Independiente perdió ante Universidad de Chile en el partido de ida de los octavos de final de la Copa Sudamericana
Los Rojos, ganadores del Grupo A, reinician la ilusión internacional en el estadio Nacional de Santiago
Los escasos bueno momentos, porque fueron episodios de corto tiempo en los que manejó los hilos del partido, Independiente no tuvo la clarividencia para poner en riesgo al rival. Un dominio sin lastimar a Universidad de Chile, que dibujó el camino inverso: se sobrepuso a no descubrir cómo maniatar al Rojo y, cuando tomó las riendas, fue punzante: necesitó pocas oportunidades para convertir, y fue Lucas Asaddi quien destrabó el resultado y desató el festejo de los azules. La derrota 1 a 0 dejó la serie abierta, pero Independiente tendrá que mejorar en su juego y calibrar la mira: necesita goles para revertir la llave y sostener la ilusión en la Copa Sudamericana.
Con actitud, posicionado en el campo rival, Independiente enseñó gestos para marcar el pulso del partido. Con Luciano Cabral como eje del juego, conductor talentoso que el Rojo necesita en su mejor versión, la velocidad de Santiago Montiel –antes del cuarto de hora el árbitro brasilero Anderson Daronco lo amonestó por entender que tiró la pelota lejos, tras revertir un fallo- y un incansable Abaldo, el uruguayo que se prácticamente sin presentación logró la titularidad y relegó al banco de los suplentes a Gabriel Ávalos, impuso condiciones la estructura que ideó Vaccari. Faltaba conectarse Mazzanti al circuito futbolístico para que la planificación se complementara con situaciones riesgo sobre el arco que defiende Gabriel Castellón.
Demoró Universidad de Chile, dirigido por el argentino Gustavo Álvarez, en hacer pie en el estadio Nacional. Charles Aranguiz es quien ordena y señala cuando el equipo presiona y se repliega, aunque recién cuando los azules entendieron el modo de romper la presión alta que propuso Independiente ofreció un par de acciones que levantó a los hinchas: dos córners, lanzados al primer poste, se insinuaron como las advertencias que debía atender el Rojo, que necesitó de la intervención de Rey ante un remate de cabeza de Fabián Hormazábal. Un par de salidas en falso desde el fondo y otras desatenciones -el pisotón de Fernández Cedres sobre Javier Altamirano o la infracción de Federico Vera a Felipe Salomoni- generaron zozobra y Vaccari alentó a recuperar el orden en una cancha que era una caldera, con 48 mil espectadores.
El doble cinco que conforman Loyola y Fernández Cedres cedió el control ante la superioridad en la zona de los volantes de la U de Chile, que con Hormazábal, Israel Poblete, Aranguiz y Altamirano, manejó la pelota y de a poco inclinó el juego sobre el área de Independiente. Aquel inicio de serenidad mutó a nerviosismo e intranquilidad: Lucas Assadi tomó una pelota que venía enredada y, desde fuera del área, con un remate colocado junto al poste derecho, abrió el marcador. Una de las figuras del presente de los azules, la llave para destrabar el resultado.
Perdió el dominio el Rojo y de hacer correr al rival pasó a correr la pelota, a padecer las trepadas de los laterales chilenos. El gol fue un reflejo de la cesión del protagonismo, tanto como las indicaciones de Vaccari para recomponer el orden. Cabral se apagó, Mazzanti y Montiel se preocupaban por tapar a los rivales más que de mirar el arco rival y Abaldo a esa altura era una figurita decorativa de la ofensiva. El pitazo de Daronco apenas descubrió un remate de Zabala, que sin compañeros para jugar optó por probar suerte, aunque Castellón en dos tiempos atrapó la pelota.
Sin juego, el ingreso de Ávalos no modificó el dibujo táctico de Independiente: Vaccari sostuvo el 4-3-3, pero Abaldo dejó el centro del ataque para volcarse a una banda, porque Mazzanti abandonó la cancha. La U también movió piezas: la única tocada con tarjeta amarilla, Salomoni, le dejó el puesto a Antonio Díaz. Mantuvo la postura el conjunto chileno, sofocando la salida del Rojo y ensuciándole el manejo de la pelota. Montiel habilitó a Cabral –Ávalos estaba en posición adelantada-, pero el volante definió exigido, sin puntería. El empuje, la vergüenza deportiva, generó la reacción anímica, pero las ideas escasearon y el apuro por resolver nublaban la ofensiva.
Combinó Abaldo con Ávalos, pero el charrúa, que pisó el área con ventaja remató desviado; Montiel estrelló la pelota en la cabeza de Zaldivia y Cabral no tuvo justeza y dejó la pelota en las manos del arquero. Una rebeldía que tuvo un abrupto freno, con la lesión de Nicolás Freire, que fue reemplazado por Sebastián Valdez; además, en la misma ventana de cambios, Pablo Galdamés tomó el lugar de Cabral, que se fue deshilachando y el equipo necesitaba de sus luces para iluminarse en ataque. Universidad de Chile modificó piezas: la experiencia de Marcelo Díaz y el delantero argentino Rodrigo Contreras a la cancha, por Altamirano y Lucas Di Yorio.
El respiro que necesitaban los azules llegó con la expulsión de Abaldo, que en el primer tiempo fue amonestado por no dejar jugar la pelota y en el segundo episodio, Daronco volvió a mostrarle la tarjeta amarilla por disputar con vehemencia –tirándose al piso- la pelota en la mitad de la cancha. Nuevamente, cuando parecía ser superior y afianzarse en el terreno ajeno, Independiente se enredó y oxigenaba a un rival que volvió a adueñarse de la pelota. Sin el balón, el Rojo volvió a correr desde atrás y Universidad de Chile descubría espacios para moverse.