Tenis | US Open / La contradicción de Djokovic

El serbio, que se debate entre su deseo de seguir compitiendo, el desgaste físico y su familia, pasa a la tercera ronda del US Open. Le espera Norrie.

Nacho Albarrán
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Novak Djokovic ‘tocó’ de nuevo el violín en el que imaginariamente convierte su raqueta para celebrar otra victoria en Grand Slams, la número 191 sobre pista dura en la máxima categoría de torneo, con la que iguala el récord que ostentaba en solitario Roger Federer. Esa celebración empezó a hacerla el curso pasado en Wimbledon, en homenaje a su hija Tara, que estaba aprendiendo a tocar ese instrumento. “Me gusta sentir en el momento lo que quiero hacer y cómo quiero equilibrar las cosas con otras prioridades en la vida. La familia es, por supuesto, la principal, y estar ahí para las fechas importantes, hablando de las cuales me voy a perder, tal vez, el cumpleaños de mi hija. Es el 2 de septiembre, así que, si lo hago bien, todavía estaré aquí. Pero ese es el tipo de cosas que realmente no quiero perderme más”, dijo el pasado viernes en el día de medios.

Y el caso, es que, de momento, seguirá en Nueva York, como mínimo, hasta el viernes. Porque este miércoles venció por 6-7 (5), 6-3, 6-3 y 6-1 en 2h31 a Zachary Svajda, estadounidense de 22 años y 145º del mundo, que le plantó cara durante un set y medio, hasta que su cuerpo, poco acostumbrado a partidos al mejor de cinco sets, le traicionó. A Nole le espera el británico Cameron Norrie, que ganó al argentino Francisco Comesaña (7-6 (5), 6-3, 6-7 (0) y 7-6 (4)).

“No quiero ponerme demasiado filosófico al respecto, pero todavía me encanta la sensación de competencia, el impulso que siento en la pista. Aún tengo el deseo de competir con los jóvenes. De lo contrario, no estaría aquí”, dijo Djokovic, que vive en plena contracción entre ese anhelo por continuar jugando al máximo nivel, con el objetivo de estar en los Juegos Olímpicos de Los Ángeles 2028, y la melancolía por no pasar más tiempo con su familia, sin olvidar el desafío físico que supone para él, y que confiesa sin reparos, jugar muy bien al tenis con 38 años.

Así lo hizo, por momentos, ante Svajda, que fue capaz de ganar el primer set en el desempate, tarea siempre complicada ante el balcánico, y de ponerse por delante en el segundo (3-1), antes de que le sobrevinieran los problemas musculares que mermaron su rendimiento. A partir de ahí, Djokovic dominó a placer para alcanzar 75ª vez la tercera ronda de un major, récord absoluto, por delante de las 74 presencias que atesoró Federer, con quien empata también en las del US Open (19).

A Djokovic aún le quedan motivaciones, la más importante, obtener su 25º título de Grand Slam para distinguirse como el tenista, hombre o mujer, con más en la historia del tenis, por delante de Margaret Court, con quien comparte la plusmarca de 24. En Nueva York tiene una de sus últimas oportunidades de conseguirlo, cada vez más complicadas por el dominio que han impuesto Jannik Sinner y Carlos Alcaraz. “Me siento mejor conforme voy avanzando rondas en un Grand Slam. Es diferente en los últimos dos años porque mi cuerpo es sabio y no se recupera tan rápido como antes. Tengo que trabajar mucho para que aguante las horas que sean necesarias al máximo nivel”, advierte. Lo dicho, pura contradicción.

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