Perdón, Riquelme
Otro año sin títulos, papelón del ayudante de campo a cargo, despido ya: el cambio lo hizo él, no Román. Pero ojo, que no es el único culpable. Leé hasta el final, que también hay otros que deben pedir perdón.
El hecho de que luego Úbeda no hubiera hecho ningún otro cambio salvo el de Battaglia en el último minuto, -¿tanto tiempo tuvo que pensarlo?- reforzaba la tesis: el DT está caliente porque le soplaron el cambio por handy, se calentó y debe haber pensado: "Hacete cargo vos, que tanto sabés". En la ficción que nos creamos en vivo, transpirando pese al aire acondicionado, hasta se postuló la teoría de que Úbeda no daría la conferencia, se iría pegando un portazo con la renuncia firmada y que más tarde hablaría de lo que hasta ahora muy pocos -apenas Sebastián Battaglia- se animan a contar: que Román se mete en el vestuario, sugiere cambios cuando no los exige, sube y baja jugadores del micro y de Primera a Reserva...
Pero perdón, Riquelme. Nadie pensó que Úbeda podía ser tan burro como para hacer semejante cambio, quizá el peor de la historia. Y sin embargo, la realidad nos pega este cachetazo increíble. No, es una trompada en realidad. Úbeda nos voló la cabeza de un misil y, sin vergüenza, se presentó a la conferencia de prensa, intentó dar explicaciones por lo que no tenía ninguna razón de ser y hasta se permitió hablar de "planificación, de lo que viene". Todo lo que viene, Claudio querido, es una patada en el orto, un despido con causa que no debería demorarse mucho. Alguna vez se pensó que por la química lograda con el plantel, por haber hecho un equipo más lógico que conseguía algunos resultados, por haberle hecho la gamba a Miguelito Russo -un técnico que no estaba en condiciones de dirigir y fue utilizado como salvavidas y políticamente-, la continuidad era posible. Gracias por esta muestra oportuna de que estábamos absolutamente errados.
Ahora bien: Úbeda la pifió mal, confundió paciencia con impavidez, se vio superado por las circunstancias, se paralizó y deberían sacarle el carnet para dirigir por al menos por 99 años, pero no fue el único culpable de lo que vimos. Hubo un equipo que estuvo a la altura, Racing. Y otro que fue sometido y que prácticamente no pateó al arco: un pedo de vieja de Giménez y una pavota del mismo delantero tras un centro de Costa en una pelota parada. Con eso Boca quiso acceder a la final del torneo. Racing, en cambio, hay que reconocerlo con caballerosidad deportiva y clavarnos al mismo tiempo el puñal, es el equipo que todos quisiéramos que fuera Boca. Se mató en cada pelota, el sacrificio no se opuso a la inteligencia, tapó a Paredes y a Delgado e hizo el gol que todos sabíamos que iba a hacer: desborde y centro. Una cosa más: tiene un técnico que conoce la identidad del club, que sabe lo que pretenden los hinchas porque siente como ellos y ha logrado convencer a todos sus jugadores, mimetizarlos con su sentimiento, hacer que todos sientan a Racing como la razón de sus vidas.
Pero volvamos a Boca. En la conferencia, Úbeda habló de algunas cuestiones y dejó expuestas otras.
- Lo de Zeballos cansado no es así: lo
desmintió en redes la gente más cercano al Chango, el único que estuvo a
la altura del partido y salió llorando. Y en todo caso, si estaba
cansado es porque le mandaron a hacer la banda en lugar de poner en su
lugar otro volante y soltarlo arriba con Merentiel (Giménez afuera). Todo Racing se cagó de risa y festejó el cambio.
- Lo de Herrera tampoco es así: no es que no lo puso porque no daba el partido -siempre da el partido para los buenos jugadores- sino que el vasco está lesionado. Confirmadísimo. Pidió ir al banco para que las gente no volviera a explotar con sus lesiones continuas y, si hacemos un balance, hay que decir que Ander es una ilusión que nos deslumbra,
que nos saluda desde lejos con su cabellera al viento que al final es
peluca, y cuando se saca la dentadura postiza, el ojo de vidrio y la
gamba ortopédica pierde sus atractivos. Basta de engañarnos.
- También planteó, el ex técnico de Boca (quiero creer que ya lo echaron), que Cavani "sintió una molestia en la espalda durante el calentamiento". Desde esta columna ya hemos planteado innumerable cantidad de veces que es un ex jugador que nos está choreando 2,5 millones de dólares por año. En el cuerpo técnico sospechan de esos dolores pero no pueden comprobar nada. El uruguayo está caliente porque Úbeda le dio el mando del vestuario y la cinta a Paredes y entonces -dicen- se borra en las difíciles. Pero como se borra siempre, es jodido saber cuál es la verdad.
Que un técnico mande a sentar a todos los suplentes con cuatro cambios por hacer -y apenas ponga a Battaglia para el último centro- es también un mensaje: nadie podía cambiar la ecuación. Nadie. Ni Figal, ni Alarcón, ni Advíncula, ni Belmonte, ni Zenón, ni Braida. Tampoco los que dejó directamente fuera del banco: Javi García, Fabra, Aguirre, Miramón, Martegani, Janson, Blondel. Trece jugadores al pedo, mal elegidos, mal comprados, un desastre. Otros no eran adecuados para el momento (Brey, Pellegrino). Y acá, señores, acá sí que Úbeda no tiene un carajo que ver.
Acá hay un único culpable de que Boca no salga campeón desde hace tres años, de que las únicas alegrías sean las derrotas de Sapardo, de que festejemos como un logro enorme haber entrado a la Libertadores (luego de dos mirándola por tele) cuando ese es el objetivo de mínima de cada año. Es el único culpable de que hablemos de habdball, de básquet, de hockey, de voley, de futsal, de ajedrez, de bochas o de fútbol femenino: en fila, todos me importan un carajo. TODOS. Cumplamos la función social, seamos amateurs con todas las comodidades, ayudemos al barrio. Pero no me vengan a celebrar eso, ni la puerta, ni la pintura de la cancha, ni la confitería internacional, ni las rejas, ni las playas de estacionamiento, ni las serpentinas ni las banderas. Todo muy lindo el color, los famosos que se sacan fotos. Hablemos de fútbol. Lo único que interesa: el fútbol masculino profesional. Que no funciona. Y ahí sí es otro el culpable, a quien tampoco enfocaron ayer, para los pelotudos que hablan de campañas. Pedí perdón, Riquelme, por este desastre. Pedí perdón.


