Medina siembra el terror con los pisotones
Dicen que lo peor que le puede pasar a alguien que sufre manía persecutoria es que le persigan, y mira tú por dónde al Madrid, convertido en un quejío en llaga viva contra los árbitros, se le cayeron dos puntos en Pamplona después de un meritorio partido por culpa del arbitraje. Bueno, el arbitraje y un poquito Bellingham, al que no se le cae el fuck de la boca y alguna vez le tenía que pasar esto. Lo malo es que lo suyo llegó entre el penalti a Vinicius ignorado en la primera parte y el pisotón de Camavinga a Budimir en la segunda, castigado con extremo rigor. Pena máxima para delito mínimo, pues Budimir ya había chutado.
Medina ha desatado una caza de brujas con los pisotones en las áreas que siembra el terror. Lo sufrió también el Atlético con el de Le Normand a Borja Iglesias, minúsculo y agrandado por los aspavientos del céltico, como el de Pamplona por Budimir. En las áreas se empuja y se agarra a placer, pero con los pisotones y las manos los sexadores de pollos se entusiasman. Al Madrid no le consolará que lo sufriera también el Atlético, que también tuvo su expulsión en la persona de Barrios, muy temprana y merecida, y entre una cosa y otra se dejó dos puntos. Perdió la oportunidad de ponerse en cabeza, que quizá aproveche el Barça.
Ahora toca discernir qué dijo Bellingham, si acompañó el fuck de you o de off, materia para lectores de labios y filólogos ingleses especialistas en barrios bajos. Sid Lowe me lo traduce indistintamente por “vete a la mierda”. Bellingham aduce que no se lo dijo a la cara, sino al girarse tras la discusión, con lo que podría considerarse un autolamento tipo “¡joder!”, “¡me cago en la puta!”, o algo así. Habrá que deslindar entre insulto o menosprecio, con lo que cambia la sanción. Pero pase lo que pase, bueno sería que Bellingham reprimiera esa tendencia piante tan contraria a la tradición inglesa, que es lo único que afea su juego.