Los 'camisas rojas' suavizan sus exigencias para poner fin a la crisis en Tailandia
José Reinoso, Pekin, El País
Los camisas rojas, que desde mediados del mes pasado han ocupado el centro de Bangkok para pedir la dimisión del Gobierno, han suavizado su postura y han ofreciedo un compromiso con el que poner fin a la crisis política que atenaza Tailandia. Los manifestantes han dicho que aceptarían la disolución del Parlamento en un plazo de 30 días y la convocatoria de elecciones 60 días después, en lugar de con carácter inmediato como pedían hasta ahora. Pero han añadido dos condiciones: que se lleve a cabo una investigación independiente sobre los enfrentamientos que tuvieron lugar el 10 de abril, en los cuales murieron 25 personas -entre ellas, algunos soldados- y más de 800 resultaron heridas, y que la tropas se retiren de los alrededores del lugar de la protesta.
"El Gobierno debe poner fin a todas las amenazas contra nuestro movimiento", ha dicho Weng Tojirakarn, uno de los líderes, desde un escenario montado en el campamento que han instalado los miles de camisas rojas en el barrio más comercial de Bangkok, informa Reuters. La oferta se ha producido poco después de que el jefe del Ejército, Anupong Paochinda, que el viernes pasado fue nombrado máximo responsable de seguridad nacional, afirmara que no habrá represión violenta contra los manifestantes porque "no resolvería los problemas actuales y tendría muchas repercusiones".
El jueves por la noche estallaron cinco granadas cerca del lugar donde están acampados los opositores en el centro de la ciudad, que provocaron la muerte de una tailandesa de 26 años y heridas a 86 personas, según ha informado hoy el Servicio de Emergencias Médicas de Bangkok. Cuatro de los heridos son ciudadanos de Estados Unidos, Australia, Indonesia y Japón. Anteriormente, un vice primer ministro, Suthep Thaugsuban, había dicho que los fallecidos eran tres. La autoría del ataque se desconoce. Las granadas M-79 cayeron en una zona en la que se habían concentrado críticos contra los camisas rojas.
Varias decenas de explosiones
Panitan Wattanayagorn, portavoz del Gobierno, dijo que el incidente está siendo investigado. Pero desde que comenzaron las protestas se han producido varias decenas de explosiones y ataques con granadas y nadie ha sido detenido, lo que ha disparado las especulaciones de que pueden ser obra de militares rebeldes, que buscan provocar a los camisas rojas o arreglar cuentas con otros militares.
La policía ha intentado hoy por la mañana que los manifestantes desmontaran las barricadas de tres metros de altura que han construido con neumáticos, bloques de hormigón, plásticos y palos de bambú afilados cerca de la entrada de la calle Silom y el distrito financiero. Pero ha desistido después de que estos las rociaran con gasolina. Cientos de policías, antidisturbios y soldados están desplegados en el barrio, donde muchas tiendas, bancos y hoteles están cerrados.
Los camisas rojas están integrados principalmente por habitantes pobres de las zonas rurales, que apoyan al ex primer ministro Thaksin Shinawatra. Pero también hay activistas prodemocráticos que rechazan el golpe de Estado con el que fue expulsado del cargo en 2006, y un número creciente de miembros de la clase obrera urbana. Piden que el actual primer ministro, Abhisit Vejjajiva, dimita y convoque elecciones, porque, según afirman, llegó al cargo en 2008 de forma ilegítima al frente de una coalición tejida por los militares después de que los jueces disolvieran un partido seguidor de Thaksin, que había liderado los gobiernos precedentes.
Alarma internacional
La tensión y la violencia en la capital han disparado la alarma entre los gobiernos extranjeros, algunos de los cuales, como Estados Unidos y Australia, han recomendado a sus ciudadanos que no viajen a Bangkok, porque, según aseguran, hay riesgo de que se produzca más violencia. Otros, como Reino Unido y Francia han instado a sus nacionales a que se mantengan alejados de las zonas de las manifestaciones.
Nattawat Saikuar, uno de los líderes de los camisas rojas, ha negado que las granadas fueran lanzadas por su gente. "Los ataques con bombas de la pasada noche no tuvieron nada que ver con nuestro movimiento. Seguimos fieles a la política de no violencia", ha señalado. Nattawat ha dicho a los manifestantes que se preparasen para una posible represión por parte de las fuerzas de seguridad, después de que éstas advirtieran esta semana que se les estaba acabando el tiempo para poner fin a la protesta, que comenzó el 12 de marzo. El Ejército aseguró que estaba dispuesto a utilizar fuego real si se veía obligado. Naciones Unidas ha pedido mesura a todas las partes implicadas.
Las protestas son un reflejo de la fractura social existente en Tailandia, que también se extiende al Ejército, donde una facción apoya a los manifestantes, incluidos algunos generales jubilados aliados de Thaksin, quien, tras ser expulsado en 2006, fue condenado en ausencia a dos años de cárcel por corrupción. Thaksin vive exiliado en el extranjero.
Los camisas rojas, que desde mediados del mes pasado han ocupado el centro de Bangkok para pedir la dimisión del Gobierno, han suavizado su postura y han ofreciedo un compromiso con el que poner fin a la crisis política que atenaza Tailandia. Los manifestantes han dicho que aceptarían la disolución del Parlamento en un plazo de 30 días y la convocatoria de elecciones 60 días después, en lugar de con carácter inmediato como pedían hasta ahora. Pero han añadido dos condiciones: que se lleve a cabo una investigación independiente sobre los enfrentamientos que tuvieron lugar el 10 de abril, en los cuales murieron 25 personas -entre ellas, algunos soldados- y más de 800 resultaron heridas, y que la tropas se retiren de los alrededores del lugar de la protesta.
"El Gobierno debe poner fin a todas las amenazas contra nuestro movimiento", ha dicho Weng Tojirakarn, uno de los líderes, desde un escenario montado en el campamento que han instalado los miles de camisas rojas en el barrio más comercial de Bangkok, informa Reuters. La oferta se ha producido poco después de que el jefe del Ejército, Anupong Paochinda, que el viernes pasado fue nombrado máximo responsable de seguridad nacional, afirmara que no habrá represión violenta contra los manifestantes porque "no resolvería los problemas actuales y tendría muchas repercusiones".
El jueves por la noche estallaron cinco granadas cerca del lugar donde están acampados los opositores en el centro de la ciudad, que provocaron la muerte de una tailandesa de 26 años y heridas a 86 personas, según ha informado hoy el Servicio de Emergencias Médicas de Bangkok. Cuatro de los heridos son ciudadanos de Estados Unidos, Australia, Indonesia y Japón. Anteriormente, un vice primer ministro, Suthep Thaugsuban, había dicho que los fallecidos eran tres. La autoría del ataque se desconoce. Las granadas M-79 cayeron en una zona en la que se habían concentrado críticos contra los camisas rojas.
Varias decenas de explosiones
Panitan Wattanayagorn, portavoz del Gobierno, dijo que el incidente está siendo investigado. Pero desde que comenzaron las protestas se han producido varias decenas de explosiones y ataques con granadas y nadie ha sido detenido, lo que ha disparado las especulaciones de que pueden ser obra de militares rebeldes, que buscan provocar a los camisas rojas o arreglar cuentas con otros militares.
La policía ha intentado hoy por la mañana que los manifestantes desmontaran las barricadas de tres metros de altura que han construido con neumáticos, bloques de hormigón, plásticos y palos de bambú afilados cerca de la entrada de la calle Silom y el distrito financiero. Pero ha desistido después de que estos las rociaran con gasolina. Cientos de policías, antidisturbios y soldados están desplegados en el barrio, donde muchas tiendas, bancos y hoteles están cerrados.
Los camisas rojas están integrados principalmente por habitantes pobres de las zonas rurales, que apoyan al ex primer ministro Thaksin Shinawatra. Pero también hay activistas prodemocráticos que rechazan el golpe de Estado con el que fue expulsado del cargo en 2006, y un número creciente de miembros de la clase obrera urbana. Piden que el actual primer ministro, Abhisit Vejjajiva, dimita y convoque elecciones, porque, según afirman, llegó al cargo en 2008 de forma ilegítima al frente de una coalición tejida por los militares después de que los jueces disolvieran un partido seguidor de Thaksin, que había liderado los gobiernos precedentes.
Alarma internacional
La tensión y la violencia en la capital han disparado la alarma entre los gobiernos extranjeros, algunos de los cuales, como Estados Unidos y Australia, han recomendado a sus ciudadanos que no viajen a Bangkok, porque, según aseguran, hay riesgo de que se produzca más violencia. Otros, como Reino Unido y Francia han instado a sus nacionales a que se mantengan alejados de las zonas de las manifestaciones.
Nattawat Saikuar, uno de los líderes de los camisas rojas, ha negado que las granadas fueran lanzadas por su gente. "Los ataques con bombas de la pasada noche no tuvieron nada que ver con nuestro movimiento. Seguimos fieles a la política de no violencia", ha señalado. Nattawat ha dicho a los manifestantes que se preparasen para una posible represión por parte de las fuerzas de seguridad, después de que éstas advirtieran esta semana que se les estaba acabando el tiempo para poner fin a la protesta, que comenzó el 12 de marzo. El Ejército aseguró que estaba dispuesto a utilizar fuego real si se veía obligado. Naciones Unidas ha pedido mesura a todas las partes implicadas.
Las protestas son un reflejo de la fractura social existente en Tailandia, que también se extiende al Ejército, donde una facción apoya a los manifestantes, incluidos algunos generales jubilados aliados de Thaksin, quien, tras ser expulsado en 2006, fue condenado en ausencia a dos años de cárcel por corrupción. Thaksin vive exiliado en el extranjero.