Boca y los arcos del triunfo: de los silbidos a las sonrisas

El equipo de Gago volvió a jugar mal y se fue silbado en el entretiempo. Lo ganó por los errores de Centurión y las manos de Marchesín. A una semana de la Copa, pocas certezas.

Antonio Serpa
TyC
De los silbidos del entretiempo a los aplausos tibios del final, hay sin dudas varios responsables. El primero es el arquero: Centurión -hombre de River-, que regaló un gol y medio. El segundo es el arquero, también, pero Marchesín, con una tapada formidable a un zurdazo que pedía ángulo (ya había sacado una bárbara en el PT). Y detrás de ellos dos vienen Merentiel (frialdad para definir tras el error); Milton Giménez -partícipe en ambos goles, aun con un pase demasiado largo en el primero-; Zeballos -travesaño en una, definición pensada en la otra. ¿Gago? No, Gago no. No cambió nada del muy mal primer tiempo al triunfal segundo. El equipo no levantó el nivel, siguió sin juego interno (dependemos casi exclusivamente de los laterales), no supo enfriar el juego después del impensado 1-0 (síntoma de su inmadurez, de su verdor) y hasta sufrió los embates de un Independiente Rivadavia manejado por un chino talentoso y cachetón llamado Sequeira. Boca ganó, fundamentalmente, porque supo capitalizar los errores del rival y sostenerse en los brazos de su arquero, que logró su primera valla invicta, con todo lo que eso significa en un equipo de Gago.

Una vez más, el técnico sorprendió con algunas decisiones: la repetición de la defensa completa, incluido Barinaga (lo mal que debe estar Advíncula). También la repetición de Belmonte y Alarcón, dos de los puntos más bajos en Avellaneda. Al ex Lanús casi no hubo tiempo de sufrirlo -salió enseguida por lesión- y el chileno sigue sin explicar su presencia. Que Fabra no haya estado en el banco es un acto de justicia, pero es el mismo Fabra que había jugado un rato contra Racing. ¿Veinte minutos lo hicieron cambiar de parecer a Gago? Estos vaivenes sólo aportan confusión. 

Lo mejor del medio, como había ocurrido en otros encuentros, fue Rey Domenech. El chico Ruiz también entró bien -se armó una linda jugada que le tapó Centurión-, mostrando una vez más, como si hiciera falta, que los pibes del club tienen una ventaja por encima de los que llegan de afuera: no les cuesta el ambiente, no precisan adaptación. No en vano se los llevan de afuera por millones.

Otra cuestión que sorprende del DT es lo mal que juega el equipo. Cuando a su Racing le hacían pasillos los pibes de Inferiores, la justificación era que perdía pero jugaba "bien". O lindo. Este Boca suyo no juega bien ni lindo, reparte la posesión, no se sabe si es ofensivo o defensivo, o si apuesta a la contra en la mismísima Bombonera incluso contra un equipo en el que juega Peinipil (buen nombre de peine fino para las liendres). Por suerte para todos, pero fundamentalmente para él, el equipo consiguió un resultado que alivia tensiones. Pero esas tensiones siguen latentes, muy a flor de piel, como lo demostró la reprobación de la gente cuando el equipo se retiraba hacia el túnel al final del primer tiempo. Hubo muchos silbidos, quejas, gritos y sólo algún aplauso perdido. La gente está cada vez más cansada y empieza a pasar las facturas. Sería bueno, en ese contexto, que las figuras que llegaron a reforzar el equipo pusieran la cara. Que Velasco juegue tan mal, por ejemplo, no es culpa de Gago. Esperemos que sea sólo una cuestión de tiempo, necesidad de readaptación al fútbol argentino. Si no, estamos ante un problema serio.

La semana que viene, por estas horas, estaremos jugando el repechaje para entrar a la Libertadores. A siete días del comienzo de una serie clave, el equipo no parece preparado. Claramente, no se sabe a qué juega. El fútbol es fútbol y así como a veces te quita, también tiene regalos inesperados. Se suponía que a esta altura íbamos a tener certezas que, por el momento, no aparecen. ¿Alguien podría arriesgar un equipo titular para ese primer partido contra Alianza Lima o Nacional de Paraguay? No, definitivamente no. Ni siquiera sabemos si contaremos algún día con Rojo. Sí sabemos, por cierto, que a Cavani siempre le duele algo. Así que por las dudas no lo contemos.

Por último, y siempre hablando de sorpresas, llamó la atención que en el medio de la pelea que se armó por una trabada de cabeza del pibe Rey Domenech, Villa se metiera a separar. Justo él, que tiene la mano fácil. Ah, claro, quizá entre hombres no es tan macho. Algunos se preguntaban por una publicación en Instagram del colombiano, donde se veía un león con la boca ensangrentada. Se especuló mucho y hubo unas cuantas lecturas. Por ejemplo, que buscaba revancha, que estaba listo para atacar. A mí, sinceramente, lo primero que se me vino a la cabeza es la imagen de Daniela Cortés, su mujer de entonces, con un labio sangrando después de un golpe. Eso le valió una condena de la Justicia y ningún equipo serio debería contratarlo. Pero acá nos cagamos en todo. Me enorgullece que los hinchas lo hayan silbado y me puso contento la patada de Di Lollo, aunque quedó gusto a poco. Ya habrá otra oportunidad.


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