China, ¿potencia tacaña?
Andrés Oppenheimer
Cuando el presidente de China, Hu Jintao, visite Latinoamérica a mediados de este mes, alguien debería decirle: si China quiere ser una potencia mundial respetada, debería ser una mejor ciudadana global.
Eso es lo primero que pensé cuando leí los resultados de la Conferencia de Donantes de las Naciones Unidas para Haití, en la que 59 países y organizaciones internacionales hicieron sus contribuciones para la reconstrucción de Haití. La contribución china fue lamentable.
En total, la esperada conferencia recaudó 5.300 millones de dólares para tareas de reconstrucción en los próximos 18 meses. La suma no incluye donaciones previas que los países hicieron inmediatamente después del terremoto del 12 de enero que, según cifras del Gobierno haitiano, causó la muerte a más de 300.000 personas.
En la Conferencia de Donantes, Estados Unidos ofreció 1.150 millones, además de los 900 millones que ha entregado. Los 27 países de la Unión Europea ofrecieron 1.600 millones, además de los 370 millones que desembolsaron.
(No estoy incluyendo entre los principales donantes a Venezuela, porque el propio Gobierno venezolano, tras anunciar con bombos y platillos que donaría 2.400 millones, más que EE UU y Europa, tuvo que reconocer más tarde que la cifra era tramposa: se trataba de promesas de ayuda por los próximos seis años, en lugar de 18 meses, y además incluía la condonación de 400 millones de deuda de Haití).
En comparación, China prometió 1,5 millones -sí, leyeron bien, 1,5 millones- además de otros casi 14 millones que había donado tras el terremoto, según la agencia de noticias Xinhua. O sea, China ha donado mucho menos para Haití que países como Qatar y Corea del Sur, que prometieron 20 y 10 millones, respectivamente, en los próximos 18 meses.
Hay quienes especulan que China donó tan poco para Haití porque los dos países no tienen relaciones diplomáticas. Sin embargo, la ausencia de relaciones no ha impedido que China haya destacado en Haití una fuerza de paz de más de 200 personas, que incluía a ocho soldados que murieron durante el terremoto.
"Este es el peor desastre natural de la historia en lo que hace a la pérdida de vidas: no es excusa que nadie pueda decir que 1,5 millones es una contribución digna", dice Mark Schneider, del International Crisis Group, una ONG que se dedica a ayudar a países en conflicto. Es obvio que China no llega a los parámetros de un buen ciudadano global.
A juzgar por lo que escucho de diplomáticos y funcionarios de organizaciones de ayuda, China tampoco ha sido muy generosa con Chile después de que ese país sufriera el terremoto del 27 de febrero.
China prometió un millón de auxilio a Chile después del terremoto, y unos días después anunció una donación de otros dos millones, según la agencia Xinhua. Esa suma era tan sólo una pequeña fracción de lo que donaron otros países grandes.
R. Evan Ellis, un profesor de la Universidad de Defensa Nacional de Washington que ha escrito sobre la creciente presencia china en Latinoamérica, y que en general considera positiva esa tendencia, dice que hay varias áreas más en las que China podría comportarse como un mejor ciudadano global.
Las empresas chinas en Latinoamérica con frecuencia han tenido problemas con las leyes laborales y ambientales locales, en parte porque no están acostumbradas a respetar esas reglas en China, explica. "En términos de responsabilidad social corporativa, las empresas chinas están hoy donde estaban las empresas estadounidenses hace medio siglo", agrega.
Además, China está comprando enormes cantidades de materias primas latinoamericanas -sus importaciones de la región se han disparado de 10.000 millones de dólares anuales en 2000 a 140.000 millones en 2008-, pero invierte relativamente poco en la zona.
Mi opinión: el explosivo crecimiento de China durante los últimos años ha sido una bendición para Latinoamérica, especialmente para los países suramericanos exportadores de materias primas. Por eso, cuando Hu visite Brasil, Venezuela y Chile entre el 14 y el 18 de abril, debería recibir una bienvenida con todos los honores.
Es hora de que China se gane el respeto de otras naciones como un socio de confianza y como un buen ciudadano global, tal como lo hacen muchos otros países grandes.
Cuando el presidente de China, Hu Jintao, visite Latinoamérica a mediados de este mes, alguien debería decirle: si China quiere ser una potencia mundial respetada, debería ser una mejor ciudadana global.
Eso es lo primero que pensé cuando leí los resultados de la Conferencia de Donantes de las Naciones Unidas para Haití, en la que 59 países y organizaciones internacionales hicieron sus contribuciones para la reconstrucción de Haití. La contribución china fue lamentable.
En total, la esperada conferencia recaudó 5.300 millones de dólares para tareas de reconstrucción en los próximos 18 meses. La suma no incluye donaciones previas que los países hicieron inmediatamente después del terremoto del 12 de enero que, según cifras del Gobierno haitiano, causó la muerte a más de 300.000 personas.
En la Conferencia de Donantes, Estados Unidos ofreció 1.150 millones, además de los 900 millones que ha entregado. Los 27 países de la Unión Europea ofrecieron 1.600 millones, además de los 370 millones que desembolsaron.
(No estoy incluyendo entre los principales donantes a Venezuela, porque el propio Gobierno venezolano, tras anunciar con bombos y platillos que donaría 2.400 millones, más que EE UU y Europa, tuvo que reconocer más tarde que la cifra era tramposa: se trataba de promesas de ayuda por los próximos seis años, en lugar de 18 meses, y además incluía la condonación de 400 millones de deuda de Haití).
En comparación, China prometió 1,5 millones -sí, leyeron bien, 1,5 millones- además de otros casi 14 millones que había donado tras el terremoto, según la agencia de noticias Xinhua. O sea, China ha donado mucho menos para Haití que países como Qatar y Corea del Sur, que prometieron 20 y 10 millones, respectivamente, en los próximos 18 meses.
Hay quienes especulan que China donó tan poco para Haití porque los dos países no tienen relaciones diplomáticas. Sin embargo, la ausencia de relaciones no ha impedido que China haya destacado en Haití una fuerza de paz de más de 200 personas, que incluía a ocho soldados que murieron durante el terremoto.
"Este es el peor desastre natural de la historia en lo que hace a la pérdida de vidas: no es excusa que nadie pueda decir que 1,5 millones es una contribución digna", dice Mark Schneider, del International Crisis Group, una ONG que se dedica a ayudar a países en conflicto. Es obvio que China no llega a los parámetros de un buen ciudadano global.
A juzgar por lo que escucho de diplomáticos y funcionarios de organizaciones de ayuda, China tampoco ha sido muy generosa con Chile después de que ese país sufriera el terremoto del 27 de febrero.
China prometió un millón de auxilio a Chile después del terremoto, y unos días después anunció una donación de otros dos millones, según la agencia Xinhua. Esa suma era tan sólo una pequeña fracción de lo que donaron otros países grandes.
R. Evan Ellis, un profesor de la Universidad de Defensa Nacional de Washington que ha escrito sobre la creciente presencia china en Latinoamérica, y que en general considera positiva esa tendencia, dice que hay varias áreas más en las que China podría comportarse como un mejor ciudadano global.
Las empresas chinas en Latinoamérica con frecuencia han tenido problemas con las leyes laborales y ambientales locales, en parte porque no están acostumbradas a respetar esas reglas en China, explica. "En términos de responsabilidad social corporativa, las empresas chinas están hoy donde estaban las empresas estadounidenses hace medio siglo", agrega.
Además, China está comprando enormes cantidades de materias primas latinoamericanas -sus importaciones de la región se han disparado de 10.000 millones de dólares anuales en 2000 a 140.000 millones en 2008-, pero invierte relativamente poco en la zona.
Mi opinión: el explosivo crecimiento de China durante los últimos años ha sido una bendición para Latinoamérica, especialmente para los países suramericanos exportadores de materias primas. Por eso, cuando Hu visite Brasil, Venezuela y Chile entre el 14 y el 18 de abril, debería recibir una bienvenida con todos los honores.
Es hora de que China se gane el respeto de otras naciones como un socio de confianza y como un buen ciudadano global, tal como lo hacen muchos otros países grandes.