El error arbitral, enfermedad incurable

Luis Nieto, As

La IFAB. El error arbitral es enfermedad incurable, como también lo es la incapacidad para aceptarlo. Sin embargo, el fútbol se resiste a admitir el diagnóstico y ha decidido someterse a todo tipo de ensayos clínicos: los asistentes (que llegaron en 1891), los jueces de área (extintos), el cuarto árbitro, la tecnología de la línea de gol, el fuera de juego semiautomático, el VAR de oficio y el VAR a la carta que se sirve en la Primera Federación y la Liga F. La maquinaria de la IFAB, que cada poco toquetea las reglas, no se detiene, como tampoco se descarta que un día se pida ayuda a la NASA para algo que no tiene solución.


Las conspiraciones. El videoarbitraje ofrece cuidados paliativos, pero no es posible encontrar unanimidad sobre si antes vivíamos mejor sin él que ahora con él, porque el fútbol es un cóctel de pasión e interpretación, a menudo irracional, al punto de que se busca la conspiración hasta en el trazado de las líneas que marcan la frontera entre la legalidad y el fuera de juego. Si ni la ciencia queda a salvo de la opinión preconcebida del hincha, imaginen lo que viene ante aquellas jugadas grises, fronterizas u opinables en las que un newton de fuerza arriba o abajo marcan si el empujón fue doloso o accidental.

Las explicaciones. El nuevo Comité de Árbitros de Fran Soto ha aplicado ahora una nueva terapia experimental, la transparencia, que no cura, pero pretende ser analgésica. Al margen de la creación de un cuerpo específico de VAR en busca de la unificación de criterios, el Comité se pronuncia semanalmente sobre las jugadas más polémicas de la jornada elegidas por un grupo de expertos ajenos a la organización, una especie de auditoría externa para arrojar su luz sobre nuestras tinieblas con espíritu didáctico. Se abren, pues, al ‘mea culpa’, que les hará más humanos, pero no evitará que a su jefe los presidentes le sigan llenando de quejas el buzón de voz.

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