Piastri cumple, Norris falla y Sainz ya es el de siempre
Pole del australiano con un gran McLaren y fiasco del líder, sexto delante de Verstappen. Carlos, octavo. Alonso se quedó en la Q2.
Russell y Leclerc completaron el top-3, terminaron segundo y tercero aunque finalmente el británico fue sancionado con un puesto en la parrilla por salir demasiado pronto al pit lane en la Q2, por delante de los inspiradísimos Antonelli (también penalizado con un puesto al igual que su compañero) y Gasly. Y Carlos Sainz partirá octavo, por fin asentado en la Q3 y con un buen margen sobre su compañero de equipo. Esto ya es otra cosa. No es la panacea ni serán los tiempos de Ferrari, pero al menos Carlos muestra una cara plenamente competitiva y recupera nivel con el que se bajó de aquel SF-24 de la nostalgia. Se le vio cómodo, todos los intentos eran válidos. No es el Williams brillante de la pretemporada, pero se parece más. A Albon no le dio para superar el listón de la Q1, pero Carlos sí batió a un Ferrari y un Red Bull: “Aún no estamos donde queremos estar como equipo, pero tenemos que estar contentos por batir a Hamilton y Tsunoda en igualdad de condiciones”.
Que Alonso se hubiera clasificado para la Q3 habría sido un milagro. De hecho, unos minutos antes de la clasificación era impensable que el español superara el primer corte, y lo superó. Su actuación en Q1 fue inmensa, como suele, pero conforme hubo más y más intentos para todos los pilotos, más juegos de neumáticos gastados, el tremendo lastre que es este Aston Martin cayó por su propio peso. Finalmente, Fernando saldrá 13º al GP de Bahréin con escasas opciones de puntos, aunque la carrera será abierta porque se puede adelantar y la estrategia no es encorsetada. Solo batió a Ocon (14º, se estrelló con violencia al inicio de la Q2 y destrozó el coche, aunque salió sin rasguños) y Hulkenberg, a quien borraron el crono por límites de pista. “Buen trabajo”, dijo Fernando a su equipo por la radio antes de bajarse del coche. Hay que insuflar ánimos a esta escudería para salir de un bache terriblemente pronunciado.