El extraño submarino británico armado con un cañón que se hundió sin combatir: “Fueron pioneros de una idea”
El HMS M1 fue un experimento británico de sumergible que en vez de lanzar torpedos disparaba un cañón gigante… y que terminó en tragedia.
Alcanzaba los 15 nudos en superficie y los 9 sumergido, con una autonomía de 4.500 millas náuticas en superficie y una profundidad máxima de 61 metros. Pero lo que hacía único al M1 era un cañón Mark IX de 12 pulgadas (305 mm) montado sobre su cubierta, que tenía un alcance efectivo de hasta 14.000 metros. Era un arma diseñada para acorazados de la clase ‘Formidable’, adaptada al sumergible para atacar barcos enemigos desde una distancia segura, sin necesidad de acercarse tanto como exigía el lanzamiento de un torpedo. “Era como poner un cañón de Gibraltar en una ballena”, diría años después el historiador naval Richard Compton-Hall.
El concepto era tan radical como arriesgado. El M1 debía emerger solo lo suficiente para que el cañón quedara fuera del agua, apuntar mediante el periscopio y disparar. En teoría, podía atacar sin ser visto. En la práctica, el proceso era lento, impreciso y vulnerable. Solo podía cargarse en superficie, así que durante la recarga quedaba completamente expuesto si el primer disparo fallaba el blanco. Además, el sistema de puntería era rudimentario: una simple mira de cuentas y el periscopio. Sin estabilización ni cálculo balístico, era un arma más espectacular que eficaz.
Durante las pruebas, el M1 pudo disparar su cañón, pero el retroceso era tan violento que afectaba la estabilidad del submarino. En una carta enviada a su esposa, el teniente John Hargreaves escribió: “Este buque es una bestia noble, pero temperamental. Cuando dispara, parece que el mar entero se sacude. A veces me pregunto si sobreviviremos a su genio”. Además, el agua acumulada sobre la cubierta generaba una nube de vapor que delataba la posición de la nave. “Era como encender una bengala en medio de la niebla”, escribió un oficial que presenció uno de los ensayos.
Un accidente letal
El M1 nunca entró en combate real. Tras el final de la guerra se mantuvo en servicio como parte de la flota de entrenamiento y patrulla, pero acumulaba incidentes que alimentaban las dudas sobre su diseño. En 1923, entró agua salada en el cañón antes del disparo y la boca del arma quedó dañada. El 12 de noviembre de 1925, zarpó de Plymouth para participar en un simulacro de escolta de convoyes en el Canal de la Mancha, junto a otros submarinos como el HMS M3 y HMS L17. Era una mañana gris, con el cielo encapotado y el mar agitado. A las 7:00, se sumergió para simular un ataque. Nunca volvió a emerger.
Durante horas, se intentó establecer contacto, pero al caer la noche, la preocupación se convirtió en certeza: algo había salido mal. Días después, el vapor sueco SS Vidar comunicó un impacto bajo el agua, sin saber que había colisionado con un submarino sumergido. Al llegar a puerto, se hallaron restos de pintura del M1 en su proa, lo que confirmó la tragedia.
La investigación concluyó que el Vidar había golpeado el cañón del M1, arrancándolo del casco y provocando una inundación masiva. El submarino se fue al fondo en minutos. No hubo tiempo para emitir señales de socorro, ni hubo supervivientes.

El hallazgo del naufragio
El M1 permaneció perdido durante décadas. En 1999, el buzo británico Innes McCartney, especializado en naufragios militares, localizó el casco cerca de Start Point. “Cuando lo vi por primera vez, sentí que estaba frente a un fantasma mecánico. El cañón estaba separado, como si lo hubieran arrancado de cuajo”, contó en una entrevista con BBC History. Además, la escotilla de torreón estaba abierta, lo que sugiere que algunos tripulantes intentaron escapar en los últimos momentos.
El HMS M1 fue una rareza en la historia naval; un intento de romper moldes que terminó en fracaso. Su historia es estudiada en academias militares como ejemplo de cómo la innovación sin pragmatismo puede conducir al desastre. Además, en el Museo de Ciencia de Londres se exhibe un modelo seccionado del sumergible, que muestra cómo se integraba el cañón en el casco. En Portsmouth, donde fue construido, una placa honra a los 69 hombres que perdieron la vida. “No fueron héroes de batalla, pero sí pioneros de una idea”.