Entrevista a Éric Toussaint, presidente del CADTM "La respuesta social no está a la altura de la crisis"
Manuel Torres, La Directa
Éric Toussaint, nacido en Bélgica, tiene 55 años de los cuales 40 los ha dedicado al activismo político. Historiador y politólogo, es presidente del Comité para la Anulación de la Deuda del Tercer Mundo (CADTM) de Bélgica. Ha colaborado como experto internacional en la Comisión de Auditoría Integral del Crédito en el Ecuador. Forma parte del consejo científico de Attac Francia, de la red científica de Attac Bélgica, así como del consejo internacional del Foro Social Mundial.
Es también miembro del Comité internacional de la Cuarta Internacional. Algunas de sus obras son: La bolsa o la vida. Las finanzas contra los pueblos, 2002 Ediciones Abya-Yala; Banco Mundial: El golpe de Estado permanente 2006 Viejo Topo; Banco del Sur y la nueva crisis internacional. 2008 Viejo Topo; Ecuador en la encrucijada. Abolir la deuda para liberar el desarrollo humano, 2009 Ediciones Abya-Yala y 60 preguntas y 60 respuestas sobre deuda externa 2009 Icaria.
¿Cómo valoras la situación de los movimientos sociales?
Problemática. Es fundamental tener un diagnóstico correcto de la situación que a mi parecer es la siguiente: Tenemos la mayor crisis del sistema capitalista desde hace 80 años y las respuestas sociales no están a la altura. Cuando estalló la crisis, en el 2007-2008, la inteligencia pro-capitalismo tuvieron escalofríos porque se dieron cuenta que era una crisis sistémica. Se habló de crisis capitalista, de refundar el capitalismo porque realmente temían una respuesta de gran amplitud y eso todavía no ha ocurrido.
Es verdad que hay signos positivos como los dados en Belén en el FSM de enero de 2009: 140.000 participantes, la gran mayoría jóvenes que buscaban participar en los talleres más radicales. La declaración final de movimientos indígenas, de mujeres, de justicia global, etc son muy radicales. Pero no será un foro social mundial el que pueda cambiar la correlación de fuerzas sino las luchas reales en los países donde la crisis es más fuerte, en los que tienen peso en la economía mundial. A ese nivel, las respuestas sociales en los Estados Unidos o en Europa occidental son hasta ahora limitadas, como si la gente estuviera paralizada por los golpes que está recibiendo, por el desempleo, etc.
-¿Es un diagnóstico preocupante?
-Sí, y eso obliga a la acción a los movimientos sociales que constituyen una fuerza real (Vía Campesina, sindicatos, redes como la marcha mundial de mujeres, el Comité por la anulación de la deuda al tercer mundo, las organizaciones indígenas, etc) Tienen un desafío muy grande para organizar estrategias de acción. Todavía no se ha logrado, pero a finales de enero hubo la reunión mundial de movimientos sociales en San Paulo, fuera del ámbito de los foros sociales, donde se hará un seminario para hacer un balance de nuestras estrategias y de cómo impulsar un movimiento.
Tampoco los gobiernos de izquierda más avanzados, como los de Bolivia Ecuador o Venezuela, han tomado iniciativas fuertes. Han hecho pronunciamientos interesantes cómo el de la cumbre de Copenhague pero se está perdiendo un tiempo precioso para, por ejemplo, lanzar el Banco del Sur con criterios coherentes, avanzar con el SUCRE (sistema único de compensación regional, que eliminaría el peso del dólar a los países del ALBA), dar más coherencia al ALBA. Hay mucho discurso y mucha retórica pero los hechos y las decisiones no siguen esa línea.
-¿Qué está fallando para que en esta época de crisis del sistema no haya una movilización contundente?
-Si hablamos de Europa o EEUU, el movimiento sindical juega un papel importante para movilizar o no hacerlo. En Europa la Confederación de Sindicatos, en España CCOO, UGT, en Francia la CGT, la CFTD, los sindicatos Británicos, ninguno quiere grandes movilizaciones. Creen que si ponen en marcha el tren de las luchas estas tomarán un carácter más radical que en otras épocas. Las direcciones de los sindicatos no están dispuestas a asumir riesgos para enfrentarse con gobiernos. Se aferran a la opción de esperar que con los planes de rescate de los bancos se va lograr salir de la crisis en 1 o 2 años y esto es un error.
Un ejemplo lo vimos a principios de 2009 en las movilizaciones en Francia que tuvo una participación similar a las obtenidas en mayo del 68. La gente quería continuar con las movilizaciones y las direcciones sindicales decidieron que no. Hubo mucha frustración, pero la gente no fue capaz de autoconvocarse a nivel de todo un país coordinando los sectores público y privado.
Existe una disposición a la movilización si hay un plan de acción de parte de las direcciones sindicales. Sin una participación sindical fuerte y sin grandes movimientos espontáneos como lo hubo a final de los 60 inicios de los 70 que era el final de la gran era de prosperidad económica, la gente podía ir a la huelga con la idea de vencer. Hoy en día para vencer hace falta un plan de acción fuerte.
-¿No hay ningún lugar con capacidad de acción?
-Los sitios donde hay una gran movilización son los países periféricos como en América Latina que, para mi, constituyen el epicentro de la resistencia, como las organizaciones indígenas en Ecuador o en Perú. La estrategia nos obliga a hacer un trabajo de concienciación, plantear el debate sobre la estrategia dentro del marco del FSM, incluso con las confederaciones sindicales que forman parte del mismo. Las organizaciones campesinas deben también plantear la solución a la crisis alimentaria a nivel internacional implementando políticas de soberanía alimentaria.
-¿Crees que, por parte de los sindicatos europeos, la pasividad se debe al temor de salir de un modelo productivo ligado al consumo, ya que implicaría un cambio radical en la forma de trabajar y de organizarse?
-No creo que sea esa la razón principal. Pienso que la razón principal se encuentra en las direcciones burocráticas que no quieren tomar ningún riesgo, sino que prefieren buscar la vía de la negociación y, como temen la dinámica que puedan tomar grandes movilizaciones, prefieren tratar de negociar con la patronal y los gobiernos. No es tanto su visión del modo de producción, porque hoy en día todo el mundo se da cuenta que este modelo de consumo, este modelo extractivista, consumista que produce incluso el cambio climático no es bueno. Lo que pasa es que la gente no es muy revolucionaria a nivel de ideas. El problema principal es darse cuenta que para lograr algo ahora implica un nivel de enfrentamiento. No hablo de tomar el poder pero sí de huelgas de larga duración oposición frontal a la patronal, o, incluso, derrumbar a un gobierno que no se hace desde hace tres o cuatro décadas.
-También han habido derrotas importantes...
-En el ámbito del FSM tuvimos problemas a partir del 2003 hasta el año pasado (y todavía no hemos salido). Dos países claves en la construcción del movimiento altermundista son Italia y Brasil. En Italia el partido de la Refundazione Comunista entró en el gobierno de Romano Prodi, de carácter social-liberal. Eso provocó una desmoralización y una derrota política de la Refundazione Comunista que perdió la representación parlamentaria. Los movimientos sociales italianos no tienen la misma capacidad que cuando se convocó el primer foro social europeo en noviembre de 2002 en Florencia con una marcha de medio millón contra la guerra. O en Génova en 2001.
O en Brasil en el que la línea de Lula es de carácter social-liberal apoyado por el principal sindicato. Esto influyo no sólo en el FSM sino incluso en la coordinadora de movimientos sociales, que es más radical, fue afectada por la orientación política de los gobiernos y las derrotas políticas de los MMSS.
Cuestionar de manera estructural y permanente el poder
-¿La entrada en los gobiernos de izquierda de Latinoamérica de personas vinculadas a los movimientos sociales no hace que estos abandonen el modelo extractivista. Vale la pena que los entren a formar parte de gobiernos viendo los resultados?
-Lo fundamental para los movimientos sociales en países como Bolivia, Venezuela o Ecuador es mantener una capacidad de movilización autónoma respecto al gobierno para ser capaz de presionarlo. A ser posible sin enfrentarse, sino más bien presionarlo, estimularlo apoyando las iniciativas más avanzadas que adopte. Pero, si no funciona, entonces se ha de enfrentar la política del gobierno. Las personas de los movimientos sociales no deberían aceptar cargos ministeriales para así mantener la capacidad de movilización.
Habría que buscar una relación dialéctica constructiva de apoyo y presión para ir en la buena dirección. Si esto no funciona se han de movilizar como lo hizo la CONAIE en Ecuador porque el gobierno no ha tomado en cuenta la posición de los indígenas. Los movimientos están obligados a consultar a sus bases y, si estas lo deciden, movilizarse. Aunque se intente implicar a los movimientos sociales en intentos de golpe, que es una estrategia de Correa. Si el gobierno no escucha cuando los golpistas decidan actuar los movimientos sociales no lo apoyarán. Hay un sector del gobierno que lo entiende pero ahora está influenciado por el sector más conservador.
Se pueden firmar acuerdos y apoyar las buenas medidas de un gobierno pero se ha de presionar y si es necesario enfrentarlo para obtener un cambio de orientación política.
-¿Qué alternativas existen más allá de las movilizaciones o el enfrentamiento? ¿Es necesario dejar de reconocer la estructura estatal y aplicar el propio modelo de desarrollo de los pueblos?
-No. Creo que estrategias, como por ejemplo la de los zapatistas, corresponde a una organización que de hecho, aunque no fue su deseo, es marginal en la vida política de México y está en una situación de autodefensa más que de ofensiva.
Me parece fundamental no solamente una estrategia de movilización sino que hay que construir instrumentos de poder popular desde abajo al estilo, ahí sí, de los zapatistas o de los indígenas organizados en la CONAIE. Pero también de otros sectores como por ejemplo los trabajadores fabriles, que han de tener una política de control obrero. Esto implica tratar de crear una dualidad de poder en la empresa capitalista. Cuestionar de manera estructural y permanente el poder de decisión de los dueños de las empresas sean privadas o del Estado. En caso de gobiernos que nacionalicen empresas, la producción la han de organizar los trabajadores y no una burocracia o los tecnócratas.
Éric Toussaint, nacido en Bélgica, tiene 55 años de los cuales 40 los ha dedicado al activismo político. Historiador y politólogo, es presidente del Comité para la Anulación de la Deuda del Tercer Mundo (CADTM) de Bélgica. Ha colaborado como experto internacional en la Comisión de Auditoría Integral del Crédito en el Ecuador. Forma parte del consejo científico de Attac Francia, de la red científica de Attac Bélgica, así como del consejo internacional del Foro Social Mundial.
Es también miembro del Comité internacional de la Cuarta Internacional. Algunas de sus obras son: La bolsa o la vida. Las finanzas contra los pueblos, 2002 Ediciones Abya-Yala; Banco Mundial: El golpe de Estado permanente 2006 Viejo Topo; Banco del Sur y la nueva crisis internacional. 2008 Viejo Topo; Ecuador en la encrucijada. Abolir la deuda para liberar el desarrollo humano, 2009 Ediciones Abya-Yala y 60 preguntas y 60 respuestas sobre deuda externa 2009 Icaria.
¿Cómo valoras la situación de los movimientos sociales?
Problemática. Es fundamental tener un diagnóstico correcto de la situación que a mi parecer es la siguiente: Tenemos la mayor crisis del sistema capitalista desde hace 80 años y las respuestas sociales no están a la altura. Cuando estalló la crisis, en el 2007-2008, la inteligencia pro-capitalismo tuvieron escalofríos porque se dieron cuenta que era una crisis sistémica. Se habló de crisis capitalista, de refundar el capitalismo porque realmente temían una respuesta de gran amplitud y eso todavía no ha ocurrido.
Es verdad que hay signos positivos como los dados en Belén en el FSM de enero de 2009: 140.000 participantes, la gran mayoría jóvenes que buscaban participar en los talleres más radicales. La declaración final de movimientos indígenas, de mujeres, de justicia global, etc son muy radicales. Pero no será un foro social mundial el que pueda cambiar la correlación de fuerzas sino las luchas reales en los países donde la crisis es más fuerte, en los que tienen peso en la economía mundial. A ese nivel, las respuestas sociales en los Estados Unidos o en Europa occidental son hasta ahora limitadas, como si la gente estuviera paralizada por los golpes que está recibiendo, por el desempleo, etc.
-¿Es un diagnóstico preocupante?
-Sí, y eso obliga a la acción a los movimientos sociales que constituyen una fuerza real (Vía Campesina, sindicatos, redes como la marcha mundial de mujeres, el Comité por la anulación de la deuda al tercer mundo, las organizaciones indígenas, etc) Tienen un desafío muy grande para organizar estrategias de acción. Todavía no se ha logrado, pero a finales de enero hubo la reunión mundial de movimientos sociales en San Paulo, fuera del ámbito de los foros sociales, donde se hará un seminario para hacer un balance de nuestras estrategias y de cómo impulsar un movimiento.
Tampoco los gobiernos de izquierda más avanzados, como los de Bolivia Ecuador o Venezuela, han tomado iniciativas fuertes. Han hecho pronunciamientos interesantes cómo el de la cumbre de Copenhague pero se está perdiendo un tiempo precioso para, por ejemplo, lanzar el Banco del Sur con criterios coherentes, avanzar con el SUCRE (sistema único de compensación regional, que eliminaría el peso del dólar a los países del ALBA), dar más coherencia al ALBA. Hay mucho discurso y mucha retórica pero los hechos y las decisiones no siguen esa línea.
-¿Qué está fallando para que en esta época de crisis del sistema no haya una movilización contundente?
-Si hablamos de Europa o EEUU, el movimiento sindical juega un papel importante para movilizar o no hacerlo. En Europa la Confederación de Sindicatos, en España CCOO, UGT, en Francia la CGT, la CFTD, los sindicatos Británicos, ninguno quiere grandes movilizaciones. Creen que si ponen en marcha el tren de las luchas estas tomarán un carácter más radical que en otras épocas. Las direcciones de los sindicatos no están dispuestas a asumir riesgos para enfrentarse con gobiernos. Se aferran a la opción de esperar que con los planes de rescate de los bancos se va lograr salir de la crisis en 1 o 2 años y esto es un error.
Un ejemplo lo vimos a principios de 2009 en las movilizaciones en Francia que tuvo una participación similar a las obtenidas en mayo del 68. La gente quería continuar con las movilizaciones y las direcciones sindicales decidieron que no. Hubo mucha frustración, pero la gente no fue capaz de autoconvocarse a nivel de todo un país coordinando los sectores público y privado.
Existe una disposición a la movilización si hay un plan de acción de parte de las direcciones sindicales. Sin una participación sindical fuerte y sin grandes movimientos espontáneos como lo hubo a final de los 60 inicios de los 70 que era el final de la gran era de prosperidad económica, la gente podía ir a la huelga con la idea de vencer. Hoy en día para vencer hace falta un plan de acción fuerte.
-¿No hay ningún lugar con capacidad de acción?
-Los sitios donde hay una gran movilización son los países periféricos como en América Latina que, para mi, constituyen el epicentro de la resistencia, como las organizaciones indígenas en Ecuador o en Perú. La estrategia nos obliga a hacer un trabajo de concienciación, plantear el debate sobre la estrategia dentro del marco del FSM, incluso con las confederaciones sindicales que forman parte del mismo. Las organizaciones campesinas deben también plantear la solución a la crisis alimentaria a nivel internacional implementando políticas de soberanía alimentaria.
-¿Crees que, por parte de los sindicatos europeos, la pasividad se debe al temor de salir de un modelo productivo ligado al consumo, ya que implicaría un cambio radical en la forma de trabajar y de organizarse?
-No creo que sea esa la razón principal. Pienso que la razón principal se encuentra en las direcciones burocráticas que no quieren tomar ningún riesgo, sino que prefieren buscar la vía de la negociación y, como temen la dinámica que puedan tomar grandes movilizaciones, prefieren tratar de negociar con la patronal y los gobiernos. No es tanto su visión del modo de producción, porque hoy en día todo el mundo se da cuenta que este modelo de consumo, este modelo extractivista, consumista que produce incluso el cambio climático no es bueno. Lo que pasa es que la gente no es muy revolucionaria a nivel de ideas. El problema principal es darse cuenta que para lograr algo ahora implica un nivel de enfrentamiento. No hablo de tomar el poder pero sí de huelgas de larga duración oposición frontal a la patronal, o, incluso, derrumbar a un gobierno que no se hace desde hace tres o cuatro décadas.
-También han habido derrotas importantes...
-En el ámbito del FSM tuvimos problemas a partir del 2003 hasta el año pasado (y todavía no hemos salido). Dos países claves en la construcción del movimiento altermundista son Italia y Brasil. En Italia el partido de la Refundazione Comunista entró en el gobierno de Romano Prodi, de carácter social-liberal. Eso provocó una desmoralización y una derrota política de la Refundazione Comunista que perdió la representación parlamentaria. Los movimientos sociales italianos no tienen la misma capacidad que cuando se convocó el primer foro social europeo en noviembre de 2002 en Florencia con una marcha de medio millón contra la guerra. O en Génova en 2001.
O en Brasil en el que la línea de Lula es de carácter social-liberal apoyado por el principal sindicato. Esto influyo no sólo en el FSM sino incluso en la coordinadora de movimientos sociales, que es más radical, fue afectada por la orientación política de los gobiernos y las derrotas políticas de los MMSS.
Cuestionar de manera estructural y permanente el poder
-¿La entrada en los gobiernos de izquierda de Latinoamérica de personas vinculadas a los movimientos sociales no hace que estos abandonen el modelo extractivista. Vale la pena que los entren a formar parte de gobiernos viendo los resultados?
-Lo fundamental para los movimientos sociales en países como Bolivia, Venezuela o Ecuador es mantener una capacidad de movilización autónoma respecto al gobierno para ser capaz de presionarlo. A ser posible sin enfrentarse, sino más bien presionarlo, estimularlo apoyando las iniciativas más avanzadas que adopte. Pero, si no funciona, entonces se ha de enfrentar la política del gobierno. Las personas de los movimientos sociales no deberían aceptar cargos ministeriales para así mantener la capacidad de movilización.
Habría que buscar una relación dialéctica constructiva de apoyo y presión para ir en la buena dirección. Si esto no funciona se han de movilizar como lo hizo la CONAIE en Ecuador porque el gobierno no ha tomado en cuenta la posición de los indígenas. Los movimientos están obligados a consultar a sus bases y, si estas lo deciden, movilizarse. Aunque se intente implicar a los movimientos sociales en intentos de golpe, que es una estrategia de Correa. Si el gobierno no escucha cuando los golpistas decidan actuar los movimientos sociales no lo apoyarán. Hay un sector del gobierno que lo entiende pero ahora está influenciado por el sector más conservador.
Se pueden firmar acuerdos y apoyar las buenas medidas de un gobierno pero se ha de presionar y si es necesario enfrentarlo para obtener un cambio de orientación política.
-¿Qué alternativas existen más allá de las movilizaciones o el enfrentamiento? ¿Es necesario dejar de reconocer la estructura estatal y aplicar el propio modelo de desarrollo de los pueblos?
-No. Creo que estrategias, como por ejemplo la de los zapatistas, corresponde a una organización que de hecho, aunque no fue su deseo, es marginal en la vida política de México y está en una situación de autodefensa más que de ofensiva.
Me parece fundamental no solamente una estrategia de movilización sino que hay que construir instrumentos de poder popular desde abajo al estilo, ahí sí, de los zapatistas o de los indígenas organizados en la CONAIE. Pero también de otros sectores como por ejemplo los trabajadores fabriles, que han de tener una política de control obrero. Esto implica tratar de crear una dualidad de poder en la empresa capitalista. Cuestionar de manera estructural y permanente el poder de decisión de los dueños de las empresas sean privadas o del Estado. En caso de gobiernos que nacionalicen empresas, la producción la han de organizar los trabajadores y no una burocracia o los tecnócratas.