PSG 4 - Mónaco 1 / Dembélé, cifras de locura
El francés, que ya suma 16 goles en la Ligue 1, marcó un doblete en el triunfo del PSG por 4-1 contra el Mónaco con el que encarrila todavía más el campeonato.
En el día de las renovaciones ómnibus, con Luis Enrique prolongando hasta 2027 y Achraf o Vitinha hasta 2029, el PSG-Mónaco volvió a traslucir que, por plantilla, es uno de los mejores partidos del fútbol francés. Ambos equipos se batieron en un duelo trepidante, con ocasiones para ambos, y sin tregua para el espectador durante todo el primer tiempo.
Porque en cinco minutos ya hubo dos ocasiones. Y el PSG, como casi siempre, salió airoso de una situación límite. Minamino, acostumbrado a perdonar ocasiones que no tienen explicación de lo manifiestas que son, estrelló en las manos de Donnarumma un remate flagrante en el que tenía tanto tiempo que pudo incluso controlar. El japonés, inmune para Hütter, pagó a la jugada siguiente las consecuencias.
Una falta en la derecha se convirtió en el 1-0 del PSG. Vitinha sorprendió a un despistado Majecki, que no esperaba el lanzamiento directo, y el balón acabó en la red. Un fiel reflejo del PSG, al que le sale todo, hasta sin querer, ahora mismo por el momento de forma que atraviesa, y del Mónaco, condenado en las dos áreas.
Sin embargo, los monegascos no dijeron su última palabra. Liderados por un omnipresente Akliouche, un mago con el balón en los pies, capaz de hacerlo desaparecer cuando controla, el equipo de Hütter comenzó a llegar en volandas a la portería de Donnarumma. Como Majecki, el italiano no pudo atenazar un disparo de Zakaria, que embocó en la red el balón por el palo del cancerbero, despistado. El 1-1 desemelenó el partido. Se sucedieron las oportunidades en ambas áreas sin atemperar el ritmo, pero el resultado no se movió, incomprensiblemente, hasta el descanso.
El mismo desenlace de siempre volvió a hacer acto de presencia en París. El PSG necesitó únicamente dos zarpazos para dejar más que sentenciado un campeonato en el que nadie le tose y que domina sin parangón en el último lustro. Kvaratskhelia se estrenó por todo lo alto con el PSG, marcando el segundo de los de Luis Enrique después de dejar clavados a dos rivales, incluido el portero, con un recorte sutil. Esa sangre fría, tan propia de los georgianos, le valió para dejar el partido encarrilado.
El Mónaco se hundió como un castillo de naipes, como el enésimo equipo en Francia que se ve con opciones de vencer al ogro, pero que sucumbe ante la magnamiddad de su adversario. Dembélé, que convertiría una gota en un pantano por el momento goleador que atraviesa, sentenció la contienda con un disparo duro, al palo corto, con la derecha. Y, por si fuera poco, porque ahora tiene lo que antes echaba en falta, el hambre goleadora, finiquitó una noche magnífica empujando a la red un pase de Nuno Mendes. Un triunfo de enjundia para el PSG, que ha convertido la liga francesa en un campo de batalla en el que solo existen prisioneros y no verdugos.