Inversiones récord en IA y centros de datos impulsan una “economía a dos velocidades” en EEUU
El auge de la inteligencia artificial ha generado un crecimiento sin precedentes en el sector tecnológico, desplazando a industrias tradicionales y generando interrogantes sobre el impacto social y la estabilidad futura del país
InfobaeEl auge de la inteligencia artificial se ha consolidado como el principal motor del crecimiento económico en Estados Unidos, impulsando inversiones récord en centros de datos, equipos informáticos e industrias asociadas. Mientras tanto, otros sectores muestran señales de estancamiento o retroceso, lo que genera dudas sobre la estabilidad futura si el sector tecnológico pierde fuerza.
Este fenómeno ha dado lugar a una “economía a dos velocidades”. Los desarrolladores de IA y los fabricantes de chips, como Nvidia, reciben cientos de miles de millones de dólares en inversiones y ven cómo sus valoraciones bursátiles alcanzan máximos históricos. En contraste, sectores como la manufactura y la construcción de viviendas han reducido empleos, el desempleo ha aumentado y la contratación se ha ralentizado. El consumo se resiente por los altos precios, mientras que el sector público enfrenta recortes presupuestarios y despidos federales. Además, las tensiones comerciales y la incertidumbre sobre los aranceles han frenado la inversión en muchas empresas.
El contraste regional es notorio. En Nevada, la debilidad del turismo internacional ha sido compensada por el auge de la construcción de centros de datos vinculados a la IA. En el área de Washington D.C., los recortes federales y el prolongado cierre del gobierno amenazaron con llevar la economía local a la recesión, pero las inversiones en inteligencia artificial han amortiguado el impacto. En Dakota del Norte, la caída de los precios del petróleo ha reducido la actividad petrolera, pero los centros de datos han ayudado a cubrir ese vacío.
El efecto de la IA se extiende más allá del sector tecnológico. Empresas industriales como Caterpillar han experimentado un aumento en la demanda de turbinas y equipos de generación eléctrica para centros de datos. Johnson Controls ha visto crecer la demanda de sistemas de refrigeración y supresión de incendios, mientras que Eaton Corp. acumula pedidos para sus sistemas de gestión de energía. Eaton, por ejemplo, ha anunciado inversiones superiores a USD 1.000 millones para ampliar su capacidad de fabricación y la adquisición de Boyd Thermal por USD 9.500 millones, especializada en equipos de refrigeración para centros de datos. “Estamos en las primeras etapas del despliegue de la IA”, afirmó Paulo Ruiz, director ejecutivo de Eaton, a The New York Times.
No obstante, los beneficios de este auge no se distribuyen de manera uniforme. Las grandes empresas desarrolladoras de IA, como OpenAI y Google, concentran a sus empleados mejor remunerados en ciudades como San Francisco, mientras que la infraestructura de IA se expande hacia zonas rurales donde la tierra es más barata y el empleo ha disminuido durante décadas. Aunque los líderes locales ven en los centros de datos una oportunidad para diversificar la economía, el impacto real es limitado. Estas instalaciones consumen grandes cantidades de agua y electricidad, lo que puede elevar los costos para los residentes, y generan pocos empleos permanentes una vez operativas. Microsoft, por ejemplo, emplea a unas 50 personas por edificio de centro de datos en turnos de 24 horas. Además, muchas empresas obtienen generosos incentivos fiscales, lo que reduce el beneficio directo para las comunidades.
Algunos economistas advierten que, pese a la expectativa de que estos proyectos atraigan a otras empresas tecnológicas, no está claro que esto ocurra realmente. En muchos casos, los centros de datos se convierten en enormes edificios con un par de cientos de empleos, que no son suficientes para transformar la dinámica local.
El auge de la inteligencia artificial también ha generado inquietud sobre la sostenibilidad de las valoraciones bursátiles de las grandes tecnológicas. Siete empresas, entre ellas Amazon, Microsoft y Alphabet (matriz de Google), representan más de un tercio del valor del índice S&P 500. Nvidia, fabricante de chips clave para los modelos de IA, superó brevemente los USD 5 billones en valor de mercado. Estas valoraciones se basan en la expectativa de que el rápido crecimiento continuará durante años, una suposición que algunos inversores consideran poco realista. Incluso Sam Altman, director ejecutivo de OpenAI, ha advertido sobre el exceso de entusiasmo de los inversores. Un reciente informe de resultados de Nvidia no logró disipar del todo las dudas sobre una posible burbuja.

Una corrección bursátil podría tener consecuencias tangibles. El gasto de los hogares de mayores ingresos, que se han beneficiado del auge de las acciones tecnológicas, ha sostenido el consumo, mientras que las familias de menores ingresos han reducido sus compras. Si el mercado cae, los hogares acomodados podrían recortar su gasto, lo que afectaría a sectores como la hostelería, el turismo y los bienes de lujo, y provocaría pérdidas de empleo en los servicios. “Si el crecimiento del gasto está dominado por los hogares que se han beneficiado significativamente del rendimiento de las acciones vinculadas a la IA, una caída bursátil podría ser muy dolorosa para la economía. Eso genera una cierta fragilidad”, advierte Aditya Bhave, economista de Bank of America. Michael Reid, economista de RBC Capital Markets, añade que una reducción del gasto en ocio y hospitalidad por parte de los más ricos podría desencadenar una espiral descendente en el mercado laboral.
A pesar de estos riesgos, muchos expertos consideran que la fase de construcción de infraestructura de la IA aún tiene recorrido. La capacidad de los centros de datos crece a un ritmo récord, pero la demanda sigue aumentando y las empresas reportan pedidos para varios años. Paul Ashworth, economista jefe para Norteamérica de Capital Economics, sostiene que “esto apenas está comenzando”. Aunque reconoce que el mercado bursátil podría estar cerca de una burbuja, no observa señales de que la industria haya sobreinvertido en chips o centros de datos.
El futuro de estas inversiones dependerá de que la inteligencia artificial cumpla su promesa, no solo como herramienta útil, sino como tecnología capaz de transformar la productividad a gran escala. Si ese potencial no se materializa, una parte considerable de las inversiones realizadas podría quedar sin justificación.


