El partido más difícil de Laporta

El presidente del FC Barcelona tiene que cerrar en un mes el ejercicio económico del club, el último antes de las elecciones. El objetivo es presentar beneficios como sea. Parece complicado.

Santi Giménez
As
Desde que volvió al palco del Camp Nou en 2021 la gestión deportiva de Joan Laporta ha sido notable. Y eso que empezó con el trauma derivado del despido de Messi, pero en cuatro temporadas ha ganado dos Ligas, dos Supercopas, dos Copas del Rey y después de no confiar en Koeman e intentarlo con Xavi, parece haber encontrado en Flick el entrenador ideal para su proyecto basado en el talento de la cantera que lidera Lamine Yamal, un regalo inesperado.

Pero si sobre el césped se juega un partido que el presidente lleva con holgura, en los despachos los números siguen agobiando a su junta. Por cuarto curso consecutivo el Barça está fuera de la normalidad, es decir, la norma 1:1 que permite a los equipos gastar en fichajes lo que recaudan. Sólo en los meses iniciales de 2025 se alcanzó esa cota.

Está previsto que la junta actual cierre el ejercicio 24-25 en octubre ante los socios. Un cierre de cuentas que cada año se demora más. Y no es de extrañar ante los problemas económicos de la entidad, que ha ido sorteando las dificultades a base de palancas que ya no dan más y que comprometen los futuros ingresos de la entidad.

Y este no es un cierre de ejercicio cualquiera, es el último cierre de cuentas antes de que en la próxima primavera haya elecciones. El objetivo de Laporta es el de llegar a esos comicios en los que tiene la intención de volver a presentarse, sin números rojos. La cosa está complicada.

Desde su regreso a la presidencia, parte de la junta ha tenido que avalar dos veces con su patrimonio personal para inscribir jugadores. La última, en este mercado con un aval de 12 millones. Según diversos analistas económicos, las pérdidas acumuladas en el club desde el ejercicio 20-21 ascienden a 123 millones que Laporta necesita limpiar antes de octubre.

Las dificultades no son pocas porque los auditores se resisten a aprobar las cuentas que les presentan, lo que ha provocado continuos cambios de auditores que no tragan con operaciones como el proyecto de Barça Vision, la contabilización absoluta de los palcos VIP de un Camp Nou que va camino de un año de retraso sobre la fecha anunciada para su reapertura parcial (anunciada para noviembre de 2024 coincidiendo con el centenario de la entidad).

En su primer ejercicio, de cuatro meses tras la salida de Bartomeu, que dejó el club hecho un solar, Laporta pagó las consecuencias de la pandemia y de la herencia recibida, pero también hay que señalar que impulsó la depreciación de la plantilla que comportaron unas pérdidas de 481 millones en su primer año de mandato.

Esta barbaridad de dinero, que supondría el cierre de cualquier empresa al uso, se fue sufragando en los cursos siguientes a base de vender activos del club, las famosas palancas. Primero la venta a Sixth Street del 10% de los derechos televisivos del club durante 25 años, que al año siguiente se ampliaron al 15% y la operación de Barça Studios, que a base de impagos y de falta de contenido acabó con que la auditora Grant Thorton computara un balance negativo en el último ejercicio de 91 millones, que fue aplaudido por la asamblea en una escena poco comprensible.

Si a eso le añadimos que el motor para la recuperación económica era el retorno al Camp Nou, para el que Goldman Sachs concedió un préstamo de 1.500 millones, el problema se agrava.

A día de hoy, todos esos ingresos presupuestados de cara a este año por servicios, entradas, abonos y servicios en el nuevo estadio están en el limbo. De hecho, lo más probable es que el Barça juegue su primer partido de Liga en el Johan Cruyff (6.000 espectadores) y que luego regresea Montjuïc, si es que no abre el Camp Nou sólo para 27.000 personas.

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