Final NBA | Pacers-Thunder (3-3) / Una noche para los que creen en milagros
Los Pacers, que parecían condenados, juegan un sexto partido maravilloso y fuerzan el primer séptimo en las Finales desde 2016. Tyrese Haliburton jugó... y brilló.
Juanma Rubio, AsVivamus, moriendum est. Ya que vamos a morir, vivamos. La cita, atribuida a Séneca pero en todo caso una invitación a aferrarse al momento, a exprimir las cosas que aparecen en el camino, podría ir cosida a la demostración de resistencia, energía física y mental y, al fin y al cabo, baloncesto de Indiana Pacers en el sexto partidos de las Finales 2025. Quien más quien menos, todos (creo) habíamos reducido a la mínima expresión, y en muchos casos ni eso, las posibilidades de los Pacers y habíamos empezado con los preparativos de la coronación de los Thunder, el equipo que remontó desde el infierno en el cuarto partido, con la soga del 1-3 en el cuello, y ganó dos veces por aplastamiento el quinto, antes y después de una reacción ilógica de su rival. Además, la pierna derecha de Tyrese Haliburton empeoró y lo mermó hasta la negación. Durante el último traslado de la Final a Indianápolis, ni siquiera parecía muy probable que el base jugara exte sexto, el primer match point para los Thunder. ¿Entonces, qué les quedaban a los Pacers? Vivir, claro. Qué otra cosa, si en todo iban a acabar muriendo.
Fue (108-91 final) el último giro de guion de unas Finales tremendas, las primeras que viajan al manicomio del séptimo desde las de 2016, cuando los Cavaliers de LeBron James y Kyrie Irving completaron lo imposible en la Bahía de San Francisco (de 3-1 a 3-4). Si los Pacers ganan el domingo, de regreso en OKC, no habrá sido algo tan, tan, tan increíble. Pero casi. Los visitantes, para los que hayan elegido creer y no echar más cuentas, han ganado cuatro veces en 19 séptimos partidos en la lucha por el título. Solo esos Cavs, eso sí, en la NBA moderna. Antes, dos veces los Celtics (1969 y 1974) y una los Bullets (1978) en pista de, cosas, Seattle Supersonics. El equipo que en 2008 hizo mudanza y rebranding y hoy es, al menos en parte, Oklahoma City Thunder. Otro dato: en el último cuarto de siglo, los tres equipos que han jugado y ganado el sexto partido de las Finales con 3-2 en contra, se han llevado también el séptimo y el título. Hay trampa, eso sí. Los dos primeros (Lakers en 2010, Heat en 2013) lo hicieron todavía con formato 2-3-2 y, por lo tanto, ese duelo definitivo en su pista. Solo los Cavs de 2016, otra vez, se llevaron el sexto en su pista y el séptimo en territorio comanche. Ese vuelve a ser el espejo para los Pacers: el equipo de LeBron y Kyrie, patrón de los imposibles.
Fue imposible no frotarse los ojos, con la boca abierta de par en par, durante la primera parte, especialmente el segundo cuarto, de un sexto partido cuya historia no estaba escrita. Tampoco la de la Finales. Imagino que, a medida que se acerque y con el factor del Paycom Center de su lado, el equipo de las 68 victorias en regular season y las 83 totales (el cuarto mejor dato de siempre) volverá a parecer favorito por aplastamiento. También imagino, por otra parte, que eso es algo que traerá sin cuidado a Indiana Pacers. De hecho, es probable que sea el escenario ideal para el equipo de Rick Carlisle. Si tienen que ganar, si están llamados a convertirse en uno de los campeones más improbables de la historia, seguramente no había más camino que encontrar uno donde no lo hay. Hace tres días empezamos a cavar su tumba, entre todos. Por ahora no han metido un pie en ella. Y cada minuto del séptimo en el que sigan vivos, a un zarpazo del milagro, será una llamada a la revolución, una sobrecarga de tensión que los Thunder no han podido evitarse. También, por su parte, tendrán que ganar en el último partido, en el todo o nada. En la temporada regular solo perdieron un partido contra la Conferencia Este (29-1, una derrota en Cleveland). En estas Finales, Indiana Pacers les ha ganado tres veces.
La marcha fúnebre duró poco en el manicomio amarillo del Gainbridge Fieldhouse, territorio hoosier. Un 2-10 en tres minutos y medio empezó a escribir una esquela que acabó en la papelera. Lo que sucedió entre ese punto y el descanso, más de veinte minutos de juego real, fue una de las exhibiciones más atronadoras de los últimos años, un ejercicio de baloncesto perfecto, imposible de mejorar. Los Pacers llegaron al descanso 64-42, después de una secuencia final que envolvió para regalo lo que pasó en un visto y no visto de silla eléctrica a festín: Haliburton robó la bola y asistió sin mirar para el mate de un Pascal Siakam que después anotó un fade away de puro talento sobre la bocina. Así acabó la primera parte: la tormenta amarilla.
Borrados del mapa, los Thunder sintieron demasiado pronto que no era el día. Como si estos días ellos también se hubieran sentido invencibles, apoyados en sus dos victorias seguidas y la lesión de Haliburton. Como si después, cuando todo empezó a torcerse, se hubieran echado la mano al bolsillo y hubieran encontrado ahí la carta del regreso a casa, del séptimo partido en su cubil de OKC. De eso depende ahora su temporada, colosal pero sin cerrar. En Indianápolis su primer intento fue un petardazo colosal, veremos el domingo si solo en mal día. Entre el segundo y el tercer cuarto (que se cerró en 90-60: la ventaja llegó después a 31 puntos) estuvieron más de seis minutos sin meter un solo punto. En los últimos 8:53 del segundo encajaron, la Mona Lisa de Rick Carlisle, un 30-9 (de 34-33 al 64-42).
En ese segundo cuarto, unos Thunder minúsculos firmaron un 6/18 en tiros, 0/5 en triples; no dieron ni una sola asistencia y apilaron siete pérdidas. Y sus 17 puntos (37-16) los sumaron entre Jalen Williams y Shai Gilgeous-Alexander, que en el paso por vestuarios llevaban 31 (16 y 15) pero también ocho pérdidas y ni una sola asistencia. Todo equipo, de hecho, llevaba solo tres, una menos que un Haliburton resucitado, que bailó alrededor de Lu Dort, quién iba a decirlo, y empezó a conectar pases y anotar tiros de los que hacen rugir a la grada. El botón que pone que mete el turbo en unos Pacers arrebatadores, que jugaron como un equipo campeón, lo acaben siendo o no.
En esa primera parte, porque luego vinieron muchos minutos de nada (los Thunder abrieron el tercer cuarto sin puntos y con un 0/6 en tiros en cuatro minutos: ni amago de reacción), tuvieron quince posesiones de tiro más (las matemáticas de su lado), ganaron 16-2 la (decisiva toda la serie) lucha de los puntos tras pérdida (2 los locales, 12 los Thunder en la primera parte), corrieron (16-2 en transición, prácticamente todos sus ataques con veinte segundos o más en pista rival), reventaron la batalla del triple (9/24 contra un terrorífico 1/11) y la de los puntos del banquillo (19-3), otra vez con minutos preciosos de Obi Toppin y un TJ McConnell que compartió más pista con Haliburton.
Haliburton, otra excelente noticia, casi no tuvo que hacer nada en la segunda parte y acabó con menos de 24 minutos en pista. Después de una aparición casi milagrosa en este sexto, los Pacers pueden contar con él para el séptimo. Siakam y Nembard recuperaron su mejor versión, Aaron Nesmith tuvo su momentito y Myles Turner volvió a fallar demasiado en ataque pero sacó del partido a base de físico a un Chet Holmgren esta vez zarandeado. Si los Thunder fueron mucho mejores en el quinto, los Pacers arrasaron, de verdad, en el sexto. Su mejor versión es tan buena como la del mejor equipo de la temporada, solo (solo…) tienen que conseguir hacerla sostenible durante 48 minutos en las trincheras del Paycom Center, donde la defensa de los Thunder va sacar las pinturas de guerra.
Era imposible esperar esto, vista la inercia de la Final y el estado de la pierna de Haliburton. Solo los más optimistas avistaban un séptimo, pero seguramente ni ellos esperaban que el tercer punto pacer, el del 3-3, llegara con semejante demolición de un favorito que ahora tiene en una mano la ventaja de campo, y la certeza de que puede ser también mucho mejor si juega a su baloncesto; pero en la otra la presión del aroma a fracaso, de los y si: ¿y si no hubiéramos llegado a esto? ¿Y si los tiros hubieran entrado? ¿Y si este o aquel hubiera jugado a su verdadero nivel? Y si, y si, y si. El mérito de los Thunder es estar ahí, con el séptimo, el último partido de la temporada 2025-26, en su pista. Generalmente un fortín atronador. El de los Pacers, haber llegado hasta ahí. Y haber convertido en ejercicio de supervivencia en una exhibición que puede acabar siendo histórica, en función de lo que suceda el domingo. Vivir, en todo caso. Seguir viviendo, ya que iban a tener que morir…