Celta 1 - Atlético 1/ Día de la marmota en Balaídos
La roja a Lenglet obliga al Atleti a un ejercicio de supervivencia 50 minutos cuando ganaba 0-1 por gol de Starfelt en propia puerta. Empató Aspas. Otro 1-1 para el Celta.
Cada equipo tiraba de un brazo del partido desde el inicio. Uno, el Atleti, tras ver al Barça perder y poder dormir en Champions todo el parón. El otro, el Celta, por hacerlo fuera del descenso. Regresaba Koke al once del Cholo, seguía Griezmann. Eran suplentes Bryan Zaragoza, como ya lo había sido en Europa League, y Aspas, reservado con mimo para luego. El Panda no tardó ni un minuto en tratar de dar su primer zarpazo. Jutglà corrió como aquella vez ante los rojiblancos con el Brujas para alcanzar la línea de fondo y continuar la jugada con un centro acrobático, y casi cayendo, al área, allá donde asomaba ya Borja Iglesias. Si quiso centrar o rematar de cabeza no se sabe. Sí lo que pasó: pelota fuera, ocasión errada. El Atleti cinco minutos después no perdonó.
Porque en Galicia hay cientos de maneras distintas de llamar a la lluvia pero Vigo tiembla cada vez que se le acerca esa tormenta. La que siempre supone Griezmann. Un Griezmann que respiró Balaídos y le guiñó un ojo a sus propias botas. Con un pase de esos que solo sus pies imaginan desmontó al completo la defensa rival: buscaba el desmarque al espacio de un Barrios que, como el Panda, también dudó medio segundo entre tirar o buscar a Julián. En la indecisión llegó Starfelt y coló la pelota en su propia portería. 0-1.
El Celta dejó de hacer daño por mucho que presionara alto y buscara algo que no encontraba. Un resquicio. Un agujerito en este Atleti que, tras el gol, se condensaba más cerca de Oblak que en días anteriores (Madrid, Eintracht), pero que ahogaba a los gallegos con disposición de goma: Griezmann y Julián se retrasaban unos metros para recibir y dejar metros y sitio a sus bandas, Nico y Giuliano. Balaídos mascaba peligro con el bocata de jamón. Por mucho que no finalizara las jugadas con tiros a puerta. Pero ni para el gol lo había necesitado. El siguiente remate a portería del partido sería de Hancko en el 34’ y obligó a Radu al paradón. El pase, se lo había dado, cómo no, Monseiur Chuvia.
Fue después de un tiro de Nico al espacio exterior que Giráldez encontró su resquicio. En realidad fue un roto. Un costurón. El tiro de verdad en el pie de este partido. La Lengletada de tantos días. Y es que se le ocurrió al central el quitarse de encima a Jutglà, en la zona intermedia, con un caño que, obvio, no le salió. Y para evitar la contra del Celta que, tras su error podía llegar, pensó, claro, que lo mejor sería tironearle de la camiseta. El toque fue ligero. Leve. Sutil. Liviano. Pero Soto Grado, el árbitro de aquella vez en el Bernabéu sin segunda amarilla a Ceballos pero sí roja a Savic, era el árbitro de ayer en la hierba y se llevó la mano al bolsillo para sacarle otra amarilla al único jugador de todos los del Cholo que en ese momento tenía. Lenglet a la ducha, Nico de lateral izquierdo y todo el plan del Atleti, guillotinado. El Panda olió la sangre y se lanzó sobre el área de Oblak para rematar todo lo que volara o le pasara cerca del pie. Ya de espaldas y medio cayendo, ya con un zapatazo desde la frontal. El portero respondió con manoplazos soberbios.
Regresó el partido con Galán por Griezmann para devolver a Nico a su posición natural. Con uno menos, el Atleti se ovilló para sobrevivir con cholismo. El Celta repiqueteaba con desbordes de Jutglà pero sin generar del todo peligro, a pesar de jugar con una carta más. Koke y Barrios le daban respiro desde el tapete con fútbol. El orden de uno retroalimenta la personalidad del otro y viceversa. Mientras, los agarrones seguían pasando ante los ojos de un Soto Grado al que ahora le costaba llevarse la mano al bolso, con lo bajito que había puesto el listón con lo de Lenglet. Beltrán sobre Barrios y nada. Marcos Alonso sobre Giuliano y tampoco. La primera amarilla al Celta fue en el 65’: al Panda. Justo después entró Aspas para hacerse más historia general (533 partidos con el Celta) y del partido: empujó a la red una pelota que había quedado muerta tras el despeje de Oblak a un primer remate de Iglesias a un centro de Mingueza. El Atleti respondió rozando el gol olímpico (Julián) y un cabezazo en el córner que siguió, fuera por un milímetro (Le Normand).
Hancko caía tras un pisotón de Borja involuntario, sí, que le arrancó la bota, también. Si Soto Grado se lleva la mano al bolsillo era la segunda. No lo hizo. Simeone sí miró atrás para un doble cambio que dejó a Galán en media hora e introducir a un Baena recibido con amarilla en su primera acción. La entrada de Aspas había llenado de vértigo todo el ataque del Celta, que buscó y rebuscó la victoria con balones sobrevolando la cabeza de Oblak. Pero rescató el Aleti ese punto, al menos. A pesar del árbitro y de Lenglet. En otro día lejos del Metropolitano.


