la utilización con ese fin de individuos plenamente incorporados a esta sociedad. El Gobierno estadounidense se enfrenta de nuevo a una compleja y delicada operación de seguridad.
La captura de Faisal Shahzad, in extremis, cuando ya estaba a bordo del avión de la compañía Emirates en el que huía el lunes a Dubai, ha confirmado las sospechas iniciales de que el coche bomba detectado el sábado por la noche en el centro de Nueva York con varios kilos de propano, gasolina, fertilizantes y fuegos artificiales, era "un acto terrorista destinado a matar norteamericanos", como dijo ayer el fiscal general, Eric Holder.
La investigación intentará determinar con certeza si se trata de un acto aislado, preparado y perpetrado sólo por Shahzad, o si es el fruto de una conspiración con ramificaciones en Pakistán o incluso entre los talibanes contra los que Estados Unidos combate en Afganistán. Por ahora, Shahzad ha declarado que actuó en solitario y que no tiene ninguna relación con grupos radicales de su país de origen.
Precisamente ayer, las autoridades paquistaníes anunciaron la detención de varios familiares y un amigo de Shahzad. "Tenemos una cooperación continua con Estados Unidos en sus esfuerzos antiterroristas. Si lo pide Estados Unidos, ampliaremos nuestra cooperación en este asunto", aseguró el portavoz del ministro de Exteriores paquistaní, Abdul Basit, según Reuters.
El presidente Barack Obama transmitió ayer a los ciudadanos los avances en las pesquisas y manifestó que estos hechos "son un sombrío recordatorio de los tiempos que vivimos". Obama prometió que "se hará justicia" y advirtió a los responsables de esta acción que, aunque intentan mantener permanentemente en vilo a Nueva York, "Estados Unidos, como país, nunca estará aterrorizado, nunca será intimidado y nunca se esconderá bajo el miedo".
La policía y las agencias de seguridad están actualmente recopilando pistas en torno a Shahzad que conduzcan, según explicó el fiscal general, "a organizaciones terroristas en el exterior". No hay ninguna conclusión aún, pero los movimientos detectados al sospechoso permiten pensar que conservaba fuertes lazos, al menos personales, con su país de origen.
Shahzad estuvo en la ciudad paquistaní de Karachi, según han confirmado las autoridades paquistaníes, entre abril y agosto de 2009. No hay pruebas de que hubiera regresado posteriormente, pero sí de que su esposa, cuyo nombre parece ser Huma Mian, se encuentra allí en estos momentos. La policía de ese país, que está colaborando plenamente en la investigación, cree que durante su estancia Shahzad se trasladó durante un cierto periodo de tiempo a Peshawar, el lugar en el que tienen su base los principales dirigentes talibanes, tanto de Pakistán como de Afganistán. Una reivindicación inicial del atentado de Nueva York por parte de los talibanes paquistaníes fue descartada por las autoridades norteamericanas.
Existe una cierta confusión sobre el recorrido de Shahzad en Estados Unidos entre el regreso desde su país de origen en agosto pasado y la fecha de su detención. Los investigadores registraron ayer una casa en Bridgeport, la mayor ciudad de Connecticut, y otra en la próxima localidad de Shelton en las que parece haber residido el sospechoso en los últimos años.
Hasta la fecha de su viaje a Karachi, Shahzad vivió con su mujer y dos hijos -una niña y un niño- en Shelton, donde, según han contado los vecinos, llevó una vida muy reservada. Salía cada mañana temprano tan elegantemente vestido que pensaron que trabajaba en Wall Street. En el registro de la casa de Shelton se encontraron 15 bolsas con fertilizantes.
Shahzad, que ayer fue presentado en Manhattan ante el juez que le leyó los cargos en su contra, fue detenido a bordo del vuelo 202 en el aeropuerto Kennedy junto a otros tres hombres de los que, al menos, uno conocía al sospechoso e incluso, según The New York Times, pudo haber sido su compañero de habitación en los últimos días. Los otros dos ya habrían sido puestos en libertad. Estos datos no han sido confirmados oficialmente.
No se sabe con exactitud cómo la policía llegó hasta Shahzad. No parece que fuera identificado por la mujer que, unos días antes del atentado, le vendió por 1.300 dólares el Nissan todoterreno en el que colocó los explosivos. Ese testigo, que había puesto el coche a la venta en Craiglist y en otras páginas similares en Internet, dijo haber tratado personalmente con el comprador pero no recordaba su nombre, solamente que tenía aspecto árabe o hispano.
Aparentemente, fue el número de motor, registrado obligatoriamente en la documentación del vehículo, lo que de alguna forma llevó a la policía hasta Shahzad. Tras su detención, la policía se incautó de otro coche, un Isuzu blanco, estacionado en el aparcamiento del aeropuerto Kennedy, en cuyo interior se encontró una pistola calibre 9 milímetros. No hay confirmación oficial de que ese coche esté vinculado con la investigación.
Además de las conexiones en el extranjero, uno de los aspectos más importantes del caso es establecer la relación entre el terrorismo internacional y los ciudadanos norteamericanos. Shahzad había adquirido esa nacionalidad hace 13 meses. Doce personas de pasaporte norteamericano han sido detenidas en los últimos dos años por actividades terroristas, algunas de ellas después de haber entablado contactos en Pakistán.
En el caso de Shahzad, es evidente que el hecho de tener residencia cerca de Nueva York y moverse como un ciudadano norteamericano le facilitó la tarea de dejar un coche bomba en Times Square en la hora punta de un sábado. Sólo la perspicacia de un vendedor de camisetas, que denunció su presencia a la policía, evitó una tragedia mayúscula.
La detención del sospechoso del atentado frustrado en Times Square, un paquistaní de 30 años recientemente nacionalizado norteamericano, pone a Estados Unidos ante dos graves realidades: la persistencia del complot terrorista para atacar destructivamente este país y la utilización con ese fin de individuos plenamente incorporados a esta sociedad. El Gobierno estadounidense se enfrenta de nuevo a una compleja y delicada operación de seguridad.
La captura de Faisal Shahzad, in extremis, cuando ya estaba a bordo del avión de la compañía Emirates en el que huía el lunes a Dubai, ha confirmado las sospechas iniciales de que el coche bomba detectado el sábado por la noche en el centro de Nueva York con varios kilos de propano, gasolina, fertilizantes y fuegos artificiales, era "un acto terrorista destinado a matar norteamericanos", como dijo ayer el fiscal general, Eric Holder.
La investigación intentará determinar con certeza si se trata de un acto aislado, preparado y perpetrado sólo por Shahzad, o si es el fruto de una conspiración con ramificaciones en Pakistán o incluso entre los talibanes contra los que Estados Unidos combate en Afganistán. Por ahora, Shahzad ha declarado que actuó en solitario y que no tiene ninguna relación con grupos radicales de su país de origen.
Precisamente ayer, las autoridades paquistaníes anunciaron la detención de varios familiares y un amigo de Shahzad. "Tenemos una cooperación continua con Estados Unidos en sus esfuerzos antiterroristas. Si lo pide Estados Unidos, ampliaremos nuestra cooperación en este asunto", aseguró el portavoz del ministro de Exteriores paquistaní, Abdul Basit, según Reuters.
El presidente Barack Obama transmitió ayer a los ciudadanos los avances en las pesquisas y manifestó que estos hechos "son un sombrío recordatorio de los tiempos que vivimos". Obama prometió que "se hará justicia" y advirtió a los responsables de esta acción que, aunque intentan mantener permanentemente en vilo a Nueva York, "Estados Unidos, como país, nunca estará aterrorizado, nunca será intimidado y nunca se esconderá bajo el miedo".
La policía y las agencias de seguridad están actualmente recopilando pistas en torno a Shahzad que conduzcan, según explicó el fiscal general, "a organizaciones terroristas en el exterior". No hay ninguna conclusión aún, pero los movimientos detectados al sospechoso permiten pensar que conservaba fuertes lazos, al menos personales, con su país de origen.
Shahzad estuvo en la ciudad paquistaní de Karachi, según han confirmado las autoridades paquistaníes, entre abril y agosto de 2009. No hay pruebas de que hubiera regresado posteriormente, pero sí de que su esposa, cuyo nombre parece ser Huma Mian, se encuentra allí en estos momentos. La policía de ese país, que está colaborando plenamente en la investigación, cree que durante su estancia Shahzad se trasladó durante un cierto periodo de tiempo a Peshawar, el lugar en el que tienen su base los principales dirigentes talibanes, tanto de Pakistán como de Afganistán. Una reivindicación inicial del atentado de Nueva York por parte de los talibanes paquistaníes fue descartada por las autoridades norteamericanas.
Existe una cierta confusión sobre el recorrido de Shahzad en Estados Unidos entre el regreso desde su país de origen en agosto pasado y la fecha de su detención. Los investigadores registraron ayer una casa en Bridgeport, la mayor ciudad de Connecticut, y otra en la próxima localidad de Shelton en las que parece haber residido el sospechoso en los últimos años.
Hasta la fecha de su viaje a Karachi, Shahzad vivió con su mujer y dos hijos -una niña y un niño- en Shelton, donde, según han contado los vecinos, llevó una vida muy reservada. Salía cada mañana temprano tan elegantemente vestido que pensaron que trabajaba en Wall Street. En el registro de la casa de Shelton se encontraron 15 bolsas con fertilizantes.
Shahzad, que ayer fue presentado en Manhattan ante el juez que le leyó los cargos en su contra, fue detenido a bordo del vuelo 202 en el aeropuerto Kennedy junto a otros tres hombres de los que, al menos, uno conocía al sospechoso e incluso, según The New York Times, pudo haber sido su compañero de habitación en los últimos días. Los otros dos ya habrían sido puestos en libertad. Estos datos no han sido confirmados oficialmente.
No se sabe con exactitud cómo la policía llegó hasta Shahzad. No parece que fuera identificado por la mujer que, unos días antes del atentado, le vendió por 1.300 dólares el Nissan todoterreno en el que colocó los explosivos. Ese testigo, que había puesto el coche a la venta en Craiglist y en otras páginas similares en Internet, dijo haber tratado personalmente con el comprador pero no recordaba su nombre, solamente que tenía aspecto árabe o hispano.
Aparentemente, fue el número de motor, registrado obligatoriamente en la documentación del vehículo, lo que de alguna forma llevó a la policía hasta Shahzad. Tras su detención, la policía se incautó de otro coche, un Isuzu blanco, estacionado en el aparcamiento del aeropuerto Kennedy, en cuyo interior se encontró una pistola calibre 9 milímetros. No hay confirmación oficial de que ese coche esté vinculado con la investigación.
Además de las conexiones en el extranjero, uno de los aspectos más importantes del caso es establecer la relación entre el terrorismo internacional y los ciudadanos norteamericanos. Shahzad había adquirido esa nacionalidad hace 13 meses. Doce personas de pasaporte norteamericano han sido detenidas en los últimos dos años por actividades terroristas, algunas de ellas después de haber entablado contactos en Pakistán.
En el caso de Shahzad, es evidente que el hecho de tener residencia cerca de Nueva York y moverse como un ciudadano norteamericano le facilitó la tarea de dejar un coche bomba en Times Square en la hora punta de un sábado. Sólo la perspicacia de un vendedor de camisetas, que denunció su presencia a la policía, evitó una tragedia mayúscula.