No era tan difícil: jugar a lo Boca y ganar

El equipo de Gago que menos se parece a Gago goleó a Central Córdoba, llegó al quinto triunfo seguido y dejó una muy buena imagen en su mejor actuación del ciclo.

Antonio Serpa
TyC
Está bueno saber que la gente puede cambiar. "Sólo los imbéciles no cambian", decía Carlos I, nuestro padre futbolístico, el que nos dio las mayores alegrías futboleras de nuestra vida. La capacidad de recapacitar y eventualmente modificar alguna conducta cuando se vuelve inconducente -o nos conduce al fracaso- es un síntoma de flexibilidad, de madurez, de inteligencia. Es una pena que Fernando Gago no lo haya entendido a tiempo, pero tampoco podemos vivir anclados al pasado eternamente.Con otras formas, con un equipo equilibrado y lógico, sin rarezas ni puestos inventados, Boca jugó el mejor partido del ciclo. Goleó, tuvo el control del partido durante 80 minutos, se defendió en un bloque sólido la mayor parte del encuentro, generó buen fútbol de a ratos, fue sencillo, eficaz, sólido y tuvo un intérprete soberbio del juego del fútbol que se llama Ander Herrera. El que quiera aprender cómo es esto que muchos quieren complicar, tiene que mirar al vasco. Un toque o dos, corto o largo, siempre preciso y limpio para el compañero, un mediocampista español clásico que no en vano tuvo la carrera que tuvo. Highlights: tremendo pase a Giménez en el 1-0, autor intelectual del segundo con el pase filtrado a Zenón. Ojalá tuviéramos un par más como él; en todo caso el consuelo es que a su lado los demás aprendan de qué se trata, que le saquen el jugo a sus lecciones.

Es muy, pero muy difícil analizar un partido sin contexto. No hace falta ahondar demasiado en el tamaño del fracaso de Boca: basta con mirar el trapo con la Copa Libertadores que los santiagueños sacaron del armario para meternos no ya el dedo sino un cuchillo en la llaga aún abierta. Ellos la van a jugar, nosotros no. Pero en este momento hay una sola certeza: de este golpazo se sale jugando bien y ganando. Y asegurándose en lo posible un lugar en la próxima Copa como campeones, nada de depender de tablas ni repechajes. Hay que revalorizar los títulos locales por lo que valen en sí mismos más allá de su condición de pasaportes al plano internacional.

Si creemos lo que nos vienen diciendo los voceros dirigenciales, Gago ganó aire con un triunfo como el de ayer. Sin exagerar, porque en definitiva, y por más que vaya a la Libertadores, el rival era Central Córdoba de Santiago del Estero. Pero tampoco hay que quitarle mérito al triunfo: Alianza Lima no es más que este equipo de De Felippe y nos dejó afuera.

Algunas enseñanzas que fue recogiendo el técnico en este corto pero intenso camino:

  • Boca es un equipo clásico, no tiene sentido andar probando boludeces para cambiar una idiosincrasia que lleva casi 120 años de vida.
  • Es clave armar una columna y respetarla dentro de lo posible. La repetición del equipo ayuda a clarificar (todos saben qué lugar ocupan) y a solidificar las ideas.
  • No hay que tocar lo que está bien: si la mejor sociedad es Blanco-Zenón, dejémosola; si el doble 9 funciona, no forcemos la inclusión de wines.
  • Los jugadores rinden mejor en sus puestos, por más voluntad que pongan para desempeñarse en otros.
  • Una buena construcción de equipo potencia a las piezas que la componen y los niveles se retroalimentan.

Hay, también, algunas certezas indisimulables: Marchesín ataja dos o tres pelotas jodidas por partido; Di Lollo puede ser el 2 porque se ha mostrado a la altura y, además, ¡es 2!; Herrera juega y mejora a sus compañeros (Delgado va a agradecer toda la vida haberlo tenido al lado); Zenón parece haberse liberado del rayo mascheranizador; Cavani conmueve con su esfuerzo y seguramente seguirá siendo titular y capitán, pero hoy, por nivel, es el tercer 9 del plantel; a Palacios hay que ponerlo en forma porque así no rinde.

Casi sin darse cuenta, Boca metió cinco triunfos consecutivos, pelea la punta de la zona, empieza lentamente a cambiar su imagen. Cómo seguimos: profundizando en este camino. El dolor de no jugar la Libertadores seguirá ahí, latiendo sin remedio porque no hay vuelta atrás. Sólo cabe seguir adelante, aprender de los errores, no volver a cometerlos. Y ganar. Ganar, ganar, ganar. Es la única fórmula de la felicidad.

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