Athletic 3 - Roma 1 / Nico es el amo de Europa

Partidazo del menor de los Williams, que ya reinó en el Viejo Continente con La Roja. Doblete para remontar la eliminatoria ante la Roma, mermada por una expulsión tempranera a Hummels.

Alfonso Herrán, As

El Athletic abre las puertas de su hogar, San Mamés, para recibir la final de la Europa League allá por el 21 de mayo y sólo quiere cursar una invitación. La otra se la guarda para él. Y le quedan dos peldaños para esa cima, el primero ya lo ha superado, con menos dificultades de las previstas. Si el lema de la UEFA para esa cita es Road to Bilbao (camino a Bilbao) en la ciudad de Guggenheim podría ser Road to my house (camino a mi casa). Los octavos de final quedan atrás ante una Roma afeitada por una torpeza de Hummels, expulsado en los compases iniciales. Los leones fueron muy superiores y remontaron el 2-1 del Olímpico. 50.000 fieles fueron testigos de un día grande. Ranieri, ese viejo zorro del fútbol, había reactivado a esta Loba tan pujante en Europa los últimos años, pero quedó reducida a cenizas por el ímpetu de este Athletic sediento de fama continental. Para consolidar su candidatura a reinar fuera de nuestras fronteras se necesita un emperador. Nico Williams se alió con Lamine para gobernar en la Eurocopa. Y a nivel de clubes se ha propuesto extender su tiranía. Su partido fue para recordar, un recital. Dos goles, un balón al palo y mil recortes de fantasía ante un equipo cerradísimo. El niño de oro pone la mano y se ofrece a llevar a la gente de Bilbao al cielo de un título inconquistable en más de cien años de intensa existencia.


El susto inicial lo dio la Roma, con un saque de falta lateral de Angeliño y cabezazo de Cristante al poste, aunque posteriormente la acción fue anulada por fuera de juego. Fue casi una anécdota con lo que llegó inmediatamente después, que condicionó toda la tarde. Los tiempos de gloria de Hummels, una leyenda del Dortmund, del Bayern y de la selección alemana, han pasado a mejor vida. Es un central arcaico, desfasado, lento como una tortuga con sobrepeso. Un pase de esos de distraer la pelota desde su puesto de central, a la derecha, se lo intuyó Sannadi, que le robó la cartera. Al que llaman el elefante africano se iba como un trueno a la meta rival y lo cazó el veteranísmo defensa. Quedaba un mundo hasta la portería, porque arrancó casi en medio campo y le arropaban a Hummels los otros dos centrales, pero esas acciones se castigan severamente hoy en día y el infractor vio la roja.

El partido tomó un nuevo rumbo a partir de ahí. La Loba se metió en la cueva, se atrincheró con su orden casi milimétrico, y los leones trataban de colarse en esa oscuridad para lanzar fuegos de artificio. Ranieri pidió un paso más claro hacia atrás, colocó una defensa de cuatro y por delante una de tres y otra de dos. Un muro, un frontón difícil de abatir. Las ocasiones empezaron a caer para los rojiblancos, dos de Sannadi y otra de Nico, que empezó a hacer diabluras. Tras regatear a dos romanistas, envió el balón a la madera con una gran rosquita.

Pero los giallorossi son buenos jugadores, no les quema la pelota. También tuvieron la suya a saque de córner, en las botas del omnipresente Cristante. Los leones, tan superiores como se veían, se precipitaban, les faltaba paciencia, no limpiaban el camino de Nico, que se iba de su par, pero siempre encontraba una ayuda. La eliminatoria se desniveló en Roma en el descuento y se equilibró también en el añadido, esta vez de la primera parte bilbaína. Ni en los mejores sueños se le habría planteado una vuelta de octavos así a la Catedral: de inicio, se adelgazó la defensa del rival con una expulsión y, para cerrar el primer tiempo, uno de esos goles que dicen sicológicos y que en este caso lo era más porque ponía las tablas en esos 135 minutos disputados. Los transalpinos no dejaban de apagar incendios.


Entradas populares