Mundial de Clubes 2025 / Un villano llamado Otamendi

Un gol agónico del ex de River da el empate al Benfica cuando parecía muerto. Los 40.000 hinchas de Boca de los 55.574 del total iluminan la grada. Carreras, flojo.

Aritz Gabilondo
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Hay héroes y hay villanos, también en el fútbol, también en un Boca-Benfica, un choque coloreado por los colores azul y amarillo de la grada pero cincelado finalmente por un ex de River, Otamendi, que se coló en la fiesta para salvar un empate y de paso alegrar a la mitad de Buenos Aires, la de Núñez, la de River.
Boca jugó con el corazón, con el aliento, con los pulmones de su gente. Miami fue la Bombonera. El fondo norte del Hard Rock Stadium fue la Doce. La franja dorada de su pecho se convirtió en un chorro de energía hacia la victoria. Boca es Boca. El dicho más celebre del fútbol argentino lo resume todo. Puede estar bien, mal o regular, puede tener mejores jugadores o peores, puede alejarse al máximo de sus momentos más estelares de su historia, pero, señores, Boca es Boca.

Con ese espíritu salió el equipo de Russo. Fue titular Ander Herrera, aunque duró 20 minutos. Es una desgracia lo de este futbolista con las lesiones. Suma cuatro en los seis meses que lleva en Argentina. Para colmo, después fue expulsado estando en el banquillo. Sin él en el campo llegó toda la acción.

Boca se desmelenó ante la locura de su gente. Blanco se coló por la banda y regaló el balón a Merentiel -buen delantero el uruguayo-, que acarició la pelota a gol. Explotó Miami, la Miami xeneize, y aún hubo más jolgorio cuando Battaglia hizo el 2-0 al rematar una prolongación en un córner.

El Benfica estaba KO, entre la pereza que da jugar con calor y ante un equipo que rasca siempre. Carreras, vigilado con lupa, dejó apenas una incorporación en un catálogo más pobre de lo esperado.

El partido sólo cambió cuando todos esperaban el descanso. Un penalti tonto de Merentiel sobre Otamendi dio alas al conjunto encarnado. Di María resolvió con maestría y trasladó toda la pasión de la hinchada de Boca hacia unos miedos por lo que pudiera pasar.


Boca se mantuvo entero mientras pudo, sujetó las escasas acometidas del Benfica, desquició a todos, incluido Carreras, que culminó su partido discreto con una tarjeta amarilla por una dura entrada. Peor fue lo de Belotti, que en la disputa de un balón impactó con su bota en la cabeza de un rival y se ganó la roja tras revisión de VAR.

Al Benfica le entró el ataque de orgullo por acabar mejor de lo que empezó, por arañar un punto que no le complique el grupo, pues Auckland no es rival para ninguno, tampoco para Boca. Incluso con diez, se lanzó a por la portería contraria y se aferró al amor propio.

En ese contexto el mejor es Otamendi, el villano perfecto, el criado en River e hincha del Millonario, el rival eterno que fue silbado antes y durante el encuentro, y que saltó por encima del cielo para elevarse en un córner y rematar un balón que llevaba su nombre.

Un gol que es oro molido para su equipo y para su corazón, capaz de convertir en un Boca-River lo que parecía una fiesta xeneize en Miami, sin franja pero con gallina, gallinazo en este caso, el de Otamendi para sacar de la tumba al Benfica.



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