La deuda “externa” de Boca: un lustro internacional con demasiadas frustraciones

Desde que Riquelme se hizo cargo del fútbol en el club Xeneize, fueron más las penurias que las alegrías fuera de la Argentina

LA NACION, Pablo Lisotto

Dos puntos de nueve. Esa es la cosecha de Boca en este Mundial de Clubes del que ya no forma parte. Más allá del resonante acompañamiento de su gente, las estadísticas dirán que de tres partidos no pudo ganar ninguno, que empató dos y que perdió el lógico: contra Bayern Munich. Curiosamente frente al que exhibió una actuación a la altura de las circunstancias.


Pero así como aquel golazo de Merentiel ante Neuer se metió entre los mejores del torneo y quedó la sensación de haber estado cerca de empatarle al gigante alemán, el 1 a 1 del martes contra Auckland City, un equipo conformado por futbolistas amateurs, quedará escrito en los libros como un papelón histórico.

Esta nueva frustración se enhebra con lo que el club transita desde hace tiempo: la deuda internacional. Ya son 17 pesados años los que lleva Boca sin ganar un título fuera de las fronteras de la Argentina (el último, la Recopa Sudamericana de 2008, a Arsenal de Sarandí).

El ingreso de Juan Román Riquelme a la política azul y oro no cambió esa ecuación. El ciclo internacional de Boca desde enero de 2020 hasta la actualidad se traduce, en el balance general, en una serie de frustraciones deportivas que lo alejan de la elite continental.

En estos cinco años y medio, el Xeneize no sólo no logró volver a conquistar la Copa Libertadores, sino que tampoco se mantuvo competitivo de manera sostenida en el plano internacional. El dato más elocuente es que en 2024 ni siquiera participó en el principal torneo de la Conmebol, y su paso por la Sudamericana fue, cuanto menos, decepcionante. Y en febrero de este año sumó otro hito histórico negativo: quedó afuera en la fase 2. Por primera vez, antes de la etapa de grupos, con una triste derrota por penales ante Alianza Lima en la Bombonera.

El recorrido comenzó con cierta expectativa, pero terminó con un patrón que se repitió: eliminaciones dolorosas, rendimientos por debajo de lo esperado, una sequía que se extiende y una mochila que pesa cada día más.

El primer año de esta etapa mostró a un Boca competitivo bajo la conducción de Miguel Ángel Russo. Luego de superar la fase de grupos, el equipo llegó a las semifinales con cierta solidez, pero en esa instancia se topó con un Santos que lo superó con claridad en la revancha jugada en suelo brasileño. Aquel 3-0 dejó en evidencia las limitaciones del conjunto argentino y encendió las primeras luces de alarma.

En 2021 el equipo volvió a ilusionarse, pero la eliminación en los octavos de final frente a Atlético Mineiro, con VAR incluido y un desenlace escandaloso, que incluyó incidentes en los vestuarios, marcó un antes y un después. Boca no sólo quedó eliminado por penales, sino que quedó en el centro de la escena por sus protestas (que costaron fuertes sanciones deportivas y económicas) y por un juego que nunca terminó de convencer.

Con Sebastián Battaglia como DT, el Xeneize repitió la historia en la Libertadores 2022. Nuevamente eliminado en los octavos de final y por penales, pero esta vez frente a Corinthians y en la Bombonera. La falta de eficacia en los metros finales y un nivel general discreto sellaron otra frustración internacional. Fue también el final del ciclo Battaglia.

La temporada 2023 marcó el punto más alto de este período, pero también el que más duele. Bajo la conducción de Jorge Almirón, Boca llegó a la final de la Copa Libertadores. El camino incluyó una seguidilla de definiciones por penales –frente a Nacional, Racing y Palmeiras– que parecían ratificar el espíritu copero del club. Sin embargo, en la final disputada en el Maracaná, Fluminense fue más y se impuso 2-1 en el alargue. Pese al subcampeonato, el juego del equipo fue resistido y Almirón dejó el cargo días después.

La clasificación a la Libertadores 2024 era uno de los grandes objetivos, pero Boca no logró cumplirlo y debió conformarse con disputar la Copa Sudamericana. En ese torneo, las ilusiones duraron poco. Tras superar con lo justo la fase de grupos y un repechaje frente a Independiente del Valle, fue eliminado en octavos de final por Cruzeiro. Una vez más, el equipo no encontró una identidad clara ni mostró solidez fuera de casa.

Pero lo más preocupante ocurrió en el inicio de este año. En febrero, Boca tuvo la chance de meterse en la etapa de grupos de la Libertadores a través de la Fase 2, pero cayó sorpresivamente ante Alianza Lima. La serie (0-1 en Perú y 2-1 en Buenos Aires) se definió por penales en la Bombonera, y el equipo dirigido entonces por Fernando Gago se despidió del máximo certamen continental sin siquiera haber accedido a su etapa principal. Así, por segundo año consecutivo, Boca no disputó la Libertadores. Y esta vez, tampoco el consuelo de la Sudamericana.

Ya sin acción en suelo estadounidense, Boca deberá enfocarse en las competiciones de cabotaje para intentar ganar el torneo Clausura y/o la Copa Argentina, y así asegurarse un lugar en la Libertadores 2026, a la que también podrá ingresar a través de la Tabla Anual, en la que, por ahora, ocupa el tercer puesto.

Si bien ningún otro club ganó tantos títulos desde que en enero de 2020 Riquelme se hizo cargo del fútbol de Boca (seis en total), también es cierto que esa supremacía local está muy lejos de hacer pie puertas afuera. Una situación que el propio Riquelme le achacaba a la gestión anterior. Con un dato que también pesa: el último título que ganó Boca fue en marzo de 2023 (Supercopa Argentina 2022), hace dos años y tres meses. Un tiempo que se hace demasiado largo para su gente.


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