Vinicius se gana a Xabi
“Me gusta verle sonreír, es muy importante por su desequilibrio y todo lo que genera”, resumió el tolosarra. Mbappé le cedió el penalti para redondear un partido terapéutico.
Y claro, la guinda. Los goles. Con fortuna en ambos casos. Pero hay que buscarla. El tanto con el que descerrajó el duelo tocó en Comesaña. Mientras que Tenas adivinó su intención desde los once metros. Pero fueron a la red. Tocaba sonreír contra el Villarreal. Antes ya había cocinado varios desbordes peligrosos, había colgado un balón con música que Tchouameni no embocó por centímetros en el arreón blanco de la primera parte. Y fue él quien provocó ese penaltito, al ser arrollado por Rafa Marín. Terminó en alegría máxima.
Un gesto terapéutico
Un momento que tiene intrahistoria. Porque cuando Vini se fue al suelo, miró a Mbappé. Al lanzador principal. Y esa mirada valió más que muchas palabras. Kylian no dudó y le cedió el penalti. Premio al agitador. Un gesto terapéutico, consciente de la necesidad que tiene el brasileño de reencontrarse. De que la felicidad no sea el oasis, sino el desierto. Una muestra de cariño que continuó tras el pitido final. Entre bambalinas y públicamente. “Siempre en tu barco”, le lanzó Kylian en redes. Y Vini se lo agradeció: “Vamos juntos, hermano”.

Y tras 255 días, doblete
Un penalti a la red que llegó tras haber errado los dos últimos. Un doblete que es el primero con el Madrid desde el 22 de enero, contra el Salzburgo en Champions. Más de ocho meses, 255 días para volver a celebrar por partida doble. Después de todo el runrún y el rendimiento discontinuo, para dejar su contador particular en el mejor inicio de su carrera. La estadística como termómetro.
En ocho jornadas ligueras nunca había participado en más de siete tantos. En la 2021-22 logró cinco goles, dos asistencias y provocó una expulsión y un penalti. Ahora lleva nueve, con cinco zarpazos y cuatro asistencias. Amén de forzar la roja de Mouriño y la pena máxima cometida por Rafa Marín. En su peor momento, su mejor arranque.
Un triunfo fundamental en lo colectivo, pero decisivo en lo individual. Para marcharse al parón con Brasil con la mente hipervitaminada. Fundamental, después de un encuentro, contra el Kairat, donde él pasó de puntillas y Rodrygo fue un torbellino en sus 20 minutos. Así llegó al partido contra el Villarreal, donde parecía que la alternancia le mandaría al banquillo y se encontró con su cuarta titularidad consecutiva. Xabi, como Mbappé con el penalti, quiso darle cariño. “Es muy importante por su desequilibrio y todo lo que genera”, apostilló el técnico. Y eso se convirtió en impulso.
Para condimentar un inicio de temporada, cuanto menos, convulso. Con la renovación no sellada siempre sobrevolando el horizonte. Donde había perdido la consideración de intocable. Donde el 11 había equilibrado por momentos la balanza de la izquierda con el 7. Donde la meritocracia era un mal al que no encontraba cura. Donde los números mejoraban a las sensaciones. Pero contra el Villarreal todo fue de la mano. Y no hay mejor receta para ganarse a Xabi.


