Obama y Netanyahu mantienen el pulso por la crisis de las colonias
ANTONIO CAÑO, Washington
El primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, pasó por Washington, donde ayer se reunió con el presidente Barack Obama, sin conseguir aliviar la tensión que domina las relaciones entre los dos países en lo relativo a los asentamientos judíos en Jerusalén. Obama y Netanyahu discutieron los vitales asuntos de seguridad que preocupan a ambos, incluido cómo lidiar con Irán, pero mantienen el pulso sobre las construcciones, un elemento fundamental para relanzar las conversaciones de paz con los palestinos.
En el mejor de los casos, podría decirse que esta visita de dos días no ha agravado el problema, que ha servido para comprobar, en caso de duda, los lazos robustos que unen a Israel y Estados Unidos por encima de todas las diferencias. Pero eso no puede ocultar el hecho de que ambos Gobiernos mantienen en estos momentos una pugna que obstaculiza toda la política de Obama en Oriente Próximo. Es, por tanto, una prioridad absoluta de la Administración norteamericana encontrar una solución.
No surgió en esta oportunidad. Netanyahu está convencido de que la exigencia de detener las construcciones en Jerusalén Este, la parte árabe de la ciudad, es "ilógica e irrazonable", según explicó él mismo ayer a los miembros del Congreso norteamericano, y ha advertido que si EE UU insiste en ella "puede paralizar el proceso de paz un año más". "Estados Unidos puede ayudar, pero no puede imponer una solución", aseguró el primer ministro.
Fuentes diplomáticas israelíes no interpretan, sin embargo, el desacuerdo sobre los asentamientos como un fracaso de la misión de Netanyahu: "El objetivo de esta visita no era el de salir de aquí con un compromiso, sino el de crear las condiciones para que George Mitchell [el enviado especial norteamericano a la región] pueda reanudar su trabajo".
Sin declaraciones
Tampoco está claro que ello se haya conseguido. Obama recibió a Netanyahu a última hora del día y sin presencia de los medios de comunicación, un trato completamente inusual entre dos aliados de semejante confianza. Obama ha querido simbolizar su irritación con Netanyahu por el embarazoso anuncio de autorizar 1.600 nuevas viviendas en Jerusalén Este mientras el vicepresidente Joe Biden visitaba oficialmente Israel. Netanyahu se disculpó después por la desconsideración diplomática del anuncio, pero no por el contenido de lo anunciado.
Durante sus dos días en Washington ha defendido sin concesiones esos asentamientos y el derecho de Israel a levantar hogares en ese territorio. "El pueblo judío ya construía en Jerusalén hace 3.000 años y el pueblo judío sigue construyendo en Jerusalén hoy. Jerusalén no es un asentamiento, es nuestra capital", declaró, desafiante, el primer ministro israelí en su intervención, en la noche del lunes, ante la asamblea anual del Comité Americano-Israelí de Asuntos Públicos (AIPAC, en sus siglas en inglés), el principal lobby judío en Estados Unidos. "Todo el mundo, americanos, europeos, israelíes y, desde luego, los palestinos, todo el mundo sabe que esos vecindarios serán parte de Israel en un acuerdo de paz", añadió. Netanyahu explicó esa posición a la secretaria de Estado, Hillary Clinton, con la que se reunió a solas durante más de dos horas; a Biden, con el que cenó el lunes, también, en privado; a los principales líderes demócratas y republicanos en el Capitolio, donde encontró ayer un clima más amigable que entre la Administración, y por último al propio Obama.
El primer ministro israelí defendió, según fuentes próximas, no sólo las razones históricas que justifican esas construcciones, sino las dificultades técnicas de detener proyectos que se llevan desarrollando durante años. No parece haber convencido a sus interlocutores, pero los dos bandos son conscientes de que es imprescindible encontrar un arreglo sin que nadie pierda bruscamente la cara.
Esa es la mayor dificultad. Tanto Netanyahu como la Administración norteamericana han abrazado posiciones aparentemente irreconciliables. "Los nuevos asentamientos en Jerusalén Este o en Cisjordania socavan la confianza mutua y amenazan las conversaciones de paz", declaró Clinton en la misma reunión del AIPAC. La ayuda de ese influyente lobby judío era uno de los propósitos que traía a Netanyahu a Washington. El primer ministro israelí pretende que los judíos norteamericanos ayuden a convencer a Obama de que contener los planes nucleares de Irán es en estos momentos mucho más importante que frenar los asentamientos judíos y de que aplique sobre los palestinos la misma presión que sobre los israelíes para que se puedan reanudar las conversaciones de paz sin condiciones. (El País)
El primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, pasó por Washington, donde ayer se reunió con el presidente Barack Obama, sin conseguir aliviar la tensión que domina las relaciones entre los dos países en lo relativo a los asentamientos judíos en Jerusalén. Obama y Netanyahu discutieron los vitales asuntos de seguridad que preocupan a ambos, incluido cómo lidiar con Irán, pero mantienen el pulso sobre las construcciones, un elemento fundamental para relanzar las conversaciones de paz con los palestinos.
En el mejor de los casos, podría decirse que esta visita de dos días no ha agravado el problema, que ha servido para comprobar, en caso de duda, los lazos robustos que unen a Israel y Estados Unidos por encima de todas las diferencias. Pero eso no puede ocultar el hecho de que ambos Gobiernos mantienen en estos momentos una pugna que obstaculiza toda la política de Obama en Oriente Próximo. Es, por tanto, una prioridad absoluta de la Administración norteamericana encontrar una solución.
No surgió en esta oportunidad. Netanyahu está convencido de que la exigencia de detener las construcciones en Jerusalén Este, la parte árabe de la ciudad, es "ilógica e irrazonable", según explicó él mismo ayer a los miembros del Congreso norteamericano, y ha advertido que si EE UU insiste en ella "puede paralizar el proceso de paz un año más". "Estados Unidos puede ayudar, pero no puede imponer una solución", aseguró el primer ministro.
Fuentes diplomáticas israelíes no interpretan, sin embargo, el desacuerdo sobre los asentamientos como un fracaso de la misión de Netanyahu: "El objetivo de esta visita no era el de salir de aquí con un compromiso, sino el de crear las condiciones para que George Mitchell [el enviado especial norteamericano a la región] pueda reanudar su trabajo".
Sin declaraciones
Tampoco está claro que ello se haya conseguido. Obama recibió a Netanyahu a última hora del día y sin presencia de los medios de comunicación, un trato completamente inusual entre dos aliados de semejante confianza. Obama ha querido simbolizar su irritación con Netanyahu por el embarazoso anuncio de autorizar 1.600 nuevas viviendas en Jerusalén Este mientras el vicepresidente Joe Biden visitaba oficialmente Israel. Netanyahu se disculpó después por la desconsideración diplomática del anuncio, pero no por el contenido de lo anunciado.
Durante sus dos días en Washington ha defendido sin concesiones esos asentamientos y el derecho de Israel a levantar hogares en ese territorio. "El pueblo judío ya construía en Jerusalén hace 3.000 años y el pueblo judío sigue construyendo en Jerusalén hoy. Jerusalén no es un asentamiento, es nuestra capital", declaró, desafiante, el primer ministro israelí en su intervención, en la noche del lunes, ante la asamblea anual del Comité Americano-Israelí de Asuntos Públicos (AIPAC, en sus siglas en inglés), el principal lobby judío en Estados Unidos. "Todo el mundo, americanos, europeos, israelíes y, desde luego, los palestinos, todo el mundo sabe que esos vecindarios serán parte de Israel en un acuerdo de paz", añadió. Netanyahu explicó esa posición a la secretaria de Estado, Hillary Clinton, con la que se reunió a solas durante más de dos horas; a Biden, con el que cenó el lunes, también, en privado; a los principales líderes demócratas y republicanos en el Capitolio, donde encontró ayer un clima más amigable que entre la Administración, y por último al propio Obama.
El primer ministro israelí defendió, según fuentes próximas, no sólo las razones históricas que justifican esas construcciones, sino las dificultades técnicas de detener proyectos que se llevan desarrollando durante años. No parece haber convencido a sus interlocutores, pero los dos bandos son conscientes de que es imprescindible encontrar un arreglo sin que nadie pierda bruscamente la cara.
Esa es la mayor dificultad. Tanto Netanyahu como la Administración norteamericana han abrazado posiciones aparentemente irreconciliables. "Los nuevos asentamientos en Jerusalén Este o en Cisjordania socavan la confianza mutua y amenazan las conversaciones de paz", declaró Clinton en la misma reunión del AIPAC. La ayuda de ese influyente lobby judío era uno de los propósitos que traía a Netanyahu a Washington. El primer ministro israelí pretende que los judíos norteamericanos ayuden a convencer a Obama de que contener los planes nucleares de Irán es en estos momentos mucho más importante que frenar los asentamientos judíos y de que aplique sobre los palestinos la misma presión que sobre los israelíes para que se puedan reanudar las conversaciones de paz sin condiciones. (El País)