Reino Unido: Clegg ganó el primer debate
Raúl Fain Binda
BBC Mundo
Los primeros sondeos y la opinión mayoritaria de los comentaristas indican que Nick Clegg, el líder liberal demócrata, ganó el debate inicial entre los jefes de los tres principales partidos políticos británicos.
Gordon Brown, primer ministro y líder del Partido Laborista; David Cameron, líder del Partido Conservador (Tory) y Nick Clegg, debatieron en esta ocasión asuntos de política interna.
El próximo debate tratará temas de política internacional, mientras que el tercero tocará la economía y la financiación del presupuesto.
Según los sondeos realizados por ITV, la televisora que transmitió el debate, un 43% de los participantes se inclinó por Clegg, mientras que un 26% prefirió a Cameron y sólo un 20% a Brown; un 11% se mostró indeciso.
Novedad televisiva
Este resultado no es inesperado. Los expertos coincidieron antes de la transmisión que el líder liberal demócrata, menos conocido que los jefes de partidos mayoritarios, se beneficiaría con una audiencia masiva.
Clegg enfatizó que representaba una alternativa a los partidos tradicionales, un cambio para bien.
Esto no significa necesariamente que los liberales reducirán en forma significativa la ventaja que le llevan sus rivales en las encuestas de opinión.
Los debates televisados, al estilo estadounidense, son una novedad en el sistema político británico y plantean tantos peligros como oportunidades.
El riesgo es elevado, ya que una frase mal elegida, una idea mal expresada, puede dejar en ridículo a cualquiera, al mismo tiempo que las limitaciones en la exposición (un minuto en casi todos los casos) reducen las posibilidades de lucimiento.
Las ventajas y desventajas, además, no son parejas.
Los líderes de los dos partidos mayoritarios, el Laborista y el Conservador, debieron extremar sus precauciones, con el riesgo de parecer aburridos y previsibles, mientras que Clegg pudo aprovechar al máximo las candilejas para mostrarse como una opción real de gobierno.
Nadie espera que Nick Clegg pueda formar gobierno tras las elecciones del 6 de mayo, pero si su partido logra un número relativamente elevado de bancas en la Cámara de los Comunes, estará en buena posición para negociar una alianza y participar en un gobierno de coalición, si ningún partido gana una mayoría absoluta, como parece probable.
Muchos televidentes se sorprendieron porque el primer ministro, Gordon Brown, apareció en sus pantallas en la posición menos dominante, a la derecha, mientras que Clegg estaba a la izquierda (y habló primero en el debate) y el Cameron en el centro, quedando con la última palabra.
Esto tiene una explicación: Brown no tiene visión en su ojo izquierdo y sólo desde la izquierda puede ver bien a las personas con las que debate.
El debate
Los tres políticos se mostraron nerviosos pero apenas vacilaron en sus intervenciones, algo natural ya que en los principales colegios y universidades británicas se presta mucha atención a la técnica del debate.
En las alocuciones iniciales quedaron bien claros los enfoques respectivos.
Clegg enfatizó que representaba una alternativa a los partidos tradicionales, un cambio para bien, como el que prometió el presidente Barack Obama.
Brown subrayó que la economía se está recuperando de la grave crisis internacional y que su gobierno garantiza la prosperidad, en contraste con partidos que no conocen o han olvidado las responsabilidades del poder.
Cameron destacó que su partido facilitará la recuperación de la fe en la política y el sistema político. Se corregirá lo que está mal y se mantendrá lo que está bien, dijo.
Salud e inmigración a la inglesa
Uno de los puntos que más debería llamar la atención en el extranjero es que Cameron ofreció una garantía de respaldo, sólida y explícita, al Sistema Nacional de Salud, operado por el Estado y que beneficia a todos los habitantes (y también a los ciudadanos de países de la Unión Europea).
Los debates televisados, al estilo estadounidense, son una novedad en el sistema político británico.
Esto deja en claro la diferencia que existe entre el Partido Conservador y su equivalente ideológico en Estados Unidos, el Partido Republicano.
Si los republicanos estadounidenses encuentran "socialista" la reforma del sistema de salud impulsada por el gobierno de Barack Obama, el sistema británico debería ser, a sus ojos, obra de los soviets bolcheviques.
Al contrario que el Partido Republicano, que se enroca en la oposición, los conservadores avanzan sobre el centro del espectro político, para gobernar.
Otra diferencia notable entre los líderes fue sobre inmigración.
El conservador Cameron propuso cuotas, el liberal Clegg un enfoque selectivo de inmigrantes, y el laborista Brown mejor control fronterizo.
Ya en este tema de la inmigración, al comienzo del debate, quedaron en evidencia las respectivas estrategias de los participantes en el debate.
El laborista Brown destacó en forma reiterada puntos de acuerdo reales o supuestos con el liberal Clegg ("Nick estará de acuerdo conmigo en esto", por ejemplo), reservando sus ataques contra el conservador Cameron.
Cameron concentró sus críticas contra Brown, aprovechando que el electorado siempre tiende a culpar al gobierno de casi todos los males, mientras que Clegg, más afortunado en esto, pudo atacar a sus dos rivales, cuyos partidos son responsables de todos los males que se pueda imaginar.
La estrategia de Clegg
Sobre ley y orden, Clegg rechazó el "derroche" que significaría la introducción de un sistema de documentos de identidad (los británicos no tienen cédulas de identidad y se resisten a esta forma de control), como propone el gobierno actual.
También atacó a los conservadores, que quieren más severidad en la lucha contra la delincuencia, con el argumento de que el dinero obtenido con el retiro de aquel sistema permitiría financiar el despliegue de miles de policías adicionales en las calles, ahora tan peligrosas.
Clegg también se diferenció claramente de Brown y Cameron al proponer la "revisión" (no cancelación, sino "revisión") del sistema británico de disuasión nuclear desde submarinos nucleares, un tema candente porque la flotilla debe ser renovada en los próximos años, con un costo enorme.
Sobre las reducciones en los presupuestos de las fuerzas armadas, salud pública o educación, que muchos economistas consideran impostergables, los tres líderes evitaron hablar de "cortes": prefirieron referirse a la necesidad de "proteger" la inversión en esos sectores.
La noción de "protección" es ambigua, ya que no implica necesariamente el mantenimiento del mismo nivel anterior.
En sus alocuciones de cierre, los líderes insistieron en sus respectivos mensajes de campaña: Clegg habló de "alternativa", Brown de mantener la recuperación económica y Cameron de rechazar el miedo al cambio.
BBC Mundo
Los primeros sondeos y la opinión mayoritaria de los comentaristas indican que Nick Clegg, el líder liberal demócrata, ganó el debate inicial entre los jefes de los tres principales partidos políticos británicos.
Gordon Brown, primer ministro y líder del Partido Laborista; David Cameron, líder del Partido Conservador (Tory) y Nick Clegg, debatieron en esta ocasión asuntos de política interna.
El próximo debate tratará temas de política internacional, mientras que el tercero tocará la economía y la financiación del presupuesto.
Según los sondeos realizados por ITV, la televisora que transmitió el debate, un 43% de los participantes se inclinó por Clegg, mientras que un 26% prefirió a Cameron y sólo un 20% a Brown; un 11% se mostró indeciso.
Novedad televisiva
Este resultado no es inesperado. Los expertos coincidieron antes de la transmisión que el líder liberal demócrata, menos conocido que los jefes de partidos mayoritarios, se beneficiaría con una audiencia masiva.
Clegg enfatizó que representaba una alternativa a los partidos tradicionales, un cambio para bien.
Esto no significa necesariamente que los liberales reducirán en forma significativa la ventaja que le llevan sus rivales en las encuestas de opinión.
Los debates televisados, al estilo estadounidense, son una novedad en el sistema político británico y plantean tantos peligros como oportunidades.
El riesgo es elevado, ya que una frase mal elegida, una idea mal expresada, puede dejar en ridículo a cualquiera, al mismo tiempo que las limitaciones en la exposición (un minuto en casi todos los casos) reducen las posibilidades de lucimiento.
Las ventajas y desventajas, además, no son parejas.
Los líderes de los dos partidos mayoritarios, el Laborista y el Conservador, debieron extremar sus precauciones, con el riesgo de parecer aburridos y previsibles, mientras que Clegg pudo aprovechar al máximo las candilejas para mostrarse como una opción real de gobierno.
Nadie espera que Nick Clegg pueda formar gobierno tras las elecciones del 6 de mayo, pero si su partido logra un número relativamente elevado de bancas en la Cámara de los Comunes, estará en buena posición para negociar una alianza y participar en un gobierno de coalición, si ningún partido gana una mayoría absoluta, como parece probable.
Muchos televidentes se sorprendieron porque el primer ministro, Gordon Brown, apareció en sus pantallas en la posición menos dominante, a la derecha, mientras que Clegg estaba a la izquierda (y habló primero en el debate) y el Cameron en el centro, quedando con la última palabra.
Esto tiene una explicación: Brown no tiene visión en su ojo izquierdo y sólo desde la izquierda puede ver bien a las personas con las que debate.
El debate
Los tres políticos se mostraron nerviosos pero apenas vacilaron en sus intervenciones, algo natural ya que en los principales colegios y universidades británicas se presta mucha atención a la técnica del debate.
En las alocuciones iniciales quedaron bien claros los enfoques respectivos.
Clegg enfatizó que representaba una alternativa a los partidos tradicionales, un cambio para bien, como el que prometió el presidente Barack Obama.
Brown subrayó que la economía se está recuperando de la grave crisis internacional y que su gobierno garantiza la prosperidad, en contraste con partidos que no conocen o han olvidado las responsabilidades del poder.
Cameron destacó que su partido facilitará la recuperación de la fe en la política y el sistema político. Se corregirá lo que está mal y se mantendrá lo que está bien, dijo.
Salud e inmigración a la inglesa
Uno de los puntos que más debería llamar la atención en el extranjero es que Cameron ofreció una garantía de respaldo, sólida y explícita, al Sistema Nacional de Salud, operado por el Estado y que beneficia a todos los habitantes (y también a los ciudadanos de países de la Unión Europea).
Los debates televisados, al estilo estadounidense, son una novedad en el sistema político británico.
Esto deja en claro la diferencia que existe entre el Partido Conservador y su equivalente ideológico en Estados Unidos, el Partido Republicano.
Si los republicanos estadounidenses encuentran "socialista" la reforma del sistema de salud impulsada por el gobierno de Barack Obama, el sistema británico debería ser, a sus ojos, obra de los soviets bolcheviques.
Al contrario que el Partido Republicano, que se enroca en la oposición, los conservadores avanzan sobre el centro del espectro político, para gobernar.
Otra diferencia notable entre los líderes fue sobre inmigración.
El conservador Cameron propuso cuotas, el liberal Clegg un enfoque selectivo de inmigrantes, y el laborista Brown mejor control fronterizo.
Ya en este tema de la inmigración, al comienzo del debate, quedaron en evidencia las respectivas estrategias de los participantes en el debate.
El laborista Brown destacó en forma reiterada puntos de acuerdo reales o supuestos con el liberal Clegg ("Nick estará de acuerdo conmigo en esto", por ejemplo), reservando sus ataques contra el conservador Cameron.
Cameron concentró sus críticas contra Brown, aprovechando que el electorado siempre tiende a culpar al gobierno de casi todos los males, mientras que Clegg, más afortunado en esto, pudo atacar a sus dos rivales, cuyos partidos son responsables de todos los males que se pueda imaginar.
La estrategia de Clegg
Sobre ley y orden, Clegg rechazó el "derroche" que significaría la introducción de un sistema de documentos de identidad (los británicos no tienen cédulas de identidad y se resisten a esta forma de control), como propone el gobierno actual.
También atacó a los conservadores, que quieren más severidad en la lucha contra la delincuencia, con el argumento de que el dinero obtenido con el retiro de aquel sistema permitiría financiar el despliegue de miles de policías adicionales en las calles, ahora tan peligrosas.
Clegg también se diferenció claramente de Brown y Cameron al proponer la "revisión" (no cancelación, sino "revisión") del sistema británico de disuasión nuclear desde submarinos nucleares, un tema candente porque la flotilla debe ser renovada en los próximos años, con un costo enorme.
Sobre las reducciones en los presupuestos de las fuerzas armadas, salud pública o educación, que muchos economistas consideran impostergables, los tres líderes evitaron hablar de "cortes": prefirieron referirse a la necesidad de "proteger" la inversión en esos sectores.
La noción de "protección" es ambigua, ya que no implica necesariamente el mantenimiento del mismo nivel anterior.
En sus alocuciones de cierre, los líderes insistieron en sus respectivos mensajes de campaña: Clegg habló de "alternativa", Brown de mantener la recuperación económica y Cameron de rechazar el miedo al cambio.