Botafogo suda para calentar su grupo

El campeón de la Libertadores no falla pero sufre hasta el final

DELFÍN MELERO, Marca

A las 21.00 horas de Seattle no hacía tanto calor, pero Botafogo acabó con sudores fríos. El campeón de la Libertadores cumplió los pronósticos, pero sufrió hasta el último suspiro para ganar un partido que parecía tener abrochado al descanso. El resultado es malo para el Atlético de Madrid porque ganó el mejor equipo de los dos y el que va a ser el rival de los del Cholo para estar en octavos. Aunque Seattle Sounders, que salió con la cabeza alta y acariciando un empate que habría sido épico, demostró que este Mundial de Clubes viene calentito.

Botafogo no falló, pero estuvo a punto de estropear lo que sí se ganó en la primera mitad. El 'Fogao' (que nos viene al pelo para hablar de calentar grupos) se fue al descanso usando la cabeza con goles de Jair Cunha y ese delanterazo que es Igor Jesus. Todo parecía finiquitado. Pero los norteamericanos se soltaron en la segunda mitad y soñaron con conseguir algo que se merecieron. Sólo un milagro y el fútbol evitaron un castigo para el equipo brasileño, que jugó al escatime y no lo pagó por la definición que dejó de desear de Seattle Sounders. De la Vega fue la imagen de la desesperación.

El grupo se calienta porque el Atleti se llevó cuatro sopasos de realidad del PSG y porque Botafogo cumplió con lo que se esperaba. Tampoco estaba para muchos lujos, pero nació en la calle. Tolo, defensa camerunés de Seattle Sounders, siguió el juego a Artur y perdió. Hubo jaleo, empujón sin balón y el árbitro sueco decretó una falta que fue un regalo para Alex Telles. El golpeo fue con lazo y Jair Cunha, 1.98 de central, rompió una igualdad que era tal en el césped. 

El gol le costó asimilarlo a los de casa y Botafogo demostró que sabe mucho. Jugó con su rival y le noqueó al filo del descanso con otro gol de cabeza, de Igor Jesus. Una onda vital que parecía poner fin al primer episodio entre un equipo brasileño y un estadounidense en una competición mundial.

Tanto parecía escrito, que Botafogo se lo creyó. Que bastaba con dejar pasar la noche y esperar el pitido final. Lo contrario pensó Seattle Sounders, que se sintió capaz de cualquier cosa cuando parecía imposible. Consiguió que le entraran los calores al equipo de Renato Pavia, que no es poco.

Cristian Roldán acortó distancias y no pasó más porque en el fútbol todo se confirma en la red. Seattle perdonó demasiado, antes y después, pero se fue al vestuario con ese picorcito de que algo hizo bien. Botafogo calentó el grupo, pero con el sudor de su frente y el miedo en el cuerpo.