Tenis | US Open / Alcaraz se venga de Djokovic con una victoria de época

El español, aparta al serbio de su sueño del 25º título de Grand Slam y alimenta el suyo de ganar el sexto. Espera rival para la final: Sinner o Auger-Aliassime.

Nacho Albarrán
As
Novak Djokovic espera, apoyado a dos manos en la red, a que Carlos Alcaraz se dé la vuelta, después de celebrar, brazos en alto, su triunfo con el equipo y la familia. El serbio, leyenda del tenis, felicita de corazón al español, con palabras que le hacen sonreír. La sensación en la pista es que se termina una época. El paso del tiempo, inexorable, perjudica a los más veteranos y favorece a los más jóvenes. A Djokovic (38 años) se le escapa otra oportunidad de agrandar su palmarés en Grand Slams tras perder por 6-4, 7-6 (4) y 6-2 en 2h23. A Alcaraz (22), se le abre la posibilidad de aumentarlo. Porque el domingo (20:00, Movistar+) jugará su séptima final en un major, segunda sobre pista dura tras la primera que ganó en Nueva York hace tres temporadas, cuando escaló al puesto de número uno, en busca de su sexto título. Será contra el italiano Jannik Sinner o ante el canadiense Felix Auger-Aliassime.Con la venganza cumplida de las dos últimas derrotas que encajó ante Novak, en la fina de los Juegos de París 2024 y este curso en cuartos del Open de Australia, Carlos disputará su octavo partido consecutivo con un trofeo en juego. Algo que, desde 2000, solo han logrado hacer Djokovic y Federer (17), Nadal (9) y Sinner (8). Es el décimo tenista que llega al último encuentro del US Open sin perder un set. Y ha cedido solo dos veces su servicio (una ante Darderi y otra en el encuentro de este viernes). “Me he sentido muy bien otra vez. Una final aquí significa muchísimo para mí. No ha sido el mejor nivel del torneo para mí, pero he sacado muy bien y he estado ahí hasta el final. He jugado un partido muy físico. Estoy muy contento de poder jugar mi segunda final aquí en Nueva York, resumió el vencedor.

El partido empezó sin ritmo (a una media de cuatro golpes por intercambio), con predominancia de los errores y un quiebre de salida de Alcaraz, que mantuvo la ventaja con aplomo hasta asegurarse el primer set. Por el camino, Djokovic se tocó el hombro derecho y el cuello cuando solo se habían disputado tres juegos, antes de animarse con un passing tremendo en carrera, que celebró agitando la mano repetidamente. Pero lo cierto es que le costaba restar los saques con ‘kick’ del número dos del mundo y devolver de revés las bolas altas que este le enviaba. Tampoco estaba del todo fino Carlos, que marró un par de dejadas. Pero en el ‘intercambio de canastas’, permítase el símil baloncestístico, tenía las de ganar. Y aunque Novak volvió a excitar a los espectadores con una contradejada maravillosa, se vio por debajo en el marcador. Obligado a remar a contracorriente, como realmente esperaba.

Conclusión

Decíamos que Alcaraz no estaba imperial, ni mucho menos. Por eso, Djokovic, con habilidad (un globo suyo levantó pasiones en la grada) encontró la fisura por la que romperle el servicio y dominó durante algunos minutos. Sin embargo, al contrario que su rival, no supo o no pudo mantener la distancia. Un revés a la red frustró su intento de remontada. Luego levantó un 0-30 tras un intercambio de 27 golpes en el que no le tembló el pulso. Sí lo hizo más tarde, en un desempate en el que jugó siempre con segundos servicios. Así, y pese a hacerle un par de tantos espectaculares, le era muy difícil doblegar a Carlos, que llegó al punto de set con un misil de saque que hizo que el actor Rami Malek (Mr. Robot, Bohemian Rhapsody…) se mesara los cabellos. El parcial no se le escapó. Media final, al bolsillo.

Más aún cuando en la salida de la tercera manga, Djokovic se pegó un tiro en el pie al cometer un par de dobles faltas en el cuarto juego, que le entregaron un quiebre gratuito a Alcaraz. Cabizbajo, el de Belgrado, no es que se rindiera, simplemente no podía evitar la derrota, porque el de El Palmar no iba a dejar escapar tamaña oportunidad. Por eso se centró, minimizó los fallos y, con mano de hierro, avanzó inexorablemente hasta un triunfo generacional, uno de esos que marca el fin de una época y la continuación de otra nueva y, quién sabe, si más poderosa.

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