Haití, siempre Haití
Por Juan Gelman
La noticia apareció en Stars and Stripes, un diario destinado a militares, a sus familias y al personal civil del Pentágono, que se publica desde 1942: los marines que EE.UU. envió a Haití para prestar ayuda humanitaria se están entrenando para luchar en Afganistán (www.stripes.com, 29-3-10). La explicación es candorosa: como hace semanas que las tareas humanitarias han disminuido –explica el periódico–, los efectivos tienen poco que hacer y entonces se entrenan simulando combates y practicando tácticas ad hoc. El derecho internacional establece que este acto es una violación de soberanía nacional, pero a eso Washington está muy acostumbrado, especialmente en Haití.
Es notorio que la primera ocupación de los marines norteamericanos se extendiera de 1915 a 1934 para impedir que los guerrilleros haitianos tomaran el gobierno. Los llamaban “cacos” y respondían a diferentes grupos políticos de los que algunos querían a los invasores fuera. Durante esos veinte años imperó la ley marcial, las fuerzas de EE.UU. tomaron el control del tesoro y de las aduanas de Haití y, además, del Parlamento, para que éste eligiera el presidente que la Casa Blanca había elegido. Todo muy democrático. Tres mil haitianos fueron muertos, pero de los hábiles marines sólo cayeron 16. En 1994 volvieron a intervenir para poner a Jean-Bertrand Aristide en la presidencia, y diez años después regresaron para sacarlo. Washington dedit, Washington abstulit.
El teniente coronel Gary Keim, jefe de un batallón de logística, recordó o enseñó esta historia a los efectivos que EE.UU. envió después del terremoto. “Nos pidieron que la releyéramos –dijo–. Hemos estado antes aquí. Hemos tenido éxito antes” (www.usatoday.com, 25-1-10. ¿Tendrán algo que ver las intervenciones estadounidenses en Haití con un operativo de asistencia humanitaria? ¿O el teniente coronel sabía que lo humanista no quitaría lo militar, como bien se ve? Se ignora cuándo los ocupantes dejarán esa casi mitad de la isla La Española. Según Keim, les dijeron que se quedarían por “un tiempo indefinido”.
Cabe preguntarse cómo se obtuvo “el éxito de antes”. Los marines inauguraron tácticas que aplicaron y siguen aplicando después: el bombardeo aéreo en apoyo de la infantería, la práctica de la tortura y las ejecuciones sumarias, la creación de una fuerza represiva local dirigida por oficiales estadounidenses. La oposición civil acompañó a la guerrillera. A una huelga estudiantil se sumaron los trabajadores urbanos y, en diciembre de 1929, miles de campesinos enfrentaron a las ametralladoras del ocupante con piedras, garrotes y machetes. Resultado: 24 haitianos muertos, 51 heridos y un marine lesionado. El comandante de la tropa fue condecorado con la Cruz Naval por el mérito indudable de dirigir la matanza.
El entonces mayor Smedley Butler fue uno de los primeros en desembarcar en Haití, donde recibió su segunda Medalla de Honor por valor en el combate. Pasó a retiro con el grado de mayor general en 1931 y en agosto de ese año se sinceró en una convención de la Legión Americana (Jules Archer, The Plot to Seize the White House, Hawthorn Books, Nueva York, 1973). Vale la pena citar sus palabras in extenso: revelan la verdadera naturaleza de las intervenciones militares estadounidenses en países extranjeros.
Dijo Butler: “Pasé 33 años siendo un músculo de gran clase para los Grandes Negocios, para Wall Street y los banqueros. En síntesis, fui un depredador del capitalismo... Ayudé a purificar Nicaragua para el banco internacional Brown Brothers en 1909-1912. Ayudé a hacer de México, especialmente de Tampico, un lugar seguro para los intereses petroleros estadounidenses en 1916. Allané la República Dominicana para los intereses azucareros estadounidenses en 1916. Ayudé a convertir a Haití y a Cuba en un lugar decente para que los muchachos del (banco) National City pudieran obtener ganancias. Ayudé a saquear una media docena de repúblicas centroamericanas para beneficio de Wall Street... En China, en 1927, ayudé a que la Standard Oil pudiera hacer su trabajo sin molestias... tenía una pandilla distinguida. Me recompensaron con honores, medallas, promociones... Podría haberle hecho algunos guiños a Al Capone. Lo más que pudo hacer es operar en tres ciudades. Los marines operaron en tres continentes”. Archer asegura que la audiencia estaba atónita. Y que pocos diarios se atrevieron a publicar aunque sólo fuera un fragmento inocente del discurso.
Un hecho confirma que la tropas de EE.UU. se quedarán en Haití por un tiempito, como adelantó el teniente coronel Keim: la Casa Blanca encargó a la DynCorp International, empresa semioficial del Pentágono y de la CIA, la ampliación de la base militar de los ocupantes (www.michelcollon.info, 10-2-10). Para ello se expropiarán y demolerán las viviendas de centenares de haitianos en las barracas de Café Soleil, el barrio de Puerto Príncipe que más agujeros de balas extranjeras exhibe.
La noticia apareció en Stars and Stripes, un diario destinado a militares, a sus familias y al personal civil del Pentágono, que se publica desde 1942: los marines que EE.UU. envió a Haití para prestar ayuda humanitaria se están entrenando para luchar en Afganistán (www.stripes.com, 29-3-10). La explicación es candorosa: como hace semanas que las tareas humanitarias han disminuido –explica el periódico–, los efectivos tienen poco que hacer y entonces se entrenan simulando combates y practicando tácticas ad hoc. El derecho internacional establece que este acto es una violación de soberanía nacional, pero a eso Washington está muy acostumbrado, especialmente en Haití.
Es notorio que la primera ocupación de los marines norteamericanos se extendiera de 1915 a 1934 para impedir que los guerrilleros haitianos tomaran el gobierno. Los llamaban “cacos” y respondían a diferentes grupos políticos de los que algunos querían a los invasores fuera. Durante esos veinte años imperó la ley marcial, las fuerzas de EE.UU. tomaron el control del tesoro y de las aduanas de Haití y, además, del Parlamento, para que éste eligiera el presidente que la Casa Blanca había elegido. Todo muy democrático. Tres mil haitianos fueron muertos, pero de los hábiles marines sólo cayeron 16. En 1994 volvieron a intervenir para poner a Jean-Bertrand Aristide en la presidencia, y diez años después regresaron para sacarlo. Washington dedit, Washington abstulit.
El teniente coronel Gary Keim, jefe de un batallón de logística, recordó o enseñó esta historia a los efectivos que EE.UU. envió después del terremoto. “Nos pidieron que la releyéramos –dijo–. Hemos estado antes aquí. Hemos tenido éxito antes” (www.usatoday.com, 25-1-10. ¿Tendrán algo que ver las intervenciones estadounidenses en Haití con un operativo de asistencia humanitaria? ¿O el teniente coronel sabía que lo humanista no quitaría lo militar, como bien se ve? Se ignora cuándo los ocupantes dejarán esa casi mitad de la isla La Española. Según Keim, les dijeron que se quedarían por “un tiempo indefinido”.
Cabe preguntarse cómo se obtuvo “el éxito de antes”. Los marines inauguraron tácticas que aplicaron y siguen aplicando después: el bombardeo aéreo en apoyo de la infantería, la práctica de la tortura y las ejecuciones sumarias, la creación de una fuerza represiva local dirigida por oficiales estadounidenses. La oposición civil acompañó a la guerrillera. A una huelga estudiantil se sumaron los trabajadores urbanos y, en diciembre de 1929, miles de campesinos enfrentaron a las ametralladoras del ocupante con piedras, garrotes y machetes. Resultado: 24 haitianos muertos, 51 heridos y un marine lesionado. El comandante de la tropa fue condecorado con la Cruz Naval por el mérito indudable de dirigir la matanza.
El entonces mayor Smedley Butler fue uno de los primeros en desembarcar en Haití, donde recibió su segunda Medalla de Honor por valor en el combate. Pasó a retiro con el grado de mayor general en 1931 y en agosto de ese año se sinceró en una convención de la Legión Americana (Jules Archer, The Plot to Seize the White House, Hawthorn Books, Nueva York, 1973). Vale la pena citar sus palabras in extenso: revelan la verdadera naturaleza de las intervenciones militares estadounidenses en países extranjeros.
Dijo Butler: “Pasé 33 años siendo un músculo de gran clase para los Grandes Negocios, para Wall Street y los banqueros. En síntesis, fui un depredador del capitalismo... Ayudé a purificar Nicaragua para el banco internacional Brown Brothers en 1909-1912. Ayudé a hacer de México, especialmente de Tampico, un lugar seguro para los intereses petroleros estadounidenses en 1916. Allané la República Dominicana para los intereses azucareros estadounidenses en 1916. Ayudé a convertir a Haití y a Cuba en un lugar decente para que los muchachos del (banco) National City pudieran obtener ganancias. Ayudé a saquear una media docena de repúblicas centroamericanas para beneficio de Wall Street... En China, en 1927, ayudé a que la Standard Oil pudiera hacer su trabajo sin molestias... tenía una pandilla distinguida. Me recompensaron con honores, medallas, promociones... Podría haberle hecho algunos guiños a Al Capone. Lo más que pudo hacer es operar en tres ciudades. Los marines operaron en tres continentes”. Archer asegura que la audiencia estaba atónita. Y que pocos diarios se atrevieron a publicar aunque sólo fuera un fragmento inocente del discurso.
Un hecho confirma que la tropas de EE.UU. se quedarán en Haití por un tiempito, como adelantó el teniente coronel Keim: la Casa Blanca encargó a la DynCorp International, empresa semioficial del Pentágono y de la CIA, la ampliación de la base militar de los ocupantes (www.michelcollon.info, 10-2-10). Para ello se expropiarán y demolerán las viviendas de centenares de haitianos en las barracas de Café Soleil, el barrio de Puerto Príncipe que más agujeros de balas extranjeras exhibe.